El bertsolari que ilusionó a la afición por su idea futbolística y sencillez
Cuando Melero López pite el final del Osasuna-Villarreal que se jugará este sábado en El Sadar a las 14.00, concluirá la trayectoria rojilla de Jagoba Arrasate, que se ha prolongado por espacio de seis años, un periodo que, por extenso, es muy poco habitual en el actual fútbol de élite.
Tanto, que solo un mito del osasunismo como es Pedro Mari Zabalza ha sido capaz de permanecer tanto tiempo dirigiendo al primer equipo –el autor del «Si nos confiamos...» estuvo siete campañas completas y 16 partidos de una octava de manera seguida–, lo que justifica de sobra el por qué Arrasate tiene un lugar preferencial en el libro de oro del más de un siglo de existencia de Osasuna.
Una longevidad en el cargo que le ha permitido al técnico de Berriatua lograr marcas que serán de difícil repetición a corto y medio plazo. Un ascenso con récord de puntuación añadida, cinco temporadas de salvación holgada en la máxima categoría y, sobre todo, la disputa de una final copera y la clasificación para jugar torneo europeo en un mismo curso –algo inédito e histórico– jalonan el currículum rojillo del míster vizcaino.
Su legado también queda para el futuro futbolístico del club en el número de canteranos que han debutado con el primer equipo bajo su dirección (21), con nombres que ya están conformando el bloque llamado a ser la columna vertebral de Osasuna durante los próximos años: Areso, Herrando, Iker Muñoz, Moncayola, Pablo Ibáñez y Aimar Oroz.
Arrasate también devolvió la ilusión a la parroquia rojilla después de la travesía por el desierto que el equipo padeció a raíz de la crisis deportiva e institucional de 2014, con continuos relevos en el banquillo y apuestas fallidas para devolver a la entidad osasunista a Primera, excepción hecha del rescatador Enrique Martín, que obró un nuevo milagro en Sabadell y subió al equipo contra pronóstico, éxitos que a posteriori de poco le sirvieron ante una junta directiva de gatillo fácil.
Carisma
Pero, aunque haya que destacar todos esos logros balompédicos de Arrasate, si por algo va a dejar su impronta el preparador de Berriatua es por su personalidad. Sencillo y cercano, su proximidad con la gente de la calle le han hecho ganarse el cariño de la grada, unas cualidades que por estos lares se aprecian bastante más que la arrogancia.
Las muestras de cariño que viene recibiendo desde que anunció que no continuaría en Osasuna, la mayoría espontáneas por parte de seguidores que no han dudado en brindarle un abrazo y desearle suerte, no son sino la consecuencia lógica del caréctar afable que ha desplegado alguien a quien la locura del fútbol profesional no le ha llevado a despegar los pies de la tierra.
Precisamente, tampoco por eso ha dudado en contribuir con su aportación personal a diferentes causas solidarias, volcándose especialmente en la defensa y promoción de nuestra lengua propia, el euskara, no solo poniendo su granito de arena en campañas externas, sino también normalizándolo en su relación diaria con jugadores, medios de comunicación y entorno, aunque a más de uno de la parte noble de El Sadar le hayan chirriado los oídos a lo largo de estos seis años.
Su bertso desde el balcón del Ayuntamiento de la capital de Euskal Herria (Ezin pasatzen utzi / holako aukera / momentu zailenetan / egin dugu aurrera / txalotzeko izan da / guztion jarrera / lehen mailakoak gara / zuekin batera) con motivo del ascenso a Primera puede resumir sin lugar a dudas la comunión que ha existido entre él y la afición.