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Qué hacer con Gaza «el día después»

A tenor de las contradictorias declaraciones del Gobierno de Netanyahu, Israel no sabe qué hacer con Gaza si logra, que está por ver, derrotar a Hamas. EEUU presiona para que sea gestionada por la denostada ANP. Otros apuestan por una fuerza multinacional arabo-musulmana.

Un hombre descansa sobre una hilera de tumbas recién abiertas para la familia Hijazi, en Rafah. (Mohammed ABED | AFP)

Dejemos a un lado las soflamas (¿globos sonda?) de sus socios, representantes de los colonos y de los judíos ortodoxos, que ora instan a reocupar Gaza como parte del territorio ancestral de Sion, de la que salió en 2005 con sus colonos incluidos, ora llegan a sugerir arrasarla con un ataque nuclear.

El primer ministro, Benjamin Netanyahu, pronostica que «Israel tendrá, durante un tiempo, la responsabilidad general de la seguridad (de Gaza), porque hemos visto lo que pasa cuando no la tenemos».

Por contra, el ministro de Defensa, Yoav Gallart, sentencia con que «puedo decirles quién no gobernará (Gaza). No será Hamas y no será Israel. Todo lo demás es una posibilidad», dejó al aire.

Lo que alumbra que se reservaría el «derecho» a hacer incursiones periódicas. Hablando en plata, Israel convertiría lo que quede de la Franja en una zona A, como la que engloba el 18% de Cisjordania (las principales ciudades) y en la que la Autoridad Palestina manda y controla las calles, pero donde los israelíes pueden incursionar y hacer redadas cuando les plazca.

La zona B está permanentemente bajo control militar israelí y la zona C, donde se asientan los colonos, es administrada totalmente por Israel.

Planteamiento de EEUU

La idea casa más o menos con el planteamiento de EEUU, potencia mundial aquejada por una pérdida creciente de ascendiente en el mundo, incluido Oriente Medio.

Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, ha dicho estos días que Gaza no puede en el futuro «seguir siendo plataforma del terrorismo y de ataques» a Israel, pero ha añadido que Washington «no quiere una reocupación de Gaza ni el bloqueo o el asedio a la Franja. Nada de nuevas reducciones del territorio».

Principal aval de Tel Aviv, EEUU sigue, más de un mes después, sin marcar a Israel ninguna línea roja, pero asegura que presiona para evitar una crisis humanitaria de proporciones bíblicas y para frenarle de cara al «día después». El nerviosismo en Washington es creciente, y no (solo) por la suerte de los palestinos, sino por las consecuencias, en términos de credibilidad, de su aliado israelí. Sin olvidar las repercusiones de cara a las presidenciales ante un electorado demócrata dividido.

Periodo de transición de duración indeterminada

Transición, pero ¿y luego quién? Tanto Tel Aviv como Washington coinciden en que, en su caso, habría un período de transición de duración indeterminada. Israel ya ha adelantado que se anexionaría una franja de seguridad de unos tres kilómetros hacia el interior de Gaza (peaje que se cobra tras cada guerra, costriñendo aún más su ya menguado territorio (el distrito pasó de los 1.110 kilómetros cuadrados bajo mandato británico a poco más de 360).

En ese período permanecería con menos tropas, pero totalmente operativas para sofocar cualquier rebelión.

Gaza y el «día después». Una cuestión ante la que quizás sean pertinentes las preguntas quién, qué, cómo y cuándo. Pero ante la que Israel y Occidente eluden la verdadera cuestión: por qué.

Pero surge la pregunta. ¿Quién se haría cargo de la administración de la Franja?

Blinken, quien visitó al octogenario y denostado presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmud Abbas, en Ramallah, le urgió a asumir el control de Gaza. «Está claro que Israel no puede reocupar Gaza (....) es imperativo que el pueblo palestino (sic) esté en el centro de la gobernanza de Gaza y Cisjordania», indicó. Abbas le respondió que la ANP estaría dispuesta a asumirlo, pero «en el marco de una solución política global para Cisjordania, Jerusalén Oriental y Gaza».

Para ello ya se barajan nombres, como el del infausto Mohamed Dahlan, el que fuera jefe de la Seguridad de la Mukata y hombre fuerte de Al-Fatah nacido en Gaza, lo que le llevó a liderar la fracasada asonada contra Hamas después de que arrasara en las elecciones en 2006, y a refugiarse en Dubai (Emiratos).

También suena Salam Fayyad, primer ministro de la ANP entre 2007 y 2013. Quien fuera economista del FMI y el Banco Mundial no ve viable el plan mientras no haya una reconfiguración de la ANP y de la OLP que incluya a todas las sensibilidades (¿también la de Hamas?). Por de pronto, el líder islamista en el exilio, Ismail Haniyeh, no ha descartado debatir esa posibilidad.

Fuerza de interposición y de seguridad arabo-islámica

Pero el plan, que incluso incluyendo la exigencia a Abbas de que acepte su sucesión para limpiar la cara de la ANP, es tan difícil de realizar que hay quien sugiere una fuerza de interposición y de seguridad arabo-islámica que incluya a Arabia Saudí, Emiratos, Jordania y Egipto.

A ninguno de ellos, dispuestos varios a inundar la devastada Franja con petrodólares, les convence asumir semejante patata caliente, menos ante sus poblaciones abiertamente propalestinas.

Al que menos, si acaso, al Egipto del rais y mariscal Al-Sissi, quien escucha alarmado las periódicas referencias israelíes a un éxodo de los gazatíes al desierto del Sinaí y ve con preocupación la creciente movilización de la sociedad egipcia, con manifestaciones en la plaza Tahrir, en solidaridad con los «hermanos musulmanes» palestinos, sucursal de su gran enemigo interior, la cofradía islamista. Egipto, que gestionó Gaza entre 1948 y 1967, no quiere ni oír hablar de volver a gestionar la Franja.

Gaza y el «día después». Una cuestión ante la que son pertinentes las preguntas quién, qué, cómo y cuándo. Pero ante la que Israel y Occidente eluden la verdadera cuestión: por qué.