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Democracia liberal: ¿ocaso o resistencia?

¿La crisis de legitimidad de la democracia liberal es tan aguda como parece? ¿Cuál es el precio de la democracia? Un estudio de EEUU, Brasil y el Estado francés revela que la mayoría defiende los valores democráticos, mostrando resistencia ante ofertas económicas para renunciar a elecciones libres.

Simpatizantes de Donald Trump asaltando el Capitolio en enero de 2021. (MICHAEL NIGRO | ZUMA PRESS | EUROPA PRESS)

A cierre de 2023, el mundo se encuentra sumido en una compleja red de desafíos. En un escenario de crisis de representación política y desigualdad económica creciente, de emergencia climática y auge de la extrema derecha, aflora el debate sobre la propia naturaleza de la democracia liberal. ¿Realmente asistimos a su declive? Aunque algunos índices apuntan a su debilitamiento, otras investigaciones como la publicada en la revista científica PNAS sugieren que los ciudadanos y ciudadanas siguen defendiendo en gran medida el ideal democrático en democracias «de ingresos altos y medios» como EEUU, Brasil y el Estado francés y que, por tanto, la crisis que atraviesa el modelo democrático liberal podría no ser tan aguda como algunas discusiones sugieren.

Es cierto que existen razones en el debate público para hablar del ocaso gradual de la democracia liberal. La desconfianza en las instituciones no es nada nuevo, tampoco que el presunto avance material que facilitaba la viabilidad de la relación entre capitalismo y este modelo político se ha evaporado, y que la clase trabajadora no ve cubierta sus necesidades en el orden neoliberal. De este rechazo o incertidumbre, de la intoxicación en redes y de la desinformación, surgen liderazgos políticos outsiders que reniegan de los valores democráticos o simplemente los reformulan a su antojo. El estudio ‘Estimating the value of democracy relative to other institutional and economic outcomes among citizens in Brazil, France, and the United States’, realizado por los investigadores Alicia Adserà, Andreu Arenas y Carles Boix, se ha elaborado precisamente en estos tres países en los que «políticos autoritarios y antiglobalistas han alcanzado altos niveles de popularidad».

En el Estado francés, parece cuestión de tiempo que Marine Le Pen alcance el Elíseo; en Brasil, Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército que reivindica la dictadura militar, gobernó durante cuatro años; y qué decir de Donald Trump, al que muchas encuestas lo sitúan de nuevo en la Casa Blanca. Estos dos últimos líderes, además, terminaron su mandato negando su derrota en las urnas y alentando el asalto a las sedes del poder legislativo. Todo ello hace pensar que podría haber un alto grado de descontento respecto al sistema democrático por parte de muchos ciudadanos. Sin embargo, la investigación publicada en PNAS concluye lo contrario: «En promedio, los individuos están fuertemente apegados a la democracia y a un Estado de Bienestar sólido».

A través de encuestas en línea administradas a 2.000 participantes en cada país en 2021 y 2022 –las muestras se diseñaron para ser representativas en cuanto a edad, sexo, educación y región–, se presentaron a cada individuo siete pares de sociedades alternativas para a continuación solicitarles que eligieran una entre cada par y que valorasen cada alternativa en una escala de 0 a 10. El estudio contenía además seis atributos que pretendían describir los «rasgos políticos y económicos generales que definen una sociedad» y la posición del encuestado en ella: presencia o ausencia de elecciones libres, ingresos mensuales individuales, ingresos mensuales medios, seguro público de salud, normas sociales generales subyacentes que definen el ascenso social y nivel de desigualdad. 

Así, la celebración de elecciones libres aparece como la característica que más valoran los encuestados a la hora de elegir entre pares alternativos de sociedades. «En igualdad de condiciones, la probabilidad de elegir una sociedad democrática aumenta un 40% entre los encuestados franceses y brasileños si hay elecciones libres, y supera el 50% entre los estadounidenses», apuntan los investigadores. Y hay otro atributo adicional por el que los franceses muestran un apego similar: el seguro sanitario público. El efecto es mucho menor en Brasil y EEUU, y el impacto de otros rasgos colectivos, como una sociedad meritocrática o igualitaria, palidece en comparación.

¿Cuál es el precio?

Con el objetivo de moderar las encuestas de opinión empleadas para estudiar el nivel de compromiso democrático entre los ciudadanos y «minimizar el posible sesgo de deseabilidad socia», la investigación incluye una amplia gama de «parámetros económicos e institucionales que caracterizan el bienestar individual de los encuestados y el contexto social en el que vivirían, y de esta manera obligamos a los encuestados a enfrentarse a posibles disyuntivas en la elección de instituciones económicas y políticas».

Los investigadores ofrecen, además, un método para calcular, de forma directa, el precio de la democracia, o de otra manera, hasta qué punto los ciudadanos pueden aceptar regímenes autoritarios en aras del crecimiento económico individual. A medida que aumentan los ingresos individuales en las alternativas no democráticas, la mayoría democrática se reduce. «Sin embargo, lo hace a un ritmo bastante lento. Solo los aumentos extremadamente altos de la renta individual llevan a una mayoría de encuestados a preferir una sociedad no democrática», apuntan los investigadores. En concreto, prefieren vivir en un país sin elecciones libres solo si su ingreso individual se triplica.

¿Qué ocurre cuando entrelazan los parámetros económicos y contextos sociales? El apoyo a la democracia cae ligeramente. Por ejemplo, al comparar una democracia sin sanidad pública con una no democrática con sanidad pública, el apoyo a la opción democrática cae ligeramente por encima del 50% en el Estado francés. Y comparando una sociedad democrática donde el ascenso social funciona por contactos y sin sanidad pública, con una no democrática con un sistema sanitario público y regida por el principio del mérito, el apoyo a la democracia cae aún más. De hecho, una ligera mayoría de los encuestados franceses se inclinaría por el autoritarismo en estos casos. Por el contrario, la mayoría de los encuestados brasileños y estadounidenses siguen prefiriendo la alternativa con elecciones libres, incluso después de que la opción democrática incluya una distribución más amplia de la renta y los ingresos personales se dupliquen bajo el autoritarismo.

«Entre los encuestados brasileños, una sociedad no democrática solo domina a una sociedad democrática una vez que tiene sanidad pública, meritocracia, igualdad económica y una renta nacional e individual un 200% superior a la de la democracia», apuntan los investigadores. En EEUU, «se cruza el punto hacia una mayoría autoritaria solo cuando la sociedad no democrática domina a la democrática en salud pública, meritocracia e igualdad, y cuando la renta del país y la renta individual son cuatro veces superiores a las de la alternativa autoritaria», añaden.

Minoría antidemocrática

El estudio publicado en PNAS observa una «fuerte supermayoría prodemocrática» que necesitaría una compensación monetaria sustancial para renunciar a unas elecciones libres. No solo eso, sino que «la democracia resulta ser una institución sustancialmente resistente en los casos que estudiamos» y una mayoría autoritaria solo aparece, si es que aparece, «después de que sumemos un montón de atributos valiosos a la opción no democrática». De esta manera, los investigadores concluyen que «una gran mayoría de los encuestados no parece dispuesta a vivir en una sociedad en la que los dirigentes no respetan los principios fundamentales de la democracia». Más que un apego por el status quo, el estudio recuerda que una gran mayoría de ciudadanos que viven en países democráticos siguen defendiendo el «ideal democrático» y consideran las elecciones libres un aspecto fundamental de sus sistemas políticos, pese al desencanto y la distancia entre representantes y representados.

No obstante, esto no significa que las democracias no puedan derrumbarse. De hecho, han descubierto «una minoría (débilmente) no democrática que fluctúa en torno a una quinta parte de nuestros encuestados». «Esa minoría no democrática, si está bien organizada, podría actuar para frustrar y suprimir el apoyo generalizado a la democracia», apuntan.

Con todo, la investigación, según los autores, desafía la percepción de una supuesta crisis de la democracia, sugiriendo que, al menos en las democracias de ingresos altos y medios, los valores democráticos liberales siguen siendo sustancialmente sólidos. De hecho, la resistencia de los ciudadanos a ceder en elementos fundamentales, como las elecciones libres, por una compensación monetaria sustancial, junto con la valoración destacada de aspectos clave del Estado de bienestar, desafía la narrativa de una crisis inminente de la democracia pese a las evidentes tensiones.