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Entrevista
Jean-Christophe Maillot
Coreógrafo y director de Ballets de Montecarlo

«El deseo de reconocimiento es una de las fuerzas más poderosas de nuestra sociedad»

Kursaal Eszena recibe este miércoles a los Ballets de Montecarlo con ‘La Cenicienta’. Jean-Christophe Maillot reelabora el cuento de hadas de Perrault con una reflexión sobre el duelo donde la joven protagonista, en su sencillez y honestidad, servirá de contrapunto a una sociedad artificiosa.

Escena del ballet ‘La Cenicienta’. (BALLET DE MONTECARLO)

‘La Cenicienta’ es un cuento de gran tradición en el imaginario colectivo, pero desde la película de Disney la imagen que tenemos de la historia se ha edulcorado notablemente. ¿Qué clase de cuento se va a encontrar el público?

Bueno, partimos del cuento de Perrault, pero un desafío importante fue trasladar el zapato de cristal al mundo de la danza. Ese zapato de cristal es el objeto por el que se reconoce a Cenicienta y por tanto es un elemento importante dentro del cuento, pero no es realmente el zapato el que revela la identidad de Cenicienta al príncipe: ¡es su pie! Además, el pie es una parte eminentemente simbólica de un bailarín, sobre todo cuando se trata de un bailarín clásico que baila con puntas como en los Ballets de Montecarlo, así que he querido centrar la atención del espectador en este pie cubriéndolo simbólicamente con polvo de oro, reinterpretando así el zapato de Cenicienta.

El pie de bailarina es un símbolo que aprecio mucho. Es lo que le permite mantener el equilibrio manteniendo el contacto con el suelo y, al mismo tiempo, lo que le permite emprender el vuelo. Esta dualidad entre el cielo y tierra es la línea divisoria entre el sueño y la realidad, y esto es exactamente lo que simboliza el zapato de cristal en el cuento original. El pie descalzo de Cenicienta es también símbolo de sencillez. Esta joven se presenta “descalza” ante el rico Príncipe que vive en un mundo de artificios. De esta manera, dejo de lado la visión diluida de una Cenicienta, a menudo muy vestida y adornada con accesorios inútiles, para crear una joven sencilla y sincera.

En un cuento tan clásico, ¿es difícil innovar, añadir un punto de vista distinto? ¿Cuál es su tarea como creador?

Me encanta barajar las cartas, reorganizarlas, y hacer que los personajes asuman roles diferentes a los que habitualmente se les asignan. Este es precisamente el caso del Hada del cuento, que en este caso también será la Madre. De hecho, se trata de la propia madre de Cenicienta quien, más allá de la muerte, sigue velando por ella. A pesar de las desgracias que nos azotan, siempre hay gente amable dispuesta a ayudarnos. Tenemos que saber escuchar a estas hadas buenas que nos rodean. También he jugado un poco en este sentido con la madrastra y las hermanastras de Cenicienta. Quería convertirlas en personajes que fueran al mismo tiempo atormentados y atormentadores... son malvados, inmorales y dominantes, por supuesto, ¡pero también son terriblemente atractivos! De lo contrario, ¿por qué el padre de Cenicienta se molestaría con semejantes criaturas? En términos generales, intento evitar que mi narración sea maniquea. En mis ballets, los “malos” nunca son del todo malos y, a menudo, son los preferidos del público.

A la hora de elaborar una coreografía como la de Cenicienta, ¿cuál es el punto de partida: la música o la historia?

Soy incapaz de separar la historia de la música en mi trabajo; ambas tienen el mismo valor para mí. Precisamente por este motivo, la partitura de Prokofiev tiene tanta importancia: es tan extraordinaria que la historia se puede leer en la música a través de cada pasaje, de cada cambio de ritmo o de carácter.

Precisamente, la música que compuso Prokofiev para este ballet se puede describir como etérea pero también tiene momentos muy dramáticos. ¿Hasta qué punto condiciona la música el enfoque del coreógrafo?

Cuando Prokofiev compuso esta música, entre 1940 y 1944, siguió bastante fielmente la historia del cuento de Perrault, trasladando a la música las emociones sentidas por los personajes con gran realismo. Y, casualmente, resulta que mi enfoque es bastante similar cuando me apropio de cuentos famosos como La Cenicienta. Muy a menudo se han suavizado para que sean más entretenidos y eso los vuelve muy tontos, muy simplones, y hay que quitarles la capa de azúcar que los recubre para poder redescubrir sus cualidades primarias. La música de Prokofiev está en sintonía con la historia original de Cenicienta y por eso la elegí. Otro gran compositor de ballets, Tchaikovsky, dijo de ella que nos permite ver a Cenicienta “no sólo como un personaje de cuento de hadas, sino también como una persona de carne y hueso que siente y vive entre nosotros”.

Esta coreografía de ‘La Cenicienta’ fue estrenada en 1999. En estos 25 años ustedes la han representado más de 200 veces y también ha sido interpretada por otras importantes compañías de danza. ¿Sigue siendo la misma Cenicienta del estreno o ha evolucionado con el tiempo?

Cenicienta empieza desde un estatus muy bajo y termina muy arriba. Es un arquetipo de ascensión con el que es fácil identificarse; todos conocemos este deseo de distinguirnos y de que otros sean testigos de ello, y eso es lo que le pasa a Cenicienta. Soporta una situación de acoso que la mantiene en la sombra, pero, durante un baile, se convierte en el centro de atención y gana notoriedad. El deseo de reconocimiento es una de las fuerzas más poderosas de nuestra sociedad. Incluso pienso que en un momento en el que todo el mundo se está exhibiendo en las redes sociales, va camino de convertirse en el máximo deseo. Sin embargo, Cenicienta sabe ser sencilla, humilde y esta honestidad le valdrá, en última instancia, el reconocimiento más hermoso: el amor. Por este motivo, a mis ojos, la Cenicienta de hoy sigue siendo idéntica a la de su creación en Mónaco en 1999.

La danza es un arte íntimamente ligado a la música, pero también al teatro y a la literatura. ¿Debe ser el coreógrafo un artista multidisciplinar?

Me gusta asociar a pintores, artistas visuales, compositores y escritores con mis creaciones. Sus opiniones sobre las obras que creamos son fundamentales para mí. Este aspecto multidisciplinar del arte coreográfico es el legado de los Ballets Rusos que Diaghilev creó en Mónaco a principios del siglo XX y que seguimos perpetuando.

La agenda de los Ballets de Montecarlo es extenuante, llena de giras, citas importantes y muy distintos montajes en poco tiempo. ¿Cómo afronta la Compañía esta exigencia manteniendo la excelencia y sin resentir el estado de forma de los bailarines?

Sí, es cierto que la Compañía tiene una programación muy importante y exigente: unas cincuenta representaciones en gira, tres períodos de creación en Mónaco, numerosas y diferentes producciones que mantener en el repertorio... pero esto es lo que conlleva trabajar con una Compañía que está siempre en gira, que no tiene un teatro estable. Por eso doy gran importancia a la comodidad laboral de los bailarines y a su supervisión física para que puedan superar sin problemas las exigencias a las que se enfrentan.

La Princesa Carolina está personalmente involucrada con los Ballets de Montecarlo. Juntos, ustedes han creado el Monaco Dance Forum para la difusión del arte coreográfico y la Academia Princesa Grace para la formación de futuros bailarines. ¿Tienen nuevos proyectos en mente?

Pues la verdad es que sí, tenemos muchos proyectos nuevos en mente, es una Compañía con proyección de futuro. Ahora mismo, los proyectos más inmediatos que puedo avanzar y en los que ya estamos trabajando son la celebración del cuadragésimo aniversario de la compañía en 2025 y un nuevo festival de danza en 2026.