Tras los tópicos sobre Hamas
Tratamos de hacerlo hace unos días, pero es importante insistir en el desmentido de algunos tópicos sobre Hamás, el Movimiento de Resistencia Islámico (sic) palestino. Ni nació ayer, ni fue creado, aunque sí promocionado periódicamente, por Israel. Forma parte del pueblo palestino, aunque no es él.
Pero hay más. No voy a entrar en el manido debate sobre su calificación, política y periodística, de terrorista. Tampoco voy a negar que haya podido cometer crímenes de guerra.
Gran parte de la opinión publicada recuerda que, en su carta fundacional de 1988, Hamas apostó por destruir el Estado de Israel y reivindicó que todo el territorio debe ser Palestina, regida, eso sí, por la Sharia. No es exactamente cierto, hoy en día. En su Declaración de 2017, la organización islamista insistió en el objetivo de liberar toda Palestina pero reconoce un Estado palestino con las fronteras de 1967 (Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental como capital). Lo que supone un reconocimiento implícito de Israel.
Tampoco es cierto que Hamas perpetrara un golpe de Estado en 2007 para tomar el poder en Gaza. Fue al revés. Fue el más votado en las elecciones un año antes en la Franja y en Cisjordania por unos palestinos hartos de la corrupción de la Autoridad Palestina y ofreció al oficialista Al Fatah un gobierno de coalición. Este, de la mano de su entonces hombre fuerte en Gaza, Mohamed Dahlan, intentó derrocar a Hamas y sus hombres fueron despeñados por los islamistas desde las torres de la capital gazatí.
Pragmatismo y ejemplaridad. La cara y la cruz de Hamas.
Es indudable que hay palestinos que recelan de Hamas, de su pietismo religioso y de sus tendencias autoritarias. Hubo protestas a mediados de este año contra el gobierno islamista de Gaza, al que acusaban de mala gestión e inacción ante una crisis económica de la que, justo es reconocerlo, el primer y último responsable es Israel.
Hay incluso quien vincula, quizás forzadamente, su incursión como una maniobra para sacudirse esas críticas.
Lo que es cierto es que, con su golpe a Israel, Hamas se ha ganado el apoyo de la desesperada población palestina. Ha socavado aún más a la Autoridad Palestina y se ha consolidado como el verdadero interlocutor de su sufrido pueblo ante el mundo.
Israel, que lo alimentó para debilitar a Al Fatah y a la resistencia de izquierda y para justificar su veto a los dos estados –aduciendo que son los palestinos los que se oponen–, quiere ahora borrar del mapa a Hamas. Podrá, acaso, y está por ver, destruir su capacidad militar. Pero no su apoyo político entre la población, y menos sus ideas.
Israel y sus corifeos aseguran que Hamas es igual o peor que el Estado Islámico y hasta proponen actualizar en Gaza la coalición internacional contra el ISIS, cuando Hamas es enemigo del ISIS y cortó de raíz el conato que surgió en Gaza hace años con algunos clanes.
Y cuidado con volver a hacer de aprendiz de brujo. Con la ANP en los suelos, y un pueblo palestino sin nada que perder, si Hamas desapareciera podría surgir un monstruo aún mayor.