Investigan la muerte de un hombre de 36 años que estaba en manos de los Bizkor de la Ertzaintza
La muerte de un hombre de 36 años en una intervención de los Bizkor de la Ertzaintza en Astigarraga, teóricamente en su auxilio tras un brote sicótico por consumo de droga, arroja datos inquietantes y pone en tela de juicio esa praxis. El caso está denunciado en el juzgado y notificado al Ararteko.
«Si no llegan a venir los ertzainas y es bajado a la ambulancia, como era la intención de los municipales de Astigarraga, Eneko hoy seguiría vivo». Quien lo asegura con rotundidad es la compañera de Eneko Valdés, fallecido el 2 de febrero en una intervención del grupo especial Bizkor de la Ertzaintza de la que no ha habido noticia oficial alguna transcurrido ya más de mes y medio.
Lanza varias preguntas al aire, conteniendo las lágrimas: «¿Es esta la policía que tiene que proteger y ayudar? ¿Una policía que reduce a una persona asustada y desarmada, hasta la muerte? Pasan exámenes físicos, sicológicos... ¿y no son capaces de distinguir entre una amenaza y un auxilio? Da mucho que pensar», concluye.
NAIZ ha accedido a las duras imágenes de cómo quedó el cuerpo de Valdés tras los hechos y presenta aquí solo algunas de ellas. También a la autopsia, que detalla múltiples lesiones pero no aclara las causas exactas del fallecimiento. El Departamento de Seguridad no dio cuenta públicamente del hecho, pero paradójicamente sí lo sometió a dictamen de la Comisión de Control y Transparencia, que ha evitado posicionarse con un argumento sorprendente que luego se detallará.
Por su parte, allegados de Eneko Valdés han presentado una denuncia en el Juzgado de Instrucción número 5 de Donostia y también han comunicado lo ocurrido a la oficina del Ararteko, con una reunión. Ambas instancias han emprendido las diligencias correspondientes y el Ayuntamiento de Astigarraga está colaborando con ellas, según ha podido confirmar NAIZ.
Los hechos
El fatal desenlace se desencadenó a primera hora de la tarde del 2 de febrero en la plaza Kontxa Etxebarria de Astigarraga. Su compañera, con la que convivía pero que en ese momento estaba trabajando, explica que Eneko Valdés sufrió un brote con «delirios y paranoia persecutoria» a causa de un consumo de cocaína «esporádico, nada habitual». Sentía que unas personas le disparaban, estaba aterrado, fuera de control, hasta el punto de que salió al balcón pidiendo auxilio y se descolgó por ahí del segundo al primer piso.
«Viendo lo asustado que estaba, los vecinos le preguntaron si querían que llamase a la Policía y él contestó que sí. La Policía Municipal de Astigarraga llegó y enseguida se dieron cuenta del estado de Eneko. Intentaron tranquilizarle, situándose entre él y los supuestos atacantes que veía, diciéndole que no dejarían que nadie le hiciera daño y que enseguida lo bajarían a la ambulancia», continúa.
La situación parecía ir encauzándose, con la colaboración añadida de una vecina que es enfermera y llegó en ese momento. Pero fue casi simultáneamente, explica, cuando aparecieron los primeros ertzainas y anunciaron que se hacían cargo de la situación. Eneko Valdés era entonces asistido en el rellano de la escalera. Poco después llegaron los agentes de la unidad de intervención rápida Bizkor, y a partir de ahí se produce un espacio de total opacidad, puesto que la enfermera es conminada a alejarse y otro tanto ocurrirá poco después con la pareja de Valdés al regresar a casa tras su jornada laboral.
Unos 40 minutos después, está muerto.
La mujer detalla que cuando llegó y captó la situación intentó lógicamente acercarse a Eneko Valdés, cuyos «gemidos de dolor» escuchaba. Una ertzaina del grupo Bizkor se lo impide y le hace saber que «yo soy la autoridad». Otro agente baja a continuación y le transmite «que esté tranquila, que Eneko está bien». No le permiten verle.
La Ertzaintza insiste en que tiene que registrar la vivienda por si hay alguna persona más dentro, por lo que obliga a la compañera de Valdés a bajar al portar y subir al segundo piso en ascensor, sin pasar por el descansillo en que hay ya un montón de ertzainas junto a Valdés. «En el ascensor, un ertzaina me dice que Eneko tiene mucha fuerza y que les ha costado mucho reducirle», añade.
Minutos después, Eneko Valdés es sacado finalmente a la ambulancia, en camilla e inerte. La enfermera del primer piso, que está fuera del portal, percibe que está muerto y escucha además a los sanitarios decir que no tiene pulso. Este es el vídeo de ese momento grabado por vecinos.
En la información trasladada a la Comisión de Control, la Ertzaintza sostendrá que falleció en la ambulancia, no en el rellano, y añadirá que la intervención consistió en una mera «inmovilización» mediante «sujeción de manos y pies con el fin de evitar acciones descontroladas y violentas».
Las lesiones y las huellas
¿Cuáles eran exactamente las lesiones que mostraba el cadáver de Eneko Valdés? NAIZ las ha podido contrastar por dos vías: las imágenes sacadas por sus allegados en el tanatorio, donde se aprecian golpes por todo el cuerpo pero especialmente en la cabeza y un brazo, y la autopsia del Servicio de Patología Forense, realizada el 5 de febrero (tres días después del fallecimiento).
En esta se detallan múltiples erosiones, abrasiones, equimosis... También «infiltrado hemorrágico en región frontal y supraciliar derecha» que, a tenor de las marcas apreciables en las fotografías, parece producto de golpes con porra que rodean la frente. Y tiene tres costillas rotas y otras dos lesionadas.
Expertos en la materia consultados por los allegados de Valdés y que han analizado las imágenes aprecian marcas compatibles con pistola Taser, que dejan una señal muy característica: dos puntos. En 2018 se publicó que la unidad Bizkor había utilizado por vez primera esta arma para reducir a una persona atrincherada en Gasteiz.
Los protocolos de la Ertzaintza al respecto son opacos, como reflejaba este reciente artículo de Ibai Azparren en NAIZ que añadía que las Taser están muy desaconsejadas para usarse contra personas bajo los efectos de las drogas, con enfermedad mental, en estado de agitación, con problemas de corazón o muy delgadas.
¿Qué le mató?
Llegados a este punto, ¿qué provocó exactamente la muerte de Eneko Valdés Novoa? ¿Fue una parada cardiorrespiratoria derivada del consumo de drogas, de la intervención policial o de ambos factores sumados? El Servicio de Patología Forense señala en su autopsia que no puede determinarlo «en este momento».
Pospone una valoración más exacta a los estudios complementarios solicitados, de carácter toxicológico e histopatológico. Pero también se solicita «información referente a la actuación medico-asistencial», que desde la llegada de la unidad Bizkor quedó en sus manos.
La compañera de Valdés introduce un último matiz, en respuesta al único medio que hasta ahora ha dado cuenta de este caso (Eldiario.es, informaciones publicadas los días 29 de febrero y 6 de marzo): «Eneko no estaba detenido. Tampoco iba armado, ni había amenazado ni agredido a nadie. Simplemente estaba asustado. Él fue quien solicitó la asistencia de la Policía».
Define a Eneko Valdés como «un chico leal, cariñoso, protector, divertido, risueño, amigo de sus amigos, deportista, emprendedor, carismático... Se comía el mundo. Hay tantas cualidades positivas que lo definen... Era una persona que odiaba las injusticias y sus valores eran el motor de su vida».
Silencio y Comisión
No es la primera vez que en nuestro entorno se producen este tipo de fallecimientos en intervenciones policiales para reducir a personas bajo consumo intensivo de drogas y en grave estado de agitación. Dos de los casos recientes más conocidos han ocurrido en sendas actuaciones de Mossos d’Esquadra. La diferencia en este caso estriba en que no ha habido comunicación oficial de lo ocurrido por parte de la Ertzaintza, que sí notifica a diario cuestiones menores como arrestos, incidencias de tráfico, previsiones meteorológicas...
El Departamento de Seguridad no difundió siquiera el acuerdo de la Comisión de Control y Transparencia adoptado el 28 de febrero sobre este caso, pese a que aparentemente le avalaría. Este órgano –creado en 2021, adscrito al propio Departamento y presidido por el expresidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco Juan Luis Ibarra– vino a lavarse las manos al determinar que «no hay suficientemente elementos de juicio que permitan concluir que el fallecimiento tuviera lugar en el curso de una situación de custodia policial».
En consecuencia, estima que no es pertinente una actuación de oficio y se limita a pedir a Seguridad que se informe de la evolución de la investigación. Pero si algo hay claro en torno a esta muerte es precisamente eso: que Eneko Valdés falleció cuando estaba en manos de la unidad Bizkor, y de nadie más.