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‘Gernikako Arbola’: 170 años del perseguido y querido zortziko elevado a himno de Euskal Herria

Cantado por igual por carlistas, liberales, conservadores, republicanos, socialistas, comunistas y abertzales, el zortziko ‘Gernikako Arbola’ cumple 170 años de sangrienta persecución e intenso cariño con el aura de haber sido elevado a himno de Euskal Herria.

Estatua dedicada a Iparragirre en su Urretxu natal y que fue inaugurada en 1890, nueve años después de su muerte. (Andoni CANELLADA/FOKU)

El zortziko ‘Gernikako Arbola’ cumple 170 años, como se recuerda y celebra este domingo en Urretxu, con el aura de himno de Euskal Herria y con una historia de persecución y cariño que se recopila en el libro ‘Biografía del Gernikako Arbola’, de Jose Mari Esparza.

Esparza destaca en su obra que la canción compuesta por José María Iparragirre «llenó de contenido político y emancipador» el concepto de Euskal Herria, ya que, gracias a ella, «los siete territorios vascos hicieron suyo un símbolo, el roble de Gernika, que antes apenas traspasaba los límites del Señorío».

Su historia arrancó en el año 1853 en el café San Luis de la calle Montera de Madrid, donde se considera generalmente aceptado que lo interpretó por primera vez su autor, el urretxuarra Iparragirre, quien, con tan solo 13 años, había combatido en la Primera Guerra Carlista.

El zortziko no tardó en ser conocido y entonado «por todos los vascongados residentes en Madrid, que lo rebotaron a su país, donde se propagó hasta los más ignorados caseríos», recuerda Esparza.

Retrato de José María Iparragirre. (NAIZ)

Iparragirre generó una gran conmoción cuando lo cantó en el día de San Antonio de 1854 en la romería del alto de Urkiola, potenciando así que se fuera extendiendo a gran velocidad del Ebro al Aturri, hasta terminar llegando a la diáspora, entre cuyos miembros también se popularizó.

Durante la guerra carlista de 1872-76 fue entonado por los batallones de Carlos VII en el campo de batalla y cuando, tras la derrota, desfilaron los restos de su ejército por Baiona. Entonces llegó la abolición de los Fueros, que precipitó el retorno del bardo de Urretxu desde Argentina tras 19 años de ausencia. Con anterioridad había llegado a pasar otros 13 años fuera de Euskal Herria.

En el momento de su regreso, Iparragirre se encontró con que no podía cantar su famosa canción, ya que podía sufrir el riesgo de volver a ser desterrado. Entonarlo suponía un desafío al Gobierno español, básicamente por el entusiasmo que provocaba entre la gente, porque «ponía fuego en los corazones de los vascos» y por ese motivo, las autoridades prohibieron que se tocara o cantase en público.

En la Gamazada y la Sanrocada

La situación política fue intensificando la persecución desatada por sus detractores, aunque también potenció el respaldo de sus seguidores, con Iparragirre ya fallecido el 6 de abril de 1881. Así, la Gamazada fue uno de esos momentos clave, con el zortziko convirtiéndose en el himno de los navarros en su enfrentamiento con el ministro Gamazo.

Un ambiente de resistencia que se trasladó a «las provincias hermanas» a través de la Sanrocada, con los trágicos sucesos de Donostia, que se saldaron con seis muertos por disparos de la Guardia Civil en el intento gubernativo de acallar el ‘Gernikako Arbola’.

Imagen de época que recrea el canto del ‘Gernikako Arbola’ durante la Sanrocada en Donostia. (NAIZ)

La sangre derramada no sirvió para enmudecer el célebre zortziko que, como recogió el escritor Benito Pérez Galdós, despertaba tal entusiasmo «en la gente euskara, que en algunos pueblos se arrodillan los sencillos aldeanos cuando lo oyen cantar».

El Gobierno español tuvo que rendirse a la evidencia y dejó de perseguirlo, de tal manera que hasta los Borbones tuvieron que escucharlo cada vez que visitaban suelo vasco. En los sanfermines de 1894, llegó a interpretarse en cada toro de la corrida y sonaba «en bodas, en entierros, en templos y en teatros», recoge Esparza.

A su difusión contribuyeron de manera notable el Orfeón Pamplonés, pero especialmente el tenor Julián Gayarre y el violinista Pablo Sarasate que, gracias a su proyección internacional, lo divulgaron entre la música de élite. De esta manera, el ‘Gernikako Arbola’ terminó calificándose de «himno nacional de Euskal Herria», como lo denominó Juan Iturralde y Suit y como se recoge en las más variadas enciclopedias.

De trinchera a trinchera

Fue cantada en las trincheras de Cuba y Filipinas de finales del siglo XIX, además de en las de la Primera Guerra Mundial. Hasta se conserva una grabación de prisioneros de Ipar Euskal Herria entonándola en Prusia en 1915, aunque ya en 1899 se había convertido en la primera canción en euskara grabada.

En la guerra del 36 fue cantada por los miembros del batallón Gernikako Arbola, pero también por los carlistas de la trinchera de enfrente, que defendieron el roble con el fusil en la mano para que los falangistas no lo talaran.

El árbol sobrevivió al brutal bombardeo fascista del 26 abril de 1937, que destruyó la villa probablemente por el símbolo en el que la había convertido la canción. Fue una «cruel paradoja que un canto de paz universal hubiera contribuido a poner en la diana el pacífico lugar al que cantaba», señala Esparza.

El zortziko también estuvo presente en la Segunda Guerra Mundial de la mano del batallón Gernika, que combatió al nazismo junto a los Aliados.

Gernika, tras el bombardeo de la Legión Cóndor del 26 de abril de 1937. (CENTRO DE DOCUMENTACIÓN SOBRE EL BOMBARDEO DE GERNIKA)

Entre los que no sentían una especial simpatía por el ‘Gernikako Arbola’ figura el fundador del PNV, Sabino Arana, al que, según señala Esparza, le molestaba «el sentido internacionalista» que tenía la canción y de la que rechazaba su «tinte folclórico». Por ese motivo, los jeltzales se inclinaron por el tema ‘Gora ta Gora’, obra del propio Arana. Pese a todo, el PNV siguió cantando el famoso zortziko «en todas sus celebraciones».

Con el paso de los años, la canción que nació como himno fuerista para carlistas y liberales fue asumida por «conservadores monárquicos, nacionalistas, navarristas, republicanos, socialistas y, posteriormente, comunistas», según se recopila en el libro ‘Biografía del Gernikako Arbola’.

Eso sí, cada uno a su manera, ya que «unos veían en él un himno de la España foral o federal, mientras que los socialistas y comunistas hicieron una lectura internacionalista y revolucionaria de la canción. Aquí destacaban la religiosidad de la letra; allá su paganidad al adorarse al árbol de las libertades republicanas. Pero todos lo cantaban, porque poseía la inusual capacidad de emocionar a personas de ideologías muy diversas».

De hecho, a pesar de que sus compases sonaron en Eibar al proclamarse la Segunda República en 1931, durante la dictadura franquista no fue prohibido oficialmente por sus vínculos con el carlismo que había combatido por los sublevados, aunque quedó bajo la consideración de «canto regional español» y con el sambenito de ser sospechoso «de separatismo».

Imagen de archivo del árbol de Gernika. (Juan Carlos RUIZ/FOKU)

«Huérfano» a raíz de la Transición

Con el final de la dictadura, «la formación de las diferentes autonomías durante la Transición trajo como consecuencia la aprobación de los himnos oficiales, el ‘Eusko Abendaren Ereserkia’, para la CAV, y el ‘Himno de los Cortes’ para Navarra», recuerda Esparza. De tal manera que «el ‘Gernikako Arbola’, hasta entonces cantado por gentes muy diversas, quedó huérfano».

A pesar de ello, en Ipar Euskal Herria «sigue siendo muy popular, al menos entre la gente de cierta edad», mientras que en la diáspora vasca «es mucho más conocido que los himnos oficiales de Euskadi y de Navarra»

No resulta extraño que sea tan conocido, ya que, como señala Esparza, «no ha habido texto en euskara más reproducido que los versos del ‘Gernikako Arbola’, ni traducido a tantas lenguas», incluido el esperanto. «Tampoco hay melodía vasca más versionada y escuchada en óperas y teatro», con ‘Gernika Koka Kola’, de Baldin Bada, como la más particular. Y concluye que «ni hay himno de origen popular que, sin tener rango oficial, ni respaldo de un Estado soberano, haya tenido un reconocimiento tan unánime como himno nacional».