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Gigi Riva, una muerte que lloran Italia y sobre todo Cerdeña

Ha fallecido uno de los mejores delanteros de la posguerra, hoy aún pichichi de la selección azzurra. Hombre atormentado, nació en Lombardía pero fue adoptado por la isla del Mediterráneo a la que llevó a la gloria eterna gracias a la liga ganada en 1970. Y siempre rechazó a los grandes clubes.

Riva, en un partido con el Cagliari en la temporada gloriosa de 1970. (Wikimedia Commons)

Gigi Riva en realidad era una única palabra: Gigirriva. Única como él. Se trata de un personaje cuya vida ha ido mucho más allá de un campo de fútbol y un balón. Luigi Riva, para todos Gigi, falleció este lunes en Cagliari por un paro cardíaco: tenía 79 años y el suyo es un cuento de película.

Llora la Italia del futbol, que pierde uno de los mejores delanteros de la segunda posguerra. Y llora sobre todo aquella Cerdeña que gracias a Riva pudo meterse en el mapa social del Belpaese y que encontró en este chaval llegado desde el norte un símbolo y una bandera parecida a la de la isla, la de «los Cuatro Moros».

Hijo de la rabia y de la pobreza

Gigi nace en 1944 en Leggiúno, pequeña ciudad a orillas del Lago Maggiore, al noroeste de Italia. Está en la provincia de Varese, en Lombardía tirando a Suiza. Un lugar áspero donde la vida no era fácil para nadie, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.

La familia Riva tiene a Ugo, el padre, como referencia, pero cuando este hombre muere en un accidente laboral se queda sin recursos. Luigi es el único hijo entre tres hermanas, no hay dinero para su sustento y es enviado en un colegio estrictísimo de la zona, donde se escuchan tres misas al día y es obligatorio cantar durante los funerales. Y la comida, para olvidar: hasta en tres ocasiones se escapa del colegio.

La única manera de desahogarse es el balón: tiene una zurda poderosa y no es raro que rompa algún vidrio. En los pequeños torneos de la zona se hace un nombre pero cuando muere su madre Edis su rabia y su tristeza se disparan aún más. Habla poquísimo, es un rebelde con el fútbol en la sangre, le llaman Hud, como el personaje un poco salvaje de la película con Paul Newman.

Riva piensa en el avión que lo lleva de Milán a Cagliari: «Donde me he metido...». Pero se quedará allí toda la vida...

 

Lo ficha el Legnano, equipo de tercera división, con un contrato donde el dinero en realidad entra gracias al trabajo en la empresa de ascensores del presidente del club. Su labor es de forjar los botones de estos ascensores, antes de ir al campo y entrenarse. En la tercera división italiana es uno de los jóvenes más destacados y vienen a por él dos equipos: el Bolonia y el Cagliari.

La oferta de los sardos es mejor y Gigi tiene que preparar las maletas e ir a un lugar que en los años 70 es totalmente desconocido, salvo por dos cosas: el pastoreo y porque allí envían a los policías y soldados que se han portado mal, en modo punitivo. Desde el avión que lo lleva desde Milán a Cagliari, Riva piensa, viendo al paisaje seco que ve por debajo de sus ojos: «Donde me he metido...».  Pero va camino de la Cerdeña en que se quedará toda la vida...

Aquel incomparable «scudetto»

Corre 1963 cuando el zurdo de Leggiúno llega a Cagliari. El equipo está en segunda división pero gracias a sus goles sube por primera vez a la Serie A, la máxima categoría. Es evidente que Riva es un fuera de serie, empiezan enseguida a sonar las sirenas de los grandes equipos del norte, pero Gigi prefiere quedarse en la isla. «Encontré en Cagliari la familia que nunca, por desgracia, había tenido: no podía dejar tirada a mi gente», admitiría el delantero en una de sus autobiografías.

Su presencia resulta también imprescindible para los otros jugadores del equipo, que no reciben un salario de primer nivel y tienen que aguantar con los premios que empiezan a entrar, abundantes gracias a las victorias propiciadas por Riva, que será tres veces pichichi de la Serie A. Hay relatos en libros como ‘Cuori rossoblú’, (‘Corazones rojo-azules’, los colores del Cagliari) sobre los «peones» del equipo, como el lateral derecho Mario Martinadonna, que piden encarecidamente a Gigi no irse a la Juventus o al Milán, porque todavía tienen que pagar la hipoteca de la cocina o del piso.

En 1969 el Cagliari parece haber tocado techo con su segundo puesto, pero un año más tarde se realiza el milagro: campeones

 

Lo conmovedor es que Riva acepta y tira de todo el Cagliari, que temporada tras temporada sube gracias a sus goles y a fichajes acertados como Roberto Boninsegna, su histórico compañero de delantera. En 1969 queda segundo detrás de la Fiorentina y parece que haya alcanzado lo máximo posible.

Sin embargo al año siguiente se realiza el milagro y los sardos ganan la liga italiana: Albertosi, Martiradonna, Zignoli, Cera, Niccolai, Tomasini, Domenghini, Nené, Gori, Greatti, Riva. Como entrenador, Manlio ‘El filósofo’ Scopigno, un hombre tranquilo y de los pocos que fuman más que Riva.

Ningún jugador de la plantilla es sardo, pero todos han sido adoptados por parte de una isla que todavía no es la de hoy, de las fiestas y de las horrorosas inversiones inmobiliarias, sino un lugar más rural y casi íntimo, donde se puede ir a pescar con los autóctonos sin que nadie te moleste.

Riva se quedará en Cagliari hasta 1976, cuando una grave rotura muscular le cortará de repente una carrera ya lastrada por las lesiones. Sin él, los sardos precipitarán a segunda división.

El mito en azzurro de ‘Rombo di tuono’

Las malditas lesiones, sí: Gigi Riva cae «en el frente», en el campo, jugando con su Cagliari en febrero de 1976, para no volver ya nunca más. Sin embargo anteriormente ya se había dejado las dos piernas, literalmente, por la patria, en partidos de la selección italiana donde aún hoy es todavía el pichichi gracias a sus 35 tantos en 42 partidos.

En 1967, durante un Italia-Portugal el portero luso Americo Lopes le parte el peroné izquierdo en una salida. Pero más grave aún es la fractura del peroné derecho y de los ligamentos del tobillo sufrida en el estadio Prater de Viena contra Austria, cuando el defensa Hof le engancha la pierna desde atrás.

Riva se partió las dos piernas con la selección italiana, primero ante Portugal y luego ante Austria, con solo tres años de diferencia

 

Esto es en octubre de 1970. Pocos días antes Riva había sido el absoluto protagonista de la victoria del Cagliari en San Siro contra el Inter de Milán. Después de aquel partido el histórico periodista Gianni Brera (el inventor por ejemplo de la palabra «líbero»), en uno de sus artículos, le había dado el apodo que acompañaría a Riva para toda la vida, ‘Rombo di tuono’, ‘Zumbido de trueno’, por su potencia y la continua amenaza.

Aquel 1970 sería sin duda su mejor año: título con el Cagliari y medalla de plata con la selección italiana en la Copa del Mundo de México, perdiendo solamente contra el Brasil de Pelé. Para entonces Gigi había anotado tres goles en el torneo, incluso el provisional 3-2 en la semifinal contra Alemania Occidental, el «partido del siglo» según la FIFA, que acabaría 4-3 para los azzurri.

 

En aquel tanto se resume toda Italia y todo Riva: una contra desde la izquierda orquestrada por Domenghini y centro hacia la medialuna del área para Gigi, que consigue hacer un control y al mismo tiempo regatear al defensa alemán Schnellinger, todo con su pie zurdo. Ocurre en un partido que ya está en la prórroga y que se disputa a la altura de Ciudad de México. Finalmente, después del regate, Riva dispara cruzado y raso desde los 20 metros, engañando al portero Sepp Maier. A unos metros de distancia, Franz Beckenbauer, recién fallecido.

El «no» al cine

En aquel momento Gigi es el mejor jugador europeo, segundo en la clasificación del Balón de Oro en 1969 y tercero en 1970. Una cara tan conocida que el director de cine Franco Zeffirelli le propone 400 millones de liras (200.000 euros al cambio actual, pero en la época) para interpretar a San Francisco de Asís en la peli ‘Fratello sole, sorella luna’, y recibirá un «No, grazie», como la Juventus o el Milán.

Riva no ha podido nunca ganar el Mundial con Italia pero sí la Eurocopa en 1968, anotando además en la final contra Yugoslavia. Después de haberse retirado será durante décadas delegado de la selección, siendo de ayuda para unos cuantos jugadores y referencia, sobre todo moral, para todos.

Riva, como queda dicho, era hombre de pocas palabras, que prefería quedar un paso atrás hasta en los momentos más gloriosos de la squadra azzurra, como en 2006, cuando no quiso ver la tanda de penaltis contra Francia en la final (se fue al baño a fumar) o durante la fiesta de aquel triunfo mundial, cuando ordenó parar el bus en Roma mientras se estaba celebrando. Había visto junto con los jugadores a unas personas de la federación que no le gustaban y que se estaban aprovechando del alirón: sin problemas, Gigi bajó del bus y desapareció en la noche romana.

De una de las pocas entrevistas que dio repescamos esta frase: «¿Qué me hubiera gustado ser si no hubiese sido futbolista? Contrabandista».