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Olivier Assayas, Lena Dunham y Gael García Bernal sudan la gota gorda en el Festival de Berlín

‘Treasure’, ‘Hors du temps’ y ‘Another End’ son tres patinazos unidos por las grandes expectativas, las buenas voluntades y las pocas nueces.

Micha Lescot, Olivier Assayas y Vincent Macaigne en Berlín. (John MACDOUGALL | AFP)

Cuando los titulares miran al genocidio israeliano en Gaza, Lena Dunham y Stephen Fry presentan en la politizada Berlinale una película sobre el dolor del pueblo judío. En la rueda de prensa Dunham, también productora ejecutiva, se ha amparado en la transversalidad de la denuncia: «Hay una cantidad impactante de retórica antisemita, retórica islamófoba, transfóbica: el objetivo es aislar a las personas, hacerlas sentir inhumanas». Como bien sabrá Albert Serra, miembro del Jurado Internacional, siempre es más seguro ampararse en titulares grandilocuentes (y vacíos) que ser juguetón.

Lena Dunham y Stephen Fry arreglan cuentas con el Holocausto

Ver al cómico británico en la piel tatuada de un superviviente del Holocausto, cantando karaoke en polaco y reclamando sus raíces en Łódź –«igualita que cuando era joven»– puede ser una experiencia algo rara… Como cuando Penélope Cruz ha sido colombiana o Lady Gaga una mamma Gucci. Supongo que su casting, desencajado, cuaja bien con el tono desmarañado de ‘Treasure’, la nueva película de Julia Von Heinz (‘Y mañana el mundo entero’).

Fry viaja al Łódź de su juventud al lado de su hija (Dunham), una investigadora acomplejada por su físico, así como por una culpa –histórica, familiar– que no logra procesar. Naturalmente, lo que debería ser un viaje de convivencia familiar enseguida se vuelve la demostración evidente de las diferencias que separan a un padre que ha crecido en la miseria y su hija, insatisfecha. No obstante, lo que en el ‘Toni Erdmann’ de Maren Ade (su pariente inmediata) resulta en un equilibrio tonal perfecto entre el drama y la comedia, siempre con la incomodidad por bandera, aquí pierde aguas por un guion que no cuaja en ninguno a pesar de sus buenísimas voluntades.

Olivier Assayas aprende del confinamiento… Cuatro años más tarde

Si cuatro años de perspectiva han dado al cineasta responsable de ‘Personal Shopper’ realmente alguna cosa que añadir al nutrido canon de historias acerca de la crisis del coronavirus es algo que puede discutirse. En ‘Hors du temps’ (‘Fuera del tiempo’), vuelve al confinamiento de dos hermanos y sus respectivas parejas en la casa de campo de la familia, una residencia que –tal como narra el propio Assayas en voz en off– ha permanecido intocada, en un limbo fuera del tiempo. Allí, apoyados en largas charlas-paseo, los parientes se darán cuenta de que, aunque compartan intereses y trasfondo, son personas radicalmente opuestas...

El mayor (Vincent Macaigne), especie de alter ego de Assayas y casi continuación de su personaje en la serie ‘Irma Vep’, es la principal brocha del cineasta para ilustrar el frágil equilibrio entre los polos de la ineptitud emocional: el inmovilismo y el tembleque. Macaigne, en efecto, se ha postulado como el gran orfebre de la neurosis ilustrada, sobre todo gracias al cine de Emmanuel Mouret (‘Crónica de un amor efímero’), heredero de la musicalidad conversada de Éric Rohmer o la autobiografía de Mia Hansen-Løve. Y ‘Hors du temps’ tiene algo de la lucidez de ambos, sobre todo cuando nuestros oídos se acostumbran al paso sincopado que tejen las disparadísimas ráfagas de diálogo. Pero conocemos de sobras estos destellos, como pequeños simulacros de lo que es normalidad en otros.

Gael García Bernal, Bérénice Bejo y Renate Reinsve, mustios en ‘Another End’

Dibujamos una línea desde ‘Olvídate de mí’ o ‘Her’ a través de los lamentos amorosos (masculinos) mediados por la máquina y, finalmente, llegamos a ‘Another End’... El retrato intensísimo de Piero Messina alrededor de un hombre (García Bernal) que trata de procesar la pérdida de su esposa fallecida implantando la consciencia de ella en el cuerpo de una gogó (Renate Reinsve, en su segunda película a Competición). Pero este segundo adiós –nadie lo esperaba– cuesta más de lo pensado. Bérénice Bejo aparece en algunas escenas como muleta emocional de un protagonista con la inteligencia emocional de un zapato, aunque no salva el calvario seudo filosófico y ligeramente perturbador que resulta de la mezcla.