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Berlín se encalla entre su ciega fidelidad a Tel Aviv y el genocidio palestino

El tripartito del canciller Scholz ha atado su suerte a la del gabinete de guerra israelí de Netanyahu. El rechazo rotundo de este último a la «solución de dos Estados» y su intención de entrar en Rafah hace naufragar la política exterior alemana. Berlín se aísla internacionalmente, como en 1914.

El presidente israelí, Isaac Herzog, con el canciller alemán, Olaf Scholz, se estrechan la mano en Munich, el 17 de febrero. (Sven HOPPE | AFP)

El término Nibelungentreue (lealtad de los Nibelungos, una tribu germana) describe una fidelidad ciega y absoluta, excesiva y hasta autodestructiva. Esta actitud caracteriza la relación del Imperio alemán con el austro- húngaro de principios del siglo XX. Ciegamente unidas, ambas monarquías desencadenaron la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que culminó en su destrucción.

En la reciente Conferencia de Seguridad de Munich, nadie como el canciller socialdemócrata Olaf Scholz (SPD) mostró semejante fidelidad con su homólogo israelí, Benjamin Netanyahu. Cuando la periodista estadounidense Hadley Gamble le preguntó por las pruebas de que Israel cumple el derecho internacional, el jefe de Gobierno le respondió: «Les pedimos que lo hagan».

Su respuesta evidencia tanto la falta de liderazgo de su gestión como el callejón sin salida de Berlín desde que convirtió la seguridad de Israel en su «razón de Estado» en 2008. Al mismo tiempo, elimina los dos conceptos que han caracterizado la política exterior de la RFA desde su fundación en 1949, coherencia y previsibilidad. «Debemos a nuestros amigos y aliados, y a todos nuestros vecinos, una política clara, coherente y previsible», prometió el canciller Helmut Kohl (CDU).

Justo en las dos guerras –Ucrania e Israel– a las que el tripartito del SPD, Verdes y liberales (FDP) ha arrastrado a Alemania desde la segunda fila han caído la coherencia y previsibilidad, porque Berlín mide ambos conflictos con baremos diferentes. La arbitrariedad ha vuelto a recuperar su lugar en la política exterior, ya que respecto a Moscú y a Tel Aviv se interpreta de forma diferente el derecho internacional humanitario.

Más de cuatro meses de ofensiva militar sobre Gaza y ya rozando los 30 000 palestinos muertos, la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, sigue al lado de Netanyahu marcando las pautas: «Si los terroristas de Hamas tuvieran una pizca de compasión por las mujeres, hombres y niños palestinos que sufren los combates en Gaza, depondrían las armas inmediatamente». Exactamente lo mismo exige el gabinete de guerra israelí para no invadir Rafah.

Más lejos fue el líder de la oposición en el Bundestag y jefe de la CDU, Friedrich Merz. «Es cierto que hay víctimas civiles y que seguirá habiéndolas», afirmó tras su encuentro con Netanyahu, y añadió que, «personalmente, le he dicho al primer ministro que lo apoyo plenamente».

Ante tanta fidelidad, a este le resulta fácil negar la unilateral «solución de dos Estados». Tanto EEUU como Alemania la ven aún viable aunque Israel ha destruido sistemáticamente la infraestructura básica en Gaza sin la que los palestinos no podrán existir en un Estado propio. El grado la destrucción solo les deja dos opciones: morir en Gaza o el éxodo.

Aunque, o precisamente porque, los hechos indican que «despalestinizar» Gaza parece ser el objetivo principal de Tel Aviv, Berlín mira para otro lado. El Ministerio de Exteriores niega tener conocimiento de que Nicaragua anuncia que demandará ante la CIJ a Alemania, EEUU y otros países por colaboración en el genocidio. Si bien con los procesos de Nuremberg contra sus criminales de guerra nazis y el anterior genocidio de los herreros en Namibia, Alemania tiene antecedentes, el paso de Managua no interesa a los medios tradicionales del país. Han de ser outsiders como Florian Warweg, del portal ‘Nachdenkseiten’, quienes hacen las preguntas pertinentes.

Si no fuera por redes sociales como X nadie se enteraría de esa otra realidad que el tripartito quiere ocultar. Según un sondeo de la TV estatal ZDF, más del 60% no comparte cómo Israel lleva su guerra contra Palestina y solo un 30% lo respalda. Por suerte para el Gobierno de Berlín, no hay ningún partido que dé voz a esa mayoría social. El miedo a ser tachada de «antisemita» hace que demasiada gente se calle. Solo a puerta cerrada y con personas de confianza se puede tratar el tema.

Mientras tanto, Berlín intenta con gestos persuadir a Tel Aviv que dé su brazo a torcer. Por eso, invitó al presidente israelí, Isaac Herzog, a Munich. Antes, conversó con su homólogo alemán, Frank-Walter Steinmeier, en la capital federal. Herzog rechaza la solución de dos Estados porque la considera «una recompensa para Hamas». Aunque mostró cierta compasión por el sufrimiento de los palestinos, dejó claro que «ante todo debo proporcionar seguridad a nuestro pueblo». Del dicho al hecho. Las cámaras le captaron escribiendo en un obús: «Contamos con vosotros». Los organizadores de la cita de Munich intentaron equipara su presencia con la de la exministra de Exteriores israelí y crítica con Netanyahu, Tzipi Livni, a quien, no obstante, se le buscó y preguntó por crímenes de guerra cometidos en 2008.

Berlín se atrinchera en su callejón sin salida, aislándose de nuevo internacionalmente, como en 1914, en vez de ofrecer soluciones.