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La resaca del 21A en Nafarroa: Morbo, perplejidad y ciertas notas de decepción

Tanto durante la campaña como después de recontar los votos, los acuerdos que se cierran a diario en Nafarroa se venden en la CAV como anatemas. La vida política en Nafarroa se está adaptando al fin de la violencia, y suena muy extraño que Araba, Gipuzkoa y Bizkaia no evolucionen en paralelo. 

Los lehendakaris Urkullu y Chivite en un encuentro en Erriberri. (Eduardo SANZ | EP)

Desde Nafarroa se han visto los comicios y ahora el postelectoral en la CAV como una batalla a tres entre PNV, EH Bildu y PSE. Y tal escenario resulta de lo más morboso, pues los tres partidos que se disputan el poder allá son, precisamente, los mismos que controlan la vida política en Nafarroa.

Dos de ellos lo hacen desde el Gobierno (PSN y la coalición Geroa Bai, que integra al PNV) y un tercero como apoyo imprescindible: EH Bildu. Es cierto que Podemos y Sumar coaligados (Contigo Zurekin) cuentan aquí una consejería, la de Vivienda, pero sus competencias han sido convenientemente reducidas al mínimo, pues sus escaños pasaron a casi irrelevantes tras la investidura.

Por terminar el esquema, en diciembre pasado el PSN aupó a la alcaldía de Iruñea a EH Bildu, que ahora gobierna con Geroa Bai y Contigo Zurekin, quedándose los socialistas como apoyo necesario. Se estableció así un sistema de contrapesos, un peculiar ‘quid pro quo’, entre Alcaldía de la capital y la Diputación.

Como era de esperar, los paralelismos empujaron a los periodistas a preguntar a PNV y PSE por qué fórmulas válidas en Nafarroa no funcionan para la CAV. En lugar de señalar las disfunciones que ven en Nafarroa, que las hay, Imanol Pradales e Iñaki Andueza cayeron en un tono despreciativo, siendo el máximo exponente la expresión empleada por el candidato del PNV al hablar de «pamplonadas».

La pose rijosa que adoptó Andueza cuando se le preguntó por lo mismo, ciertamente, no fue mucho más considerada. Dio a entender que Nafarroa fuera un subdesarrollado Marte y que ellos viven en el futurista Saturno.

Lógicamente, desde Nafarroa se siente que sucede justo del revés. Que Nafarroa está explorando fórmulas nuevas, propias de una etapa nueva sin conflicto armado, y que es la CAV la que persiste en replicar recetas viejas, un enrocamiento que justifica mediante argumentos difusos y esos comentarios tan faltones.

Estas actitudes encaminadas a renovar un gobierno sin novedades, desde Iruñea, se ven sobreactuadas. Hace cinco años que EH Bildu dejó gobernar a María Chivite y que le aprueba, puntualmente, todos sus presupuestos. Y en este tiempo, las polémicas entre el partido que gobierna y el que le deja gobernar han sido más bien pocas. Y aquellas que han surgido, se han resuelto sin alzar demasiado la voz.

En Nafarroa prácticamente todas las leyes que se aprueban en el Parlamento llevan la firma de PSN, EH Bildu y Geroa Bai. Ese entendimiento a tres se ve como algo perfectamente normal, habitual y no escandaliza a nadie.

Lo que sorprende es lo contrario. Cada territorio tiene sus particularidades, es lógico, pero quien lea los diarios de sesiones de los parlamentos de Iruñea y Gasteiz verá que el grueso de su actividad se centra en los mismos tenas.

Es obvio que PSN y EH Bildu han encontrado un esquema negociador que les funciona y que unas veces los enredos se desanudan en Iruñea y otras, en Madrid. Por lo general, el PSN trae a la mesa unas líneas rojas que le llegan de arriba y, en ese marco, se abren las negociaciones.

Y es más evidente aún que, a lo largo de este tiempo, cosas que en su día fueron líneas rojas hoy ya no lo son. De no haber sucedido de esta manera, Joseba Asiron no sería alcalde de Iruñea.

Andueza dijo que de los temas de Iruñea sabe porque tiene parientes, sin sonrojo. Pradales, a nada que pase por Sabin Etxea, no puede acogerse ni a eso para justificar desconocimiento

 

La firme negativa de Pradales a entendimientos con EH Bildu causa en Nafarroa mayor perplejidad. Cuando en Iruñea se tratan asuntos de empaque, Laura Aznal los consulta con la Mesa Nacional, María Chivite con Ferraz y, lógicamente, Unai Hualde da cuenta de ello a Sabin Etxea.

Además, en lo que respecta al PNV, el entendimiento en temas trascendentales con EH Bildu tiene una trayectoria de nueve años, desde el primer gobierno de Uxue Barkos, cuando esa relación fue más intensa y productiva (prolífica, a ratos).

Quizá Andueza pueda encogerse de hombros y decir que, sobre asuntos de Nafarroa, él no sabe nada, porque es cierto que con él no se consultan. Al PSE, de hecho, Moncloa no le ha concedido siquiera un ministerio, lo que resulta insólito.

En campaña, Andueza dijo que de los temas de Iruñea sabe porque tiene parientes, sin sonrojo. Pero Pradales, a nada que pase por Sabin Etxea, no puede acogerse a este desconocimiento. Y a poco que conciba que Euskal Herria va más allá de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, tampoco.

Entre los temas que se han consultado con Sabin Etxea y Ferraz se encuentran asuntos como la Ley de Policías y cómo organizar patrullas de Tráfico para al retirada de la Guardia Civil. O la replanificación de Osasunbidea reformulando leyes que llevan más de 30 años sin que nadie se atreva a tocarlas.

A esto hay que añadir, también, a un PSN que vende por Erribera como su gran logro el nuevo sistema de financiación municipal que rompió con las cartas de capitalidad en favor de los pueblos pequeños. ¿El sistema lo diseñó él? Para nada, es cosa de EH Bildu, pero resultó un acierto y el que manda se lo apunta. Las mecánicas de la política funcionan así.

No hay melón, por polémico que sea, que no sea haya abierto en Nafarroa en los últimos nueve años

 

Y hay que citar también leyes e iniciativas memorialistas que están alcanzando unos niveles de acuerdo que allá no se ven y que incluyen indemnizaciones a las víctimas de los funcionarios públicos. O la reforma del Amejoramiento, tanto en su versión exprés, como otra más lenta y profunda que estudia el Parlamento.

En suma, que no hay melón, por polémico que sea, que no se haya abierto en Nafarroa en los últimos nueve años. Lo cual no quita para que haya bloqueos y cerrazones, como con el euskara, pero ni ahí se puede hablar de retrocesos.

Hoy por hoy, es María Chivite, la lehendakari navarra que no quiere construir un país porque el suyo es España, la que avala la Eurorregión (un área que, en su gobierno, queda en manos de Geroa Bai) y celebra la ampliación de sus competencias, definiéndola como «un espacio de oportunidad y de crecimiento justo, sostenible e igualitario».

Desde Nafarroa y con perspectiva de país –ergo, abertzale– el interés suscitado por las elecciones en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, en definitiva, ha derivado en cierta decepción. La situación política es mucho más fértil de lo que allá se está transmitiendo.