INFO

Tregua en Gaza: un alivio temporal y el verdadero dilema

La entrada en vigor de la frágil tregua responde a presiones, internas y externas, necesidades, cálculos tácticos e incluso cuestiones propagandísticas. Pero el dilema, más allá incluso del futuro de Hamas, nos devuelve al principio. Origen y consecuencia, derivas incluidas, del conflicto.

Palestinos heridos huyen delante de un tanque israelí (Mahmud HAMS | AFP)

La entrada en vigor de una tregua, aunque sea tan corta y esté tan pillada por los pelos, es siempre una buena noticia.

Sobre todo teniendo en cuenta la matanza diaria que está perpetrando Israel contra Gaza, de unas proporciones bíblicas y «megataliónicas», e injustificables por la incursión –posibles crímenes de guerra– que perpetró Hamas en el Sabath Negro del 7-O.

El alto el fuego, en principio de cuatro días, responde a las presiones sobre ambos y tan asimétricos bandos.

Los islamistas, que esperaban que Irán y sus sucursales, lideradas por Hizbullah, hubieran abierto ya nuevos frentes, provocando una escalada regional que comprometiera a Israel y a su aliado estadounidense, necesitan unos días de aire y poder aliviar, con el paso de ayuda humanitaria, una situación que hace tiempo superó el calificativo de crítica para los gazatíes.

Y librarse de mujeres y menores rehenes puede suponer un alivio para los problemas logísticos que enfrenta con tamaña ofensiva israelí. Mejor aún si a cambio de soltar ese lastre incluye en el intercambio a 150 mujeres y menores palestinos encarcelados, muchos sin acusación ni juicio, lo que refuerza su imagen ante su pueblo, apuntalada por su golpe de efecto del 7 de octubre, pero quizás debilitada y puesta en cuestión en algunos sectores por el nivel de la venganza israelí.

El primer ministro israelí, en la picota de la opinión pública israelí e internacional, se sacude la presión de EEUU y de parte de los familiares de los rehenes.

La tregua puede responder asimismo a cálculos tácticos. El Tsahal (Ejército israelí) puede tomarse por su parte tiempo para consolidar sus posiciones en Gaza tras una ofensiva-tijera en el norte que le ha llevado hasta el centro de la capital de la Franja.

Un tiempo que le viene bien asimismo a Hamas para lamerse las heridas y reordenar sus líneas de defensa, que hasta ahora han impedido que haya sufrido pérdidas de importancia en el núcleo duro de la resistencia islámica.
Sin obviar las dificultades de este tipo de operaciones sobre el terreno, nuevas ampliaciones del intercambio de rehenes por prisioneros pueden prolongar el frágil cese de hostilidades.

Pero Netanyahu, quien sabe que cuando esto acabe está políticamente muerto y que, tras perder la inmunidad, posiblemente acabe entre rejas por corrupción; e Israel (el Estado profundo, más allá del gobierno de turno), han dejado claro que no pararán hasta  derrotar totalmente a Hamas.

El ministro de Defensa israelí ha puesto incluso fecha, asegurando que estamos ante «un breve respiro reorganizativo» tras el cual reanudarán la ofensiva militar «al menos durante dos meses más».

Con la UE dividida ante lo más básico –denunciar o no la matanza israelí y reconocer o no al Estado palestino–, solo los EEUU de Biden tienen capacidad para forzar a Israel para que finalmente, como en las anteriores ofensivas contra Gaza, la detenga tras considerar -vender- que ha debilitado lo suficiente a Hamas.

No parece que el tocado Netanyahu e Israel en su conjunto se vayan a conformar esta vez con ello para que, en un año o dos, Hamas emerja aún con más fuerza aupada a la ola de odio y deseo de venganza de los masacrados palestinos.

Lo que nos lleva al atrevimiento de plantear una tesitura. Conscientes de que la resistencia islámica palestina no podrá ser borrada del mapa, ¿estaría dispuesta la dirigencia política y militar de Hamas en Gaza -no se olvide a la Yihad Islámica- a exiliarse para evitar que Israel convierta la Franja en un cementerio, de norte a sur, como hizo en 1982 a Túnez el histórico líder palestino Yaser Arafat y su núcleo duro de la OLP por presiones y para que Israel no arrasara Líbano?

En su caso, ¿a dónde? ¿A Qatar, mediador en la actual frágil tregua, paladín financiero de los Hermanos Musulmanes palestinos (léase Hamas) pero aliado firme de EEUU y base de su Ejército? ¿A la Turquía islamista de Erdogan, verso libre en la arena internacional pero aliado de la OTAN? ¿A Irán, el verdadero satán para Israel, como Israel lo es para Irán?

Volvemos al problema de origen. ¿Qué hacer con Gaza? ¿Qué hacer con el pueblo palestino? ¿Qué hacer con Israel y su expansionismo sionista?