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Entrevista
Evgeny Morozov
Doctor en Historia de la Ciencia

«Es necesario crear espacios para repolitizar el debate tecnológico»

Evgeny Morozov, doctor en Historia de la Ciencia por Harvard, es autor de varios libros sobre tecnología y política, además de conocido articulista. Ha estado en Bilbo de la mano de Euskal Herria Digitala, donde ha abordado la necesidad de establecer una nueva agenda tecnológica para la izquierda.

Evgeny Morozov (Aritz LOIOLA | FOKU)

Usted hace mención a la necesidad de fijar una nueva agenda tecnológica en la izquierda. ¿Qué relación mantiene la izquierda con la tecnología hoy día?

Una relación muy superficial. En el pensamiento de izquierdas no se aborda en profundidad el tema de la tecnología. Continuamos con las metáforas que presentan los temas digitales ligados a ámbitos como la libertad de expresión, la diversidad..., hablamos de las consecuencias de internet como medio de comunicación, pero internet no es un medio de comunicación, es un conjunto de infraestructuras y plataformas digitales que deben su existencia a razones geopolíticas y geoeconómicas. El problema de la izquierda es la falta de un pensamiento capaz de utilizar las tecnologías como herramienta económica y de transformación.

¿A qué se debe esta postura?

He publicado un podcast sobre la experiencia chilena con Salvador Allende, Santiago Boys, y es evidente que en los años 60-70 hubo un enfoque más geopolítico y geoeconómico, capaz de entender la tecnología como campo de batalla entre bloques económicos. En América Latina, el debate sobre la tecnología fue incluido en el debate sobre el desarrollo nacional, el desarrollo económico y social, la industrialización... También se abordó la dependencia económica y tecnológica. En Europa hace 50-60 años que este debate no existe, hoy se aborda la tecnología desde el punto de vista de la expresión, y sin tener ese background, esa experiencia, es muy difícil imaginar otros modos de utilizarla, porque no hay un contexto geopolítico y económico adecuado en el debate de la izquierda. No hay un proyecto político, económico, que vaya más allá de la regulación del mercado, no hay un proyecto transformador.

 

«El problema de la izquierda es la falta de un pensamiento capaz de utilizar las tecnologías como herramienta económica y de transformación. No hay un proyecto que vaya más allá de la regulación del mercado, no hay un proyecto transformador»



La concentración del dominio tecnológico en unas pocas manos es un hecho. ¿Hasta qué punto es eso un riesgo?

Son los riesgos del proceso capitalista. Esta tendencia a la centralización es parte de los procesos capitalistas, en el caso de la industria tecnológica no hay nada excepcional. Está claro que en el periodo de los últimos quince años hemos asistido a las consecuencias de la crisis financiera de 2008, y otras industrias y mercados no han sido igual de atractivos que el de la economía digital, donde muchos fondos de inversión han puesto dinero. El problema es la falta de imaginación sobre modelos alternativos. Hay muchos elementos de las infraestructuras tecnológicas que podemos poner en manos públicas, también se puede crear mayor concurrencia entre empresas. Podemos crear infraestructuras digitales públicas donde la rentabilidad no sea el criterio a seguir.

Hace algo más de una década advirtió sobre “La locura del solucionismo tecnológico”. ¿En qué consiste ese concepto y por qué es una locura?

Podríamos explicarlo como la mercantilización de la política vía soluciones tecnológicas. Muchas empresas tecnológicas descubrieron hace años que podían ganar mucho vendiendo servicios al sector público, y también a los usuarios. Servicios para resolver problemas de salud, de educación, de transporte... Modelos de negocio donde la provisión de servicios de relevancia pública les permite ganar dinero y, sobre todo, crear la impresión de que los proveedores de las soluciones políticas pueden ser empresas privadas. Aquí, un aspecto importante es la falta de debate sobre los costes de las soluciones privadas a los problemas públicos y sociales.

Por otro lado, los modelos de las empresas tecnológicas tienen límitaciones enormes y normalmente el modo en que trabajan sitúa toda la responsabilidad en los usuarios, de modo que hay una individualización de los problemas colectivos y públicos. Esto es un problema enorme y es una consecuencia de la delegación a las empresas privadas de la función de resolver los problemas que nos atañen. La locura para mí consiste en la tendencia en el sector público de buscar estas soluciones, porque lo que hacen las empresas se basa siempre en la obtención de un beneficio, y hacen lo que tengan que hacer para ello.

Esta ideología digital muy utópica, que piensa que gente como Elon Musk puede resolver los problemas políticos del mundo, aporta legitimidad a estas empresas a las que tenemos que dar contestación.

Como alternativa a ese modelo de Silicon Valley, ¿juega un papel importante la soberanía tecnológica?

Sí... como forma de garantizar una posibilidad de lucha en el futuro. Porque, como he mencionado hoy la izquierda no tiene un proyecto alternativo y transformador, tiene un proyecto regulador, para humanizar un poco el mercado. La soberanía tecnológica es como una etapa para preservar la capacidad de hacer algo cuando, finalmente, superemos la ambigüedad que tenemos en nuestro pensamiento político.

Usted es fundador y editor de “The Syllabus”. ¿Qué es y qué objetivos tiene exactamente?

Es un modo de presentar al público la idea de que los modelos de Silicon Valley no son los únicos modelos para agregar, distribuir y enfatizar la información. Nosotros ahora tenemos una esfera pública donde los imperativos de la rentabilidad determinan casi todo. Porque los algoritmos de las empresas y de las plataformas digitales tienen la rentabilidad como objetivo final, y nuestro consumo de la información está también determinado por estos imperativos.

Por otra parte, está la retórica de que para crear una alternativa a Google, Facebook, Youtube, necesitamos mucho dinero, muchos recursos, que de lo contrario es imposible... “The Syllabus” es un modo de demostrar que con recursos pequeños es posible crear una plataforma con otros principios, y mostrar también a las autoridades públicas que no tienen motivos racionales para no entrar en ese campo, para no experimentar con otros modelos de distribuir la información. Si nosotros logramos crear un sistema como Syllabus con un equipo muy pequeño, con recursos que no son grandes, no veo por qué las instituciones no pueden hacer algo más ambicioso.

 

«Aceptamos la propaganda de Silicon Valley, sus las posiciones ideológicas. Presentan internet como un instrumento global que, en realidad, es la consecuencia del poder de los EEUU en los años 80 y 90, también el resultado de la victoria del neoliberalismo»



Ha teorizado mucho sobre internet, sus mitos, su cara oculta y las esperanzas infundadas en torno a ella. Pero es algo que está ahí y usamos a diario. Como individuos, ¿qué debemos hacer con internet?

No creo que los individuos, como consumidores o usuarios, puedan cambiar mucho. Es más importante crear los espacios intelectuales y físicos para repolitizar el debate tecnológico. Porque tenemos una situación en la que aceptamos casi toda la propaganda que viene de Silicon Valley, todos los talking points, todas las posiciones ideológicas... Presentan internet como un instrumento global que, en realidad, es la consecuencia del poder de los EEUU en los años 80 y 90, y también el resultado de la victoria del neoliberalismo. En Francia existía un proyecto como Minitel, y en Inglaterra hubo redes similares que pertenecían al sector público, que fueron destruidos tras la llegada de Thatcher. Es importante ofrecer otras perspectivas sobre la historia de la hegemonía de internet, una interpretación capaz de encontrar las semejanzas entre la historia de internet y la del neoliberalismo y el triunfo del mercado.

Es imposible entender el establecimiento de este protocolo tecnológico solo como la extensión de sus propiedades técnicas, como muchos teóricos de Silicon Valley proponen, ignorando el papel del Pentágono, la CIA, Wall Street y otros actores que tienen un papel político. Hay una lógica según la cual debemos aceptar internet como aceptamos el mercado, que es único, global y universal, y que solo podemos regularlo sin hacer ninguna modificación, pues cualquier modificación representa una amenaza para la libertad. Esa lógica no es muy racional.

Hay quien señala que la eclosión de internet y de las redes, que se supone que abren una ventana al mundo, paradójicamente ha aislado a las personas y provocado un mayor individualismo y una pérdida de visión comunitaria.

No creo que se puedan achacar los efectos particulares a algo tan fragmentado y heterogéneo. Hay un término específico, mediocentrismo, que es la perspectiva de analizar los efectos de cada medio como herramientas ya finalizadas, con su lógica particular, sin ninguna ambigüedad. En los años 60 muchos pensadores de izquierda imaginaron la televisión como una liberación, percibían la posibilidad de amplificar la voz de la contracultura. El problema es que todo eso fue destruido porque ellos no tuvieron una estrategia política para preservar estas posibilidades del medio. En el caso de internet es importante no tener esta perspectiva finalista, tenemos que contestarlo todo. A mi juicio, un mundo con dos mil Minitels conectados, con sus lógicas propias, sus valores y políticas, sería mejor que tener una red enorme donde debemos aceptar los valores de Silicon Valley. Habría que comenzar haciendo una evaluación realista de las necesidades que tenemos, no las necesidades que encierran los intereses del capital.

Si realmente se articula una alternativa al modelo imperante, y se fortalece, ¿cuál sería la respuesta de quienes sostienen el sistema actual?

Sobre esto hablo en el podcast Santiago Boys, porque cuando Allende intentó hacer este tipo de intervención con ITT, una empresa muy poderosa de EEUU, ellos casi hicieron un golpe de Estado. Hoy tenemos una integración y una colaboración muy fuerte entre las empresas tecnológicas, los servicios de inteligencia, el Pentágono, en el caso de EEUU también las embajadas... y en este caso la resistencia sería muy fuerte. Por eso, sin politizar estos temas sería imposible resistir la presión. Pero para ello no es suficiente hablar de los temas liberales, en la acepción de EEUU, no es suficiente hablar solo de la libertad de expresión, de la diversidad, de los derechos de la ciudadanía.... Eso es importante, pero sin contextualizar las consecuencias económicas y sociales en esferas como el trabajo, la educación, la salud, será muy difícil politizar todo esto.