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Una Real madura suma en Milán el punto que necesitaba para ser primera de grupo

Los donostiarras firman sin excesivos apuros un empate a cero en el campo de Inter, cierran invictos una fase de grupos memorable y afrontarán presumiblemente los octavos de final contra un rival bastante más asequible que si hubieran terminado segundos.

Aritz contiene a Lautaro. (Marco Bertorello | AFP)

Poca broma. La Real ha empatado en el campo de un gigante continental como el Inter para meterse sin pasar excesivos apuros en los octavos de final de la Champions League como primero de grupo (0-0). Sin florituras, sin fuegos artificiales, como un equipo rocoso, maduro, competitivo. Poca broma, repito, quien quiera apear a los donostiarras tendrá que sudar sangre.

Había mucha diferencia entre ser primeros o segundos. Lo sabían los jugadores y los sabía la afición, que ha celebrado las tablas como una victoria. Se esquiva a ogros como el Manchester City, el Bayern de Munich o el Arsenal. En el bombo estarán otros en teoría más asequibles como el Copenhague, el PSV Eindhoven, el Nápoles, el Leipzig y algún otro por dilucidar mañana. Aunque luego puede caer el PSG y reventar toda la teoría.

De inicio, Imanol ha presentado un once en el que estaba Zubeldia, duda hasta el último momento después de que el sábado pidiera el cambio en Villarreal por molestias físicas. Con el de Azkoitia completaban la zaga los habituales Traoré, Le Normand y Aihen.

En el centro del campo, el ruso Zakharyan ha ocupado el lugar del lesionado Brais, junto a Zubimendi y Merino; mientras que Oyarzabal, Sadiq y Kubo se ubicaban en las tres posiciones más adelantadas.

La Real se ha vuelto a mostrar como un equipo con personalidad y sin complejos, ni siquiera en un coliseo como el Giuseppe Meazza. Una forma de encarar cada partido con sus virtudes –muchas, la mayoría– y sus problemas, sobre todo ante un rival de la talla de Inter, vigente subcampeón de Europa y líder del Calcio.

Peligro a la contra

Así, durante los primeros 45 minutos la Real ha querido el balón y lo ha tenido, frente a un equipo local que aguantaba ordenado atrás. Parecía que eran los donostiarras quienes necesitaban la victoria. Pero el dominio del 67% no se ha traducido en ocasiones de gol.

Al contrario, han sido los de Simoni Inzaghi quienes, jugando a la contra, han llevado el peligro a la meta de Remiro. Las amarillas a Zakharyan y, sobre todo, a Zubeldia, eran una peligrosa amenaza de cara a la segunda mitad.

A la hora de partido, Imanol ha movido ficha, dando entrada a Turrientes y quitando a Sadiq. De ese modo Zakharyan caía a la banda y Oyarzabal se colocaba en posición de ariete.

El Inter ya había comenzado para entonces a sumar más posesión, acuciado por la necesidad del marcador. La misma que hacía a Inzaghi meter a su ‘killer’, el argentino Lautaro Martínez, cuando restaban 25 minutos. Los dos equipos amagaban pero no daban. La realidad es que al tener menos metros para correr, con una Real menos dominante, el Inter generaba menos peligro.

Penalti revisado

En el 75 Kubo ha caído en el área y el árbitro no ha dudado en señalar el punto de penalti. Alegría efímera para los más de 3.000 blanquiazules de la grada, ya que en la revisión del VAR se ha visto claramente que el japonés se había ido al suelo sin que le tocara el defensa interista. Amarilla para el nipón.

Imanol ha aprovechado para hacer dos cambios. El potrillo Magunazelaia ha relevado a Zakharyan –un movimiento que no hubiera vaticinado ni el más experto– y Elustondo ha hecho lo propio con Zubeldia. Dos de los amonestados a la ducha, piernas frescas para el previsible arreón final de los locales. Poco después, Tierney y Carlos Fernández han sido las últimas balas del de Orio.

En la recta final el Inter se ha dedicado a colgar balones, pero sin fe, más por si sonaba la flauta. Con el equipo bien ordenado en su campo, la defensa y Remiro han solventado el trabajo. Ahora toca esperar al sorteo del próximo lunes y aparcar Europa hasta mediados de febrero.