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Los Goya desprecian la sutileza y encumbran la obscenidad

La directora Estibaliz Urresola posa con los Goya a Mejor Guión Original y Mejor Director Novel por '20.000 especies de abejas'. (Raúl TERREL | Europa Press)

El cineasta colombiano Luis Ospina acuñó el concepto pornomiseria para referirse a esos directores que explotan la desdicha como herramienta narrativa buscando legitimar su mirada y darle una dimensión moral a su obra. La pornomiseria es obscena porque se regodea en el dolor con vistas a dejar al espectador sin capacidad de respuesta, lo que le incapacita para cuestionar el ejercicio de manipulación emocional al que está siendo sometido y le predispone a favor de esas imágenes celebrando su crudeza como ejemplo de osadía. ¿Hay acaso un modo más incontestable de aproximarse al dolor humano que con el primer plano de un rostro entumecido, machacado, quemado y encostrado mientras nuestros tímpanos son sometidos a una serie efectos de sonido hábilmente orquestados y a una música invasiva que nos enfatiza lo épico del drama en cuestión?

Anoche, la Academia estatal de Cinematografía se entregó a ese cine enfático donde lo evidente se impone sobre lo sutil. Algunos lo llaman mainstream, otros «cine de gran espectáculo», pero el adjetivo que mejor define una película como ‘La sociedad de la nieve’ es el de pornomiseria. Ante la avalancha de galardones conquistados por el filme de J.A. Bayona (diez de los primeros doce que se entregaron, a los que luego se sumarían los de mejor director y mejor película) poco espacio quedó para la delicadeza, para ese otro cine íntimo, susurrado, hondo, encarnado en propuestas como ‘20.000 especies de abejas’ o ‘Cerrar los ojos’.

La película de Estibaliz Urresola al menos pudo consolarse con tres galardones, los que ganó su directora como mejor cineasta novel y al mejor guion original y el de mejor actriz de reparto para la gran Ane Gabarain, pero ‘Cerrar los ojos’ solo alcanzó la pedrea del de mejor actor de reparto para José Coronado. Que J.A. Bayona se hiciera con su tercer Goya como mejor director dejando sin reconocimiento a uno de los autores más trascendentes de la historia del cine europeo como Víctor Erice resulta, simple y llanamente, insultante.

«¡Se acabó!»

En el momento de recoger su Goya como directora novel de manos de Alauda Ruiz de Azúa y Jaione Camborda, Urresola fue de las pocas galardonadas en llevar a cabo un discurso abiertamente reivindicativo: «Es muy emocionante recibir este regalo de manos de dos grandes directoras que me precedieron. Cada vez somos más y cada vez tenemos más fuerza para decir ¡se acabó!». Además, Urresola apostilló que ‘20.000 especies de abejas’ es una película que habla de la importancia de nombrar las cosas de manera apropiada de ahí que se aventurase a afirmar «lo que está ocurriendo en Gaza se llama genocidio y hay que pedirle a nuestros políticos que lo detengan».

Por su parte, Ane Gabarain, también se mostró reivindicativa tras obtener su Goya de manos de Sofía Otero, que no pudo contener las lágrimas al entregar el premio a su tía abuela en la ficción. La intérprete donostiarra quiso brindarle su galardón «a la comunidad trans porque acercarme a su lucha con esta película me ha hecho mejor actriz y mejor persona ¡viva la diversidad!»

Tras la ceremonia, en un encuentro con periodistas, Estibaliz Urresola confesó que «hacer cine es un privilegio, lo mismo que el hecho de que te den un premio o que te den el micro, tienes un altavoz que otra persona no tiene y yo soy parte de un tejido social enfurecido ante determinadas coyunturas, mis reivindicaciones tras recoger el premio reflejan un poco eso».

Lejos de sentirse decepcionada por concretar únicamente tres de las quince candidaturas que tenía su película, Urresola confesó que «estos premios los tomo como una especie de bienvenida a la industria, por lo tanto estoy muy agradecida». La cineasta reconoce que este año había mucho nivel entre las películas candidatas: «Cuando una de tus actrices no gana el premio pero luego ves quien lo gana, hay poco que decir». Para la directora «las quince nominaciones que teníamos reflejan el cariño que la película había suscitado y el deseo de apoyarla en todas las categorías que fuera posible, pero ese deseo no quita para que a la hora de votar, los académicos hayan tenido otras preferencias». De todas formas, Urresola insistió en que hay que relativizar este tipo de galardones: «Un premio no hace mejor una película ni nos puede hacer mella a quienes las hacemos».

Dos estatuillas para ‘Robot Dreams’

Los tres Goyas obtenidos por ‘20.000 especies de abejas’ no fueron los únicos reconocimientos al cine vasco. Pablo Berger logró dos estatuillas con ‘Robot Dreams’, la de mejor película de animación, previsible, y la de mejor guion adaptado, sorpresiva, sobre todo porque fue el único premio que se le escapó a ‘La sociedad de la nieve’. A la hora de recibir el primero de estos galardones, Berger quiso agradecérselo a las salas de cine que apostaron por exhibir su película: «¡Larga vida al cine en los cines!» exclamó el director, que quiso compartir el Goya con las más de 500 personas que intervinieron en la película.

También en el apartado de cortometraje de animación triunfó un film con financiación vasca, ‘To bird or not to bird’, producida por Iván Miñambres, que volvió a imponerse en esta categoría por segundo año consecutivo. Adicionalmente, Janet Novás hizo bueno los pronósticos y se hizo en el Goya a la mejor actriz revelación, el único al que aspiraba ‘O Corno’, el film de Jaione Camborda que se alzó con la Concha de Oro en Zinemaldia,

En total, el cine vasco se hizo con seis Goya, una cantidad nada despreciable pero que sabe a poco tras las expectativas que había suscitado el film de Estibaliz Urresola, que, tras haber iniciado su recorrido triunfando en la Berlinale, corrió la misma suerte que tuvo el año pasado ‘Alcarrás’, desdeñado frente a otro filme epatante como ‘As bestas’.

Si atendemos a lo ocurrido en estas dos últimas ediciones de los Goya, parece claro que la Academia estatal de cinematografía ha preferido apostar por lo industrial antes que por lo artístico pensando, quizá, en la urgencia de devolver al público a las salas y en que una película como ‘La sociedad de la nieve’ constituye un ejemplo a seguir en este sentido. No obstante, semejante razonamiento es hacerse trampas al solitario. ‘La sociedad de la nieve’, una producción con un presupuesto de 60 millones de euros, no puede ser un modelo a seguir en un sector enormemente precarizado donde las películas de clase media han desaparecido de catálogo.  De ahí que películas como ‘20.000 especies de abejas’, ‘Creatura’, ‘Matria’, o ‘Un amor’ o se antojen mejores espejos para mirarse.