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Entrevista
Diego Vasallo
Músico, pintor y poeta

«Mi generación, incluido el pop donostiarra, somos hijos del punk»

Reciclado desde hace años en cantautor íntimo, tras llenar mega escenarios con Duncan Dhu, el donostiarra Diego Vasallo acumula el mismo número de discos propios que los que grabó en grupo. ‘Malo ni bueno’ es su nueva propuesta, que presenta el día 13 en Donostia.

Diego Vasallo. (Tom NOGALES)

Reservado y aparentemente tímido, pero buen comunicador en la distancia corta, y siempre de elegante oscuro, Diego Vasallo Barruso (Donostia, 1966) disfruta explicando al detalle sus procesos creativos como compositor, letrista, poeta o pintor. Frente a un negocio musical muy cambiante y exigente, ha encontrado un relajado lugar como creador independiente y se considera heredero de la autosuficiencia punk.

Años atrás protagonizó una decena de discos con el exitoso grupo Duncan Dhu y ha acumulado otros tantos entre su experimento Cabaret Pop, en solitario y trabajos compartidos. Ha publicado también tres poemarios y expone regularmente sus cuadros. Ahora mismo está centrado en mover su reciente grabación, ‘Malo ni bueno’, que presenta el miércoles 13, estrenando formato de cuarteto, en el donostiarra Club Victoria Eugenia.

Se lee en Wikipedia que es ‘intérprete, compositor y letrista pop’. ¿Y las facetas de pintor y poeta?

Creo que los datos los mete la gente y parece que no hay quien se anime a actualizar mi perfil. No debo despertar suficiente interés en el mundo de internet.

El nuevo EP se titula ‘Malo ni bueno’. ¿Indecisiones vitales?

Saqué la frase de un documental sobre el fallecido Harry Dean Stanton, actor y peculiar personaje, un tanto escéptico y descreído, que tras alguna opinión remataba con ‘y eso no es malo ni bueno’. Me encantó, pero me parecía más contundente como título ‘Malo ni bueno’ y un amigo me dio la idea de poner la frase entera tachando el comienzo.

Como el disco anterior, son pocas canciones, pero largas. ‘Canciones río’, las llama.

No es idea mía, el ejemplo más evidente está en los últimos discos de Dylan, su armazón musical es cada vez más sencillo para un río de palabras que avanza y avanza. He intentado hacer mis propios riachuelos, canciones un tanto torrenciales en cuanto a texto, sin repeticiones ni estribillos. De base musical sencilla y que el texto te lleve.

«Desde que aparecieron las plataformas de streaming, los músicos estamos en pelotas y la pasta se la lleva otro»

Hay mucha guitarra eléctrica, pero dice que «intenta salir de los cauces más estrechos de las aguas del rock».

El 90% de lo que suena son capas de guitarras, texturas, sonidos ambientales, fondos… Es más fácil hacerlo con teclados, pero con guitarras está llevado a territorios poco clásicos del rock, más experimental. Hay mucha instrumentación que casi no se percibe y crea un mar de fondo que me interesa mucho.

Su principal inclinación creativa eran las artes plásticas, pero se le cruzó la música.

Era el típico crío encaminado a Bellas Artes, pero me lo quitaron de la cabeza. Empecé Arquitectura, lo dejé, estuve en academias de diseño gráfico… Mi vocación evidente era la plástica. Pero se me cruzó la música, con Mikel Erentxun. Éramos chavales consumidores de discos y nos situábamos por tribus. En mi clase estábamos tres: el sinfónico, el punki y yo que era medio rockabilly.

En los ochenta hubo una buena pelea tribal entre pop y punk.

Pero mi generación, incluido el pop donostiarra, somos hijos del punk. Nos daba igual tocar mal o bien, era más el gesto. Rompías con las generaciones anteriores, más formadas y que tocaban mejor. Tenía mucho de ese espíritu.

Sin embargo, Duncan Dhu fue una bestia negra del llamado Rock Radikal Vasco.

Pero viéndolo en perspectiva teníamos mucho más en común de lo que creíamos. Con 16 años me gustaban Cramps, Meteors y grupos psychobillies, que venían del punk. En la adolescencia jugaba mucho el rollo de la estética: nosotros punks, vosotros heavies, los otros pop… Pero había más conexión de lo que pensábamos.

Era bajista, ¿hacerse cantante fue consecuencia de escribir canciones?

La causa primera fue mi relación conflictiva con los productores musicales de Duncan Dhu. Como no tocábamos muy bien nos metían mucha caña. En ‘Autobiografía’ grabamos en Londres con Corlin Farwell, un buen productor que no me dejaba tocar el bajo. Y me dije: «Si no me dejáis tocar, cantaré». Y empecé con algunas composiciones que eran mías. No fue sencillo, si oigo mis primeras canciones cantadas o recitadas, porque eran prácticamente lo segundo, me horrorizan. Pero, al igual que a tocar una guitarra o una batería, al principio aprendes fatal y te vas buscando la vida.

(Tom NOGALES)

Esa manera arrastrada de vocalizar, ¿tiene que ver con un tipo de letras más oscuras?

Me pasa con los textos, sí. A veces me preguntan por qué no canto canciones de Duncan Dhu o incluso de Cabaret Pop, pero soy incapaz de cantar letras primerizas, ingenuas. Cada uno tiene su forma de mirar y la mía tiende a lo oscuro. También en la pintura.

¿Por melancolía, tristeza…?

No lo sé, pero estoy muy influenciado por el entorno. Los cielos cargados, el mar marrón tras las lluvias, los ríos torrenciales… Quizás más en la pintura, pero también líricamente. Me siento muy cercano a la poesía de Carmelo Iribarren, apasionado también por días tormentosos y paraguas.

¿La música provoca imágenes?

Hay muchos músicos pintores. Yo no escribo canciones narrativas, no se contar una historia al estilo Sabina. Me aferro más a metáforas, a imágenes pictóricas y fotográficas. Escribo casi siempre caminando y el inicio de una letra suele deberse más a una imagen que a una historia.

El nuevo disco sale autónomo. ¿Está instalado en una libertad e independencia de creación?

Es un disco cien por cien autogestionado. Lo he producido y editado yo y lo empaqueto y envío con mi mujer. Hemos vuelto a lo artesanal, con el garaje lleno de cartones de embalaje. Así empezaron en su día las compañías independientes y nosotros hemos dado una vuelta de 360 grados.

¿Cómo se baja del firmamento pop a embalar discos en el garaje?

Por decisión propia y también por necesidad porque no me quedan otros caminos. Desde que aparecieron las plataformas de streaming, los músicos estamos en pelotas y la pasta se la lleva otro. Las compañías no invierten en discos porque no dan dinero y al final nos los grabamos nosotros. Vendiendo además lo poco que yo vendo, no queda otra que hacértelo todo tú solo.

«Estoy más cómodo en circuitos pequeños, con público más minoritario que no busca un hit o un estribillo»

¿Necesitó terapia para enfrentar el giro que dio su vida?

No he tenido gran problema con esos saltos sin red porque donde me siento más a gusto es donde estoy. No llevé demasiado bien los recintos inmensos con gente coreando canciones y a la que daba igual que tocaras una u otra. Aunque lo disfruté de muchas formas. Sobre todo, como aprendizaje, éramos muy críos y fue como hacer tres masters universitarios seguidos. Pero estoy más cómodo en circuitos pequeños, con público más minoritario que puede tener una afinidad más directa con lo que hago; que no van a escuchar un hit o un estribillo. Las ventajas del éxito han sido, entre otras, que pueda hacer lo que hago porque, si no, tendría que estar trabajando en lo que fuera.

Duncan Dhu tuvo dos regresos. ¿Le tienta volver a resucitarlo?

No sé si sería capaz. El público sería de nuestra quinta, mayorcito, con hijos… Me daría mucha pereza. Y está el aspecto físico. En esas dos últimas giras me dieron dos discopatías en la columna que me dejaron clavado. Fue por el esfuerzo y estrés de obligarte a hacer algo de modo un tanto forzado. Me lo tendría que pensar tres veces.

¿Sigue disfrutando con novedades musicales?

Conservo el placer de descubrir lo que me sorprenda, como con 18 años. No con aquella frescura porque hay una deformación, la analizo más, no escucho un disco tantas veces, pero investigo mucho. De la última época puedo citar al australiano Hugo Raced o el inglés Duke Garwood, que hizo dos discos con el fallecido Mark Lanegan. El propio Lanegan… Tengo en el móvil un montón de descargas.

Cita a Dylan y ahí están los Rolling Stones, con nuevo disco y Paul MCartney de invitado. ¿Se imagina en escena con 80 años?

Ojalá; significaría disfrutar de buena salud. No lo sé, igual estoy retirado en Menorca, pintando en mi garaje.

Participó en la llamada tertulia errante donostiarra. ¿Queda bohemia?

No hay ya mucho sitio para ambientes bohemios. Lo ha absorbido el mercado, como el punk. Es asombroso la capacidad del sistema para hacer de todo negocio y reclamo comercial.