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El PNV depende del PSOE y ya no hay marcha atrás

El anuncio del acuerdo entre el PSOE y Junts para la investidura de Pedro Sánchez deja al PNV como el último partido con el que firmar un pacto. Pero esto, lejos de fortalecer la posición negociadora jeltzale, deja a Sabin Etxea a merced de Ferraz.

Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar firman el anterior acuerdo de investidura en 2019. (Jesús HELLIN | EUROPA PRESS)

Desde un principio, EH Bildu anunció su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez como fórmula para cumplir la palabra dada a su electorado de impedir siempre que la derecha española, en todos sus extremos, llegara al Gobierno español. Y desde ese mismo principio el PNV quiso poner en solfa la actuación de la izquierda independentista, tachándola de entregada al PSOE, mientras que insistían que su voto tendrían que ganárselo y ofrecer además garantías de cumplimiento.

Como uno de los últimos ejemplos, la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, en un acto de partido, apuntaba en referencia nítida a EH Bildu que alguna formación ya ha anunciado su apoyo a Sánchez «gratis et amore, sin contrapartida alguna y sin pensar en Euskadi en ese sentido». Y contraponía esa posición con la del PNV, que aseguró que reclamará el cumplimiento los compromisos pendientes de la legislatura anterior, «entre los que figura el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika». «También demandaremos, como hacemos siempre, inversiones, infraestructuras y derechos que mejoren la vida de la ciudadanía vasca», afirmó.

Pues bien, el PNV ha conseguido ya quedarse como el último partido en poder llegar a un acuerdo de investidura, de legislatura o incluso presupuestario, con el PSOE. No se sabe si por voluntad propia o porque los de Pedro Sánchez han privilegiado la búsqueda del pacto con Junts dejando a los jeltzales para el postre.

Desde Sabin Etxea transmiten que siguen negociando y habrá que ver en qué se traduce todo finalmente. No serán pocos quienes, por ejemplo, estén atentos a los movimientos del PNV para tratar de satisfacer las demandas de Petronor, Repsol e Iberdrola, y cómo conjuga todo eso con la «mejora de la vida de la ciudadanía vasca».

El antecedente de 2019 y los kleenex

Pero luego, además, habrá que ver cuánto de lo pactado entre PNV y PSOE acaba cumpliéndose. Cabe recordar que el acuerdo de investidura firmado por Andoni Ortuzar y Pedro Sánchez el 30 de diciembre de 2019 incluía, entre otros compromisos, «proceder en 2020 a la negociación y traspaso a la CAV de las competencias estatutarias pendientes»; «acordar previamente con EAJ-PNV las medidas fiscales que el Gobierno quiera proponer a las Cortes»; e «impulsar, a través del diálogo entre partidos e instituciones, las reformas necesarias para adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales, acordando, en su caso, las modificaciones legales necesarias, a fin de encontrar una solución tanto al contencioso en Cataluña como en la negociación y acuerdo del nuevo Estatuto de la CAV, atendiendo a los sentimientos nacionales de pertenencia».

Y fue el propio presidente del EBB quien, tras conocer el 29 de mayo de este año la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones por parte del presidente del Gobierno, afirmó que «con Euskadi no ha cumplido su palabra» y añadió una imagen que luego ha perseguido al propio Ortuzar. Dijo tener la sensación de que Sánchez utiliza a los que están a su alrededor como kleenex: «Nos usa, nos tira luego vuelve a coger otro kleenex, y es poco edificante para los demás». El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se lo recordó al PNV en el Congreso durante su sesión de investidura.

Un paso atrás sería caer al precipicio

Lo que ocurre ahora es que, tras el acuerdo alcanzando entre el PSOE y Junts ya no hay marcha atrás para la consecución de un acuerdo entre todos los grupos. El PNV no está en condiciones de no apoyar la investidura de Pedro Sáchez y forzar una nueva convocatoria electoral que nadie que no sean PP y Vox quiere en este momento, y en ese nadie hay que incluir a Sabin Etxea y Ajuria Enea. Además, tendría muy difícil poder explicarlo a su propio electorado.

El PNV es un partido de orden, institucional. No se ve que pueda hacer una «locura» de ese tipo, que algunos sí temían que podría cometer Junts. Pero después del sí de Carles Puigdemont, los de Andoni Ortuzar están acorralados. Detrás solo hay un enorme precipicio. Lo que pueda sacar de la negociación con el PSOE dependerá de la gracia de Pedro Sánchez o de su capacidad para prometer lo que luego no está dispuesto a cumplir. Desde este punto de vista, el PNV depende del PSOE y no al revés, como alguien pudo teorizar al inicio de este proceso al prologar la negociación mientras se iban cerrando acuerdos con Sumar, ERC, BNG…

Pero además, los jeltzales están sujetos al PSOE también en todas las instituciones en las que gobiernan. Una jugarreta en Madrid podría tener consecuencias en Lakua, en las diputaciones, en numerosos ayuntamientos y hasta en el Gobierno de Nafarroa, donde tienen presencia a través de Geroa Bai. Y, por si fuera poco, el lehendakari, Iñigo Urkullu, está empeñado en ligar su futuro a los acuerdos con el PSE, como ha demostrado en la gestión de la Ley de Educación.

El PSOE tiene ya asegurados más votos a favor de Pedro Sánchez que en contra en el Congreso de los Diputados. El único gesto de rebeldía que se puede permitir el PNV sería la abstención en la votación final, lo que, sin embargo, sería tanto como admitir la devaluación de sus cinco escaños.

Por mucho que ahora el PNV pretenda hacer ver que van a apretar las tuercas a Pedro Sánchez hasta el último suspiro, la llave fija que les ha quedado tiene poco mango para hacer fuerza.