«Es imprescindible actuar sobre los significados de las renovables»
Juan Requejo lleva tiempo dedicado a la energía y el territorio, tema que trató la semana pasada en el congreso Euskal Hiria celebrado en Donostia. Es un verso suelto pero tiene las ideas claras, las apoya con datos y las expresa de forma pedagógica. A debatir, se ha dicho.
Suele viajar hasta el neolítico para explicar la relación entre energía y territorio. ¿Por qué?
Lo hago para entender qué supone enfrentarnos al gran cambio producido en la humanidad a partir de la revolución urbano-industrial y del sistema tecno-fósil. Cuando no teníamos fósil, el máximo de habitantes en el planeta fue de 1.000 millones, consumiendo cada uno de ellos mucho menos que hoy en día. Ahora tenemos que renunciar al fósil, pero somos 8.000 millones de personas y consumimos mucho más por persona. No es tan fácil como dejar el fósil e irse a otra fuente de energía.
¿Se puede mantener el consumo energético sin fósiles?
No. No podemos seguir consumiendo ni un litro más de gasolina, si lo podemos evitar. Esto es lo urgente, porque estamos en emergencia climática. Por ello, no podemos retrasar el despliegue de las renovables. Hay que hacerlo como mejor se pueda, pero es la única tecnología que tenemos para disponer de energía local propia que no genere los problemas que tiene el fósil.
«No podemos seguir consumiendo ni un litro más de gasolina, si lo podemos evitar. Y no podemos retrasar el despliegue de las renovables»
Dicho esto, ¿eso va a resolver todos los problemas? De ninguna manera. Es imprescindible una revisión en profundidad del modelo de bienestar, de producción y de interacción. Tenemos una producción totalmente yonqui del petróleo, en especial Euskadi, que tiene un sistema energívoro. La renta per cápita es comparativamente buena, la gente que trabaja en las industrias tiene sueldos aceptables, pero se consume mucha energía. Hay una relación directa entre renta per cápita y consumo de energía.
Desde el punto de vista territorial, hay que aplicar el principio de autosuficiencia conectada. Es decir, utiliza toda la energía que tengas en tu entorno, reduce el consumo, mejora la eficiencia energética, y cuando hayas hecho todo lo que hayas podido, entonces le pides a la red.
¿Qué parte de este cambio se puede asumir desde el autoconsumo energético?
El autoconsumo es prioridad absoluta en el cambio de modelo, pero hay que ser conscientes de sus límites. Si yo aprovecho todas las oportunidades de Euskadi en términos de cubiertas, tejados, algo de suelo para las comunidades energéticas… si yo le saco el máximo partido a eso, no llegaríamos al 20% del sistema eléctrico, que a su vez, es minoritario en el conjunto del sistema, donde reina el fósil.
El decrecimiento y la eficiencia son dos líneas para reducir el consumo. ¿Qué puede llegar de este doble canal?
El doméstico y el de los servicios de proximidad son los sectores que mejor responden a reducciones, pero es una pequeña parte del consumo. Hay que intervenir en la climatización de los edificios y, al mismo tiempo, hay que bajar los niveles de expectativa de confort climático. Entre encender la calefacción y ponerse el jersey, pues hay que ponerse el jersey, que no es para tanto.
Otro elemento muy importante es reducir el consumo en la movilidad. Hay que electrificar, pero también hay que eliminar muchos desplazamientos innecesarios y reducir el tamaño de los vehículos. Mover un vehículo de más de 2.000 kilos para transportar a una persona de 80-100 kilos es absurdo. Más complicado en el caso de Euskadi será incidir en el transporte de mercancías entre industrias, porque hay mucha fragmentación, con mucha industria ubicada en valles que mueve constantemente camiones. Eso requeriría un gran pacto para ver qué hacer, porque eso que fue bueno en su origen, ahora quizá haya que repensarlo.
Y luego está el tema de la industria en sí. No hay todavía una buena solución para las industrias que necesitan altas temperaturas.
Aquí se hace mucha promesa a cuenta del hidrógeno.
Cuando uno tiene un problemón, pues hace tonterías, y de repente, una de ellas está bien hecha. Una. Todavía no sabemos cuál. Lo digo de verdad. Ahora vamos a gastar bastante dinero público, y no me parece mal, en intentar buscar una solución del vector energético, pero veo inmaduro el hidrógeno. Para que te hagas una idea, el precio del hidrógeno verde es cuatro veces el del hidrógeno procedente de fósil. Se puede gastar dinero público en proyectos de investigación y desarrollo tecnológico, pero no podemos tener un vector energético importante con un precio sostenido artificialmente con presupuesto público.
¿Hay posibilidad de arrinconar la energía fósil sin la instalación de algunos grandes parques de renovables?
Desde mi punto de vista, no existe tal posibilidad. Hicimos un ejercicio para Euskadi y Nafarroa, con todas sus renovables, y reduciendo el consumo de energía total al 50%, seguíamos necesitando 11.500 megavatios de potencia instalada en grandes plantas para alcanzar los objetivos planteados por la Comisión Europea para 2050. Es mucho.
Suelen generar una oposición importante.
Repasemos. Por ejemplo, se dice que es un problema para la biodiversidad. Bueno, tenemos experiencias ya contrastadas de que la fotovoltaica, cuando se instala sobre espacios agrícolas que funcionan con agroquímicos, pueden implicar una ganancia de biodiversidad, porque dejas de envenenar el suelo. Los suelos, por ejemplo en la Llanada Alavesa, están totalmente estériles, porque llevan años con agroquímicos y glifosato. Tú ves clorofila y te crees que eso está sano, pero ahí solo hay una especie. En toda la vertiente cantábrica hay enormes superficies dedicadas al pino de crecimiento rápido o al eucalipto. Ahí no hay biodiversidad. Hay un gran margen de intervención. Yo a la eólica le pediría, como condición sine qua non, que no solo minimice su impacto ambiental, sino que haga una contribución al manejo de los bosques.
También se plantea que perdemos superficie para la alimentación, pero el sistema alimentario está absolutamente globalizado. En un trabajo calculamos que solo el 1,5% del aprovisionamiento de alimentos en fresco de Gasteiz provenía de cultivos de proximidad. ¿Qué quiere decir? Que la producción de Araba, la gran superficie agrícola de Euskadi, va a un sistema global. Si tiene que volver la alimentación al territorio, también tiene que volver la energía. Dicho esto, en el Estado español hay 12 millones de hectáreas de superficie agrícola en régimen de producción buscando el máximo rendimiento. Y hay dos millones de manejo orgánico. La ocupación que supondrían los objetivos fotovoltaicos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) no serían más de 75.000-80.000 hectáreas. Decir que 80.000 frente a 12 millones ponen en peligro la producción alimentaria es un poco excesivo, ¿no?
Luego dicen que quitan empleo, pero en los campos ya no trabaja casi nadie. La agricultura de secano de hoy no tiene nada que ver con el siglo XIX e incluso XX. No es que las renovables sean una solución para el empleo, pero que generen una pérdida de empleo tampoco es verdad.
Al final, voy quitando argumentos y me quedo con un tema que es muy complicado, que es el paisaje, el sentimiento emocional de grupos sociales que se sienten agredidos por la entrada de renovables, vinculado a que vengan de la mano de grandes empresas. Pero claro, el problema es que son inversiones difíciles de resolver por crowdfunding. Es algo que hay que trabajar a fondo como sociedad. Desde mi punto de vista, no nos podemos permitir que el argumento para no tomar las decisiones sea ese. Y luego tenemos que trabajar mucho en elegir qué empresas queremos que inviertan y en qué condiciones.
«Las instituciones tienen que aceptar el conflicto. Estás gobernando, hay cosas que te van a dar dolores de cabeza… lo siento, haber pedido muerte».
El debate sobre las renovables tapa el debate sobre el modelo de implantación.
Resolver la impostergable necesidad de despliegue de las renovables de manera autoritaria es malísimo. Luego, también hay personas que, habiendo hecho muy buenos análisis sobre los problemas, están derivando hacia unas posiciones muy catastrofistas y eso no ayuda nada. Están teniendo mucho predicamento, porque sirven también para contestar el proyecto concreto que no se quiere.
¿Puede cambiarse la noción de paisaje, la manera de mirar a nuestro entorno?
El paisaje es una construcción social que te permite valorar lo que ves, un discurso compartido que cambia por territorios, tiempos, espacios y grupos sociales. Es imprescindible actuar sobre los significados de las renovables. En un encuentro con el sector hotelero de Mallorca, yo les planteé que tienen un problema enorme de vulnerabilidad, por la dependencia del transporte aéreo y porque no tienen prácticamente renovables, están ahí-ahí con Euskadi. Entonces, una ejecutiva de una gran cadena dijo: ‘Vaya, me alegro de escucharlo, porque tengo que decirte que nuestro target, que son los alemanes, no entienden que lleguen a Mallorca y no vean renovables’. Hay mucha gente que dice que las renovables acabarán con el turismo. Cuidado, porque eso dependerá de lo que signifique ver renovables.
¿Y cómo se cambia esto?
Con muchas horas, mucho txikito y mucho escuchar.
¿Cómo ve a los partidos y a las instituciones vascas?
Las instituciones y los poderes son muy refractarios al conflicto que no controlan. Es fácil bajar el pistón y decir, ‘bueno, vamos a esperar un poco más’. Desde mi punto de vista, es una negligencia, hay que aceptar el conflicto. Estás gobernando, hay cosas que te van a dar dolores de cabeza… lo siento, haber pedido muerte.