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Berlusconi bajó al campo.. y ganó

Hace 30 años, el por aquel entonces solo empresario y emprendedor anunció que entraba en política con un mensaje en vídeo de 9 minutos, fundando el partido Forza Italia y prometiendo «un milagro italiano». Dos meses más tarde ganaría las elecciones.

Silvio Berlusconi, celebrando el «scudetto» de 1988 con Maldini y Gullit. Fue su principal plataforma para el salto a la política pocos años después. (Wikimedia Commons)

Por poco, Silvio Berlusconi no ha llegado a presenciar la fiesta de aniversario de su entrada en el mundo de la política, el 26 de enero de 1994. ‘Il Cavaliere’ murió el pasado junio dejando huérfanos a sus fans y sin recursos a muchos periodistas que siempre habían tenido sus aventuras como material clave para artículos y reportajes.

Todo empezó en el nacimiento del Berlusconi político, con aquella discesa in campo, la «bajada al campo» de hace 30 años, en una tarde lluviosa de un miércoles cualquiera: un mensaje transmitido por televisión, el medio de comunicación que lo había convertido en una especie de «amigo íntimo» de millones de italianos.

«El milagro italiano»

«L'Italia è il paese che amo: qui ho le mie radici, le mie speranze, i miei orizzonti», «Italia es el país que amo: aquí tengo mis raíces, mis esperanzas, mis horizontes».

 

Esta declaración es historia en Italia, marca un antes y un después, no solamente en el mundo de la política, sino también en la comunicación: la cara del Cavaliere mirando a cámara en su despacho en la villa de Macherio, y detrás un fondo neutro, las fotos de familia y los libros, algo muy sereno y relajado.

Nueve minutos de vídeo grabado y enviado instantáneamente a todos los informativos, tanto de la televisión pública RAI como de Mediaset, la cadena fundada por Berlusconi, que hasta aquel día había sido simplemente el empresario más conocido y exitoso de Italia.

Berlusconi ya ocupaba todo: la pequeña y la gran pantalla, un periódico y una editorial, los seguros y las finanzas, las tiendas de distribución... y el fútbol

 

No había nada en la vida del Belpaese ajena a los tentáculos del ‘Berlusca’, con su hiperactivismo milanés y la tendencia a olvidarse de las leyes: todo ocupado, desde la pequeña pantalla (Mediaset) hasta la grande (casa de producción y distribución Medusa), desde los seguros (Mediolanum) hasta las finanzas (Fininvest), las tiendas de gran distribución (Standa), para acabar en el el negocio más conocido del imperio berlusconiano, el equipo de fútbol del Milán. Y además, un periódico (‘Il Giornale’, historicamente una especie de ‘La Razón’) y una editorial de libros, Mondadori.

Queda claro que Berlusconi en enero de 1994 es una superpotencia que decide entrar en el mundo de la política y no a lo De Coubertin, con espíritu olímpico de «Lo importante es participar»: llega para ganar y lo explica bien en su mensaje, ha decidido que no quiere «vivir en un país no liberal, gobernado por fuerzas no maduras y por hombres conectados con un pasado política y económicamente desastroso».  

Se refiere con ello a la izquierda post-comunista, que en aquel invierno de 1994 tiene una gigantesca alfombra roja para ganar las elecciones programadas para marzo: dos meses para dar la vuelta y lograr «un nuevo milagro italiano», así es como termina el video-mensaje.

Léxico futbolístico

Aquella fue la discesa in campo, primera metáfora futbolística utilizada por Berlusconi, que gracias a los resultados con el Milán conocía bien a sus potenciales electores: todos los que habían visto, siendo tifosi milanistas o rivales, que el equipo rossonero no acababa de ganar en Italia, en Europa y en el mundo.

El otro sería utilizar un grito que se oía en las gradas de los estadios, ‘Forza Italia’, es decir ‘Aupa Italia’. Lo haría suyo para bautizar a su nuevo partido, fundado en un pis pas por su mano derecha, Marcello Dell'Utri, palermitano que sería condenado por sus conexiones con la mafia siciliana: el amigo de los amigos.  

Por contra, la mano izquierda de su imperio sería Fedele Confalonieri, que años después admitiría que en realidad Berlusconi había decidido entrar en política por dos razones: Mediaset estaba a un paso de la quiebra, y sobre todo los jueces que estaban investigando sobre la colosal corrupción de aquel periodo en Italia, el escándalo de Tangentopoli, habían ido claramente a por él, como financiador oculto de varios partidos involucrados en robos de miles de millones.

Sin embargo, Berlusconi, como muchos analistas subrayan, encontró una ocasión sin precedentes, «echándose hacia la derecha» y sobre todo posicionándose contra la izquierda. Y es que aquel bando estaban huérfano de líderes después de la desaparición de la Democrazia Cristiana, el gran partido conservador que había acumulado votos y escaños durante medio siglo. Se le sumaban los problemas con la ley del Partido Socialista y de su jefe absoluto, Bettino Craxi, amigo íntimo de Berlusconi y facilitador de la legalización de las redes televisivas privadas.

La derecha italiana oscilaba entre los post-fascistas y la recién nacida Liga Norte; ‘Berlusca’ hizo de aglutinador y de paso se benefició de la ley electoral

 

En aquel momento la derecha italiana oscilaba entre dos extremos: los post-fascistas de Alleanza Nazionale (donde uno de los rostros más reconocibles era el actual presidente del Senado, Ignazio La Russa) y la recién nacida Liga Norte, todavía separatista y muy fuerte en el norte, donde era ni más ni menos que el partido más votado en Lombardía.

¿Cuál fue la estrategia política de ‘Berlusca’? Hacer de aglutinador y aprovecharse de paso de una ley electoral que favorecía las alianzas, aunque forzadas: reunir los electores de la Democrazia Cristiana y parte de los socialistas y con esa mochila de votos juntarse con AN y la Liga, dejando claro que las cartas las iba a repartir él, con sus televisiones y otros medios de comunicación.

Objetivo final: convertir a Italia en una especie de fotocopia del Milán o de Mediaset, donde todo pudiese parecer bien y, a ser posible, alcanzar un final glorioso y victorioso. El gran ilusionista y vendedor iba a empezar su época dorada gracias también a una izquierda ingenua y pomposa, que en primer lugar no se tomaría en serio la decisión del Cavaliere y que finalmente fracasaría en las urnas entre el 27 y el 28 de marzo de 1994.

Caricaturas

De aquella «bajada al campo» y del supuesto «milagro italiano» quedan para la memoria también las caricaturas. En el primer caso, se recuerda un célebre sketch del actor Roberto Benigni durante un programa en la mismísima televisión pública: «Mi padre también cuando yo era un jovencito, cada noche a las nueve, como no teníamos el baño en casa al ser campesinos, cogía un trozo de papel para limpiarse el culo y salía fuera diciéndonos: Bajo al campo. Y cuando ha visto el video de Berlusconi me ha llamado para decirme: Este tío, con todo el dinero que tiene, ¿no ha podido construirse un baño en casa?».

 

 

Sobre la segunda, en aquel año 1994 se estrenó en las salas una película cómica titulada por supuesto ‘Miracolo italiano’, ‘Milagro italiano’, una expresión que se puso totalmente de moda en las semanas posteriores a la «bajada al campo» de Berlusconi, como si fuera un hashtag en las actuales redes sociales.

Se trata de una peli de absoluto culto aunque extremadamente cutre, compuesta por varios episodios sin mucho sentido ni conexión entre ellos. Sin embargo, sí destaca uno en que durante una comida la novia de uno de los miembros de una gran familia toscana se descubre en realidad como hombre, es decir transexual. Sintiendo vergüenza escapa a una playa cercana, pero cuando sale del agua, desnuda como la Venus del cuadro de Botticelli, todo parece volver a la «normalidad» y el abuelo del novio sentencia: «Esto sí que es un milagro italiano»


Todo grotesco, todo absurdo, sí: como los casi 30 años del Silvio Berlusconi protagonista absoluto del panorama político del Belpaese.