El regreso de Costner, la pataleta de Serebrennikov y un espectáculo gore avivan Cannes
La segunda semana de la 77ª edición del Festival de Cannes arranca con ‘Horizon: Una saga americana’, ‘Limonov – The Ballad’ y ‘The Substance’, tres muestras de una selección variada, o dispersa.
El wéstern épico de Kevin Costner, 35 años después
Han pasado trenta y cinco años desde ‘Bailando con lobos’, que dirigía y protagonizaba. Desde entonces, Costner ha guardado bien el fuerte del Oeste clásico, hogar del bien, del mal y de las buenas historias. En la pequeña pantalla le recordamos por la serie ‘Yellowstone’, que también produce, pero durante estas tres décadas el de California ha estado preparando un proyecto colosal: ‘Horizon. Una saga americana’, como anuncia el título del primero de cuatro capítulos, de altísimo presupuesto (90 millones) y financiados en parte por el propio Costner. De momento, el segundo está por estrenarse; mientras recaudan el presupuesto para los otros.
‘Horizon’ se estructura, de hecho, como un serial hilvanado a partir de un puñado de colonos, poco antes de la Guerra Civil. Desde la masacre de una comunidad de colonos en tierras de Apaches y los albores de una venganza por parte de los hombres supervivientes, a la persecución de un clan de matones detrás del caballero andante al que interpreta el mismo Costner por el verde Wyoming, con damisela en apuros incluida.
Sin miedo a su propia ominosidad (de hecho, gustándose mucho a sí misma), ‘Horizon’ avanza por los arquetipos y lugares comunes del lejano Oeste. Costner no es Tarantino, o los Coen: Costner adora las historias de indios y vaqueros, donde los indios son los malos y los sheriff visten capa. Algo larga por esta misma falta de novedad y de corazón a ratos anticuado por su oblicua representación de mujeres e indios, la saga de Kevin sí funciona para abrir el apetito por las grandes llanuras, e incitar a descubrir el género. Si cumplirá con la promesa de pastos verdes en su segundo capítulo o no, eso habrá que verlo en setiembre, cuando se espera que se estrene.
Kirill Serebrennikov, coleccionista de genios
El dramaturgo, escritor y cineasta ruso ha presentado en competición ‘Limonov – the Ballad’, una biografía sobre el excéntrico escritor a partir del libro que Emmanuel Carrère le dedicara. Desde la Croisette el gesto se ha vivido, naturalmente, como un gesto conservador: después de ‘La mujer de Tchaikovsky’, ‘Leto’ y ‘La fiebre de Petrov’, otra crónica sobre un genio problemático. En efecto, la vida de Limonov, ídolo de la clandestinidad, mayordomo, soldado y éxito de ventas reaccionario, reclama la mano espitada de un bardo loco… El trazo de Kirill Serebrennikov.
Atollada por pasajes coloristas y contradictorios (tanto mentales, históricos como existenciales) ‘Limonov – the Ballad’ adquiere las formas dispersas, siempre enfadadas, de su hooligan protagonista (Ben Whishaw con impostado acento ruso). El retrato quedará, eso sí, en la superficie cómoda y brillante de una página de revista, incapaz de sonsacar algo más que ecos de puro batiburrillo pop del fenómeno. Muy lejos de sus dos lodazales anteriores, mundos apabullantes que sí sobrepasaban al personaje.
Salpicaduras en competición
No recuerdo haber presenciado nunca en la pulcrísima Sección Oficial tal baño de sangre… Con Julia Ducournau, el terror corporal era esporádico y acotado a una tesis, igual que con la anterior ‘The Neon Demon’, de Nicolas Winding Refn. Pero este año Cannes quiere ser el hogar de todos sin hacerle ascos a nadie, en ningún sentido. Cerremos los ojos y recordemos la fragilidad loca de Gloria Swanson en ‘Crepúsculo de los dioses’, o de Bette Davis, en ‘Eva al desnudo’. Ahora démosle la posibilidad, a través de un invento con fundamento cronenberguiano, de crear un doble joven y perfecto de sí misma con el que intercambiarse la vida durante siete días, ni uno más.
Esta suerte de Prometeo de la belleza vive en el centro de ‘The Substance’, segunda película de Coralie Fargeat (‘Revenge’), un chorreante y pegajoso espectáculo hecho de una fisicidad puramente cotidiana, aquí definitivamente monstruosa: celulitis, arrugas, la grasilla de la piel de un pollo. Fargeat elabora un divertidísimo ‘Freaks’, de Tod Browning, en el que Demi Moore, la estrella acabada, y Margaret Qualley, su criatura perfecta, descubren que compartir cuerpo y vida conlleva una negociación digna de los peores bad-hair days.