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Victorias con sordina, derrotas sin paliativos y bloqueos previsibles

Los resultados han arrojado un escenario aún más endiablado del que se esperaba, siendo fácil augurar unas semanas de bloqueo que podrían acabar en una repetición electoral. Las victorias de Illa, en el Parlament, y de Puigdemont, en el menguado bloque soberanista, tienen sus aristas.

El candidato de ERC, Pere Aragonès. (Josep LAGO | AFP)

Tiene mucho de ironía mediterránea que las elecciones que estaban llamadas a sellar el fin del proceso soberanista catalán estuviesen marcadas por las graves incidencias en el servicio de cercanías de Renfe, el ejemplo que todos utilizan en Catalunya para ilustrar el expolio fiscal y la falta de inversiones del Estado. La coincidencia deja un primer recordatorio: pese al retroceso independentista, las razones que pusieron en marcha la ola soberanista siguen vigentes. Esto no es 2010.

Pero tampoco es el «Procés», desde luego. El independentismo quedó ayer lejos de la mayoría absoluta por primera vez en más de una década. De 74 escaños a 61. Y metiendo en ese saco a Aliança Catalana, compañero de viaje incómodo donde los haya. El revés es importante para la CUP, pero es mucho mayor de lo esperado en el caso de ERC. Habrá tiempo para analizar causas inmediatas y profundas. Quizá era imposible hacer el ejercicio reflexivo que el independentismo se debe a sí mismo mientras se seguían ganando elecciones.

También es un fracaso para los Comuns, a los que dejar sin presupuestos a Pere Aragonés –lo que llevó al adelanto electoral– les ha salido caro. En clave estatal, el PSOE da un nuevo paso para engullir el espacio a su izquierda.

Victorias con matices

Pero la victoria del PSC tiene muchas aristas. No le va a ser fácil gobernar. A la espera del recuento final, la opción más mencionada los próximos días será el tripartit de izquierdas. Pero aun siendo aritméticamente posible, dependería de una ERC muy tocada. El hecho de que no haya una mayoría independentista alternativa lo dejaría algo más fácil, pero pasar de presidir el Govern a ser el socio menor requiere su proceso. Más cuando implica cambiar las alianzas que han operado en Catalunya durante los últimos tres lustros. Ayer Aragonés se situó en la oposición. La digestión de los resultados será larga.

La victoria llega con mayor sordina en el caso de Junts, que obtiene una amarga victoria dentro del bloque independentista, pero no logra el billete de regreso de Carles Puigdemont como president. La vuelta del exilio, la gran promesa electoral, parecía ayer un poco más lejos. Veremos. Junts también intentará atraer a ERC para hacer un bloque frente a Illa. Demasiado tarde, quizá, después de la experiencia de la última legislatura. Con todo, podemos imaginarnos a Jordi Turull, el reconstructor del espacio político heredero de Convergència, acostándose con una pequeña sonrisa. Tiene margen para maniobrar a medio plazo. Es bastante posible que en Sabin Etxea se fuesen a dormir con otra sonrisa.

La victoria sin peros es para la derecha española. El PP recupera músculo, adelanta a Vox y recupera sensaciones de cara a las Europeas. La extrema derecha, sin embargo, mantiene sus resultados y se consolida en Catalunya.

25 de agosto

Guarden la fecha. Catalunya ocupará muchas primeras planas en verano. La única alternativa al tripartit es la amplia mayoría que suman PSC y Junts. Ahora parece imposible, pero cabe preguntarse si habrá expediciones exploratorias. Si no hay investidura antes, el 25 de agosto se convocarán nuevas elecciones.