Votar a la izquierda soberanista, el paulatino final de un tabú
Aunque está por ver el tamaño del reajuste, todas las encuestas coinciden en señalar un descenso del PNV y un auge de EH Bildu, una coalición que, pese a la trayectoria ascendente de los últimos años, todavía generaba una importante animadversión en parte de la población.
Más allá de los resultados concretos de las elecciones al Parlamento de Gasteiz el próximo 21 de abril, sobre los que es fútil hablar en estas fechas, las encuestas publicadas hasta ahora coinciden en señalar un importante descenso del PNV y un considerable auge de EH Bildu. De confirmarse, los análisis que intenten explicarlo inundarán las páginas de los periódicos en los días siguientes, pero podemos intentar adelantar algunas respuestas.
Como siempre, no habrá una sola causa que explique lo ocurrido. El desgaste de los años de Urkullu, la preocupación ciudadana en temas como la vivienda o la salud, así como la actuación de EH Bildu allí donde resulta decisivo –ya sea al frente de numerosos ayuntamientos, en la gobernabilidad de Nafarroa o en el Congreso de los Diputados–, explican en parte la coyuntura que puede llevar a la izquierda soberanista a romper su techo.
Hay, sin embargo, elementos estructurales de largo recorrido que también ayudan a explicar los paulatinos cambios en el mapa electoral. Uno de ellos tiene más que ver con el paso del tiempo y el relevo generacional que con la política de forma directa. En parte.
Expliquémonos. La tendencia ascendente de EH Bildu no es nueva, pero los trabajos demoscópicos han señalado sistemáticamente que la izquierda soberanista provocaba una animadversión muy pronunciada en una parte importante de la población. Es decir, EH Bildu ha ido ganando nuevos apoyos, pero también ha sido el partido que más anticuerpos generaba en varias capas de la población.
Pero el paso de los años, la distancia respecto al conflicto armado y la posición mantenida durante el postconflicto pueden estar diluyendo esa animadversión. Al menos hasta un punto equiparable al del resto de partidos. De no ser así, sería difícil estar hablando de la posibilidad de sorpasso.
Cambios en marcha
En las encuestas postelectorales del CIS, que, a diferencia del Gabinete de Prospección Social de Lakua, sí incluyen en sus informes las respuestas sobre el recuerdo de voto desglosado por edades, hay señales que sugieren que, efectivamente, esos anticuerpos se diluyen.
Sobre estas líneas hay un ejemplo, correspondiente al sondeo elaborado tras los comicios del 12 de julio de 2020. A las 3.000 personas encuestadas se les preguntó por la probabilidad de votar alguna vez a los diferentes partidos, y las diferencias por edades son notables. En una escala en la que 0 significa que «no lo votaría nunca» y en la que 10 significa que «lo votaría siempre», la media del PNV es de 4,9, la del PSE de 4,1 y la de EH Bildu baja al 3,6, una cifra que deja entrever la citada oposición generada por la izquierda soberanista. Se ha dejado fuera al resto de partidos porque, al ser minoritarios, obtienen medias bastante bajas.
Por edades, sin embargo, el reparto es muy diferente. EH Bildu obtiene la mejor puntuación, con notable diferencia, en las franjas que van desde los 18 hasta los 34 años. Entre los 35 y los 44 empata con el PNV y supera con creces al PSE, y no es hasta la franja entre los 45 y los 54 cuando pasa a tercer lugar. Entre los mayores de 65 años, por el contrario, su puntuación se hunde.
Pese a la tendencia que apunta a que las nuevas generaciones de hombres –a diferencia de las mujeres– vienen más conservadoras, suele ser habitual que un partido de izquierda reciba mayor simpatía entre la juventud. Pero recordemos que no se trata tanto de adivinar a quién va a votar la gente, sino de detectar esa animadversión hacia EH Bildu. Esos anticuerpos no aparecen ya hasta las últimas franjas de edad. Cuatro años más tarde, pueden haber retrocedido todavía más para este 21A.
Evolución desde 2012
Encontramos indicios de esta posible evolución al comparar las encuestas postelectorales del CIS tras las elecciones al Parlamento de Gasteiz de 2020 y de 2016. No muestran un cambio radical, pero apuntalan una tendencia que, de mantenerse en las elecciones de abril, explicará en buena medida el auge de la izquierda soberanista. Se trata del recuerdo de voto manifestado por los encuestados tras las elecciones autonómicas. Es decir, lo que dicen haber votado. En este caso limitamos la comparación a EH Bildu y PNV, al ser las dos fuerzas que se juegan la hegemonía electoral.
Hay saltos de cierta consideración en las cifras de una encuesta a otra, quizá porque en 2016 los cuestionarios se realizaron mediante entrevista personal en los domicilios, mientras que en 2020 se realizaron mediante entrevista telefónica asistida por ordenador. Pero estos cambios no afectan a lo que se pretende señalar. En 2016, EH Bildu fue la fuerza más votada en la franja que va desde los 18 años hasta los 34, y el PNV se impuso ya a partir de los 35. Cuatro años más tarde, sin embargo, el punto en que ambas fuerzas se cruzan se movió y, en cierta manera, «envejeció». EH Bildu ganó entre los 18 y los 44 años, y el PNV a partir de los 45.
Si esta evolución se mantiene el 21A, podría decirse sin demasiadas dudas que votar a la izquierda soberanista ha dejado de ser algo parecido a un tabú, lo cual convierte en más real la disputa por la victoria electoral y podría, también, ir abriendo el abanico de las posibilidades postelectorales.