Japón emerge de nuevo como potencia militar
China modera su respuesta ante el presupuesto récord de Defensa de Japón, en medio de una campaña de distensión con Occidente, aunque ya considera las relaciones con Tokio como «más complejas» que con Washington.
El Gobierno japonés dio luz verde en diciembre a un proyecto de presupuesto de Defensa para el ejercicio 2024, alcanzando una cifra sin precedentes de 7,7 billones de yenes (casi 50.000 millones de euros), impulsando el gasto en esta área a un nivel cercano al objetivo del 2% del producto interior bruto. Este aumento del 13% respecto al año fiscal actual refleja el compromiso de Japón con su estrategia de rearme en medio de la creciente escalada armamentística regional. Aunque la cifra todavía debe recibir la ratificación del Parlamento nacional, la novedad más destacada es la inclusión del desarrollo doméstico de misiles de largo alcance.
Este decidido impulso financiero tiene como objetivo abordar necesidades críticas en la estructura de defensa del país, marcadas en diciembre de 2022 con la publicación de tres documentos históricos: la Estrategia de Seguridad Nacional, la Estrategia de Defensa Nacional y el Plan de Refuerzo de la Defensa. Estos planes, que aumentarán en más de un 60% el presupuesto de Defensa, se desarrollan en siete ambiciosas y complejas líneas de acción; entre las que destaca el fortalecimiento de las capacidades de defensa antiaérea, que incluyen el desarrollo de misiles avanzados, sistemas de ataque conjunto y misiles hipersónicos.
Además, se instalarán proyectiles de hipervelocidad y se equiparán buques de la Armada con el sistema Aegis, junto con la implementación de una red de alerta y control llamada Entorno Terrestre de Defensa Aeroespacial de Japón, en colaboración con EEUU. Las medidas de defensa no tripuladas, como drones, submarinos y buques ligeros, también están siendo potenciadas para misiones de vigilancia, reconocimiento, limpieza de minas y transporte. Además, el ámbito espacial experimenta un impulso significativo con la adquisición de satélites para mejorar la detección de vehículos hipersónicos, mientras que la ciberdefensa, los sistemas de información y las comunicaciones militares se verán reforzados.
Este enfoque ambicioso no solo redefine la postura defensiva de Japón, sino que aspira a restablecer su posición como poder disuasorio y actor que no debe ser subestimado. En un contexto de tensiones territoriales, como la histórica rivalidad con China por las islas Senkaku, Japón, respaldado por su alianza estadounidense, se ha convertido en un adversario temible en un tiempo récord, incluso para potencias como Pekín.
Pese a la aprobación del aumento significativo en el presupuesto de Defensa, el Gobierno japonés aún debe afrontar cómo va a financiar esta importante inversión. Expertos vaticinan que la financiaciónprovendrá de aumentos progresivos de impuestos en los próximos años, cosa que es probable que genere un debate político intenso en Japón.
Respuesta moderada
Por su parte, China ha respondido a esta «provocación» de Tokio de manera moderada «hasta ahora», según la diplomacia del gigante asiático. «Instamos a Japón a respetar seriamente las preocupaciones de seguridad de los países vecinos, reflexionar sobre su historia de agresión, comprometerse con el camino del desarrollo pacífico y ganarse la confianza de sus vecinos asiáticos y de la comunidad internacional en general a través de acciones concretas», dijo la portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Mao Ning.
Esta moderación está en consonancia los recientes esfuerzos de China para rehacer los vínculos con EEUU, Japón y otras potencias regionales, pero, según algunos analistas, también refleja la cruda realidad de Pekín: su economía sigue tambaleándose tras los confinamientos por el covid-19 y el deterioro de los vínculos con los países occidentales, y su diplomacia se topa a menudo con escepticismo y resistencia. Ante las medidas impulsadas por Kishida, la segunda economía del planeta enfrenta el dilema de cómo abordar el ambicioso plan de rearme de Japón.
Según el experto en relaciones sino-niponas de la Universidad de Tsinghua Liu Jiangyong, las relaciones entre ambas potencias se han vuelto «aún más complejas» que los problemáticos vínculos de Pekín con Washington, y ambos países deberían encontrar la forma de manejar las tensiones y coexistir pacíficamente, como observó el académico. A menos que Pekín decida moderar su postura, parece que hay poco que pueda hacer para impedir el ascenso de Tokio, asegura Liu.
La reciente cumbre de la Asean (Asociación de Naciones de Asia Sudoriental) integrada por los diez países de la región, se alinearon inequívocamente con Kishida para expresar su preocupación por la «situación en los mares de China Oriental y Meridional», sin mencionar explícitamente a China. En una declaración conjunta, los líderes de la organización prometieron construir «de corazón a corazón» una relación de confianza mutua con Japón y abrazaron la visión del Gobierno de Kishida de un mundo donde todos los países puedan «defender los principios de la democracia».