«Me gusta hacer películas donde el espectador tenga protagonismo»
Nacido en Buenos Aires en 1975, Lisandro Alonso debutó en 2001 con ‘La libertad’. Es uno de los cineastas más radicales e inclasificables del cine argentino. Su audacia expresiva a la hora de jugar con el espacio y el tiempo vuelve a quedar de manifiesto en ‘Eureka’, que acaba de llegar a las salas.
Hacía casi una década que no teníamos noticias de Lisandro Alonso. Su anterior película, ‘Jauja’, protagonizada por Viggo Mortensen, data de 2014. Ahora, con ‘Eureka’, el cineasta vuelve a contar con el actor para el primero de los tres movimientos sobre los que se estructura este filme, una suerte de western que avanza desde la ficción canónica al presente histórico del pueblo Lakota en EE.UU., acometiendo un desvío al Brasil de los años 70 para reflexionar sobre la identidad indígena. Un viaje nada convencional, telúrico y espiritual, que sitúa al espectador en un espacio de indefinición.
‘Eureka’ es un filme bastante complejo, con muchos pliegues. Casi se puede decir que son varias películas en una ¿Cómo fue madurando el proyecto y sobre qué inquietudes?
Todas mis películas parten del deseo por filmar en un territorio concreto. En este caso, yo había estado con una beca de proyectos cinematográficos en EE.UU. y fue entonces cuando conocí la reserva india de Pine Ridge, en Dakota del Sur. Me dio mucha curiosidad poder filmar ahí y confrontar el modo de vida de esas personas con el de ciertas comunidades latinoamericanas.
Eso ya me condujo a un escenario de complejidad, en la medida en que el deseo de hacer una película con una estética indígena, inevitablemente, me fue llevando hacia el western como forma de representación y a preguntarme: ¿Qué fue de esos indios? ¿Por qué desaparecieron de las películas? ¿Por qué hoy ya no les vemos en el cine cuando, lo cierto, es que, hasta hace, nada estaban en el epicentro de la cinematografía mundial gracias a un género como el western?
Y fue tratando de responder a todas esas preguntas como acabé también reflexionando sobre Latinoamérica y sobre el papel que tienen en nuestras sociedades las comunidades indígenas. Aunque yo sea de Buenos Aires, no me siento demasiado lejos de esos indios que aparecen en la película contándose sus sueños.
«El western te ofrece unas herramientas muy concretas que te sirven para armar cualquier tipo de propuesta. Por eso no va a morir nunca»
Si bien su película puede asumirse en clave de western, se trataría de un western muy sui generis, ¿no?
Sí, entre otras cosas porque hay algo como delirante en la idea de que un cineasta latinoamericano pretenda hacer un western [risas]. Es un género que me gusta mucho y, de hecho, yo crecí viendo esas películas. Pero, al mismo tiempo, me genera una cierta tensión, porque se trata de un tipo de cine que colonizó las pantallas de medio mundo contando la vida de unas comunidades, como las indígenas, a las que desrrepresentó. Esa dualidad fue la que me hizo pensar: «Bueno, hagámoslo, matemos dos pájaros de un tiro: rodemos un western, que es algo que siempre quise hacer y, de paso, incorporémoslo como prólogo satírico a un relato sobre la identidad indígena que nos lleve a otros terrenos».
En todo caso, es curioso como se sirve de los códigos del género para subvertirlo.
El western te ofrece unas herramientas muy concretas que te sirven para armar cualquier tipo de propuesta. Por eso no va a morir nunca. Es un género en permanente reinvención. Almodóvar hizo un western hace poco, ahora Scorsese o Viggo también le dieron al género… Se ve que es un tipo de relato que nos representa, por mucho que necesite ir siendo actualizado, ya que se soporta sobre una estructura vieja. A mí ese esquema de un hombre blanco que llega a un lugar y, actuando en solitario, resuelve aquello que tiene que resolver mediante el uso de la violencia, me resulta algo obsoleto. Pero igual yo soy una excepción, porque a mucha otra gente sí que le representa, no hay más que ver los presidentes que tenemos [risas].
Al final, el western es un género que habla del nacimiento del capitalismo y de la implantación de este como herramienta de dominación y sometimiento.
Sí, en parte sí, y esa idea subyace un poco en mi película, pero tampoco quise poner el énfasis ahí porque no me considero un cineasta político. Pero, para mí, es importante reflexionar sobre el espíritu de resistencia vinculado a una identidad colectiva y me llamaba mucho la atención poder ejemplificar esta idea tomando como referencia a esa comunidad india de Dakota del Sur que está en el centro de la bistoria de EE.UU. y también en el centro del relato cinematográfico que armaron sobre aquel país. ¿Cómo es posible que esa relevancia les haya condenado a la irrelevancia y a la más absoluta marginalidad?
Porque lo cierto es que cuando vas a esa reserva tienes la sensación de estar en un campo de concentración. Y yo sé que en el sistema en el que vivimos prima la idea del ‘sálvese quien pueda’, pero me resisto a que no haya una cierta regulación, a que el Estado desaparezca como actor político. No puede ser que en la reserva de Pine Radge la esperanza de vida sea de 50 años y apenas 10 km más al norte, sea de 70 años. Hay mucha diferencia.
Uno de los indios que aparece en el filme comenta en un determinado momento: «Presta atención al espacio, solo al espacio, el tiempo es un invento de los hombres». Esta frase encierra una cosmovisión que, en mayor o menor medida, está muy presente en todas sus películas.
Esa frase es obra de Fabián Casas, un poeta con el que ya había trabajado en ‘Jauja’ y con el que, en esta película, he vuelto a colaborar en el guion, y denota una línea de pensamiento que me resulta muy próxima y que conecta muy bien con el modo en el que filmo el paisaje que, en mis películas, resulta tan importante como los personajes. Pero también me gusta jugar con el tiempo interno del relato, hasta el punto de que, en el transcurrir de las imágenes, ese tiempo va logrando gestar un sentido y unas conexiones. ‘Eureka’ es una película que posee conclusiones inciertas y que deja mucho espacio al espectador para pensar a partir de las vibraciones que va generando en él. Me gusta hacer películas donde el espectador tenga protagonismo, porque yo tampoco soy muy consciente de la película que he rodado. Mi propuesta es que lo descubramos juntos. Es otra manera de hacer cine.
«La comunidad india de Dakota del Sur está en el centro de la historia de EE.UU. y en el centro de su relato cinematográfico. ¿Cómo es posible que esa relevancia les haya condenado a la más absoluta marginalidad?
Pero es consciente de que exigirle eso al espectador resulta temerario dado los tiempos que corren, ¿no?
Está claro que desde que aparecieron los teléfonos móviles todos estamos ansiosos por recibir estímulos audiovisuales cada dos segundos, pero a mí, cuando me enseñaron a hacer cine, no me enseñaron a ser un showrunner, sino a rodar algo con un cierto sentido que te demanda hora y media de concentración delante de una pantalla grande. Yo no estoy a la velocidad de la tecnología ni quiero estarlo.
¿Un director de cine puede permitirse esa actitud hoy en día?
Hay que ser tenaz y confiar en uno mismo. No desistir ni abandonar el barco, por mucho que algunas veces uno esté tentado de hacerlo, como me pasó a mí con este proyecto. ‘Eureka’ es una producción que me ha ocupado durante ocho años. En ese tiempo vivimos una pandemia y tuvimos que buscar financiación en muchas partes. Rodamos en distintos lugares con un equipo amplio, donde cada quien tenía su propia manera de ver las cosas, miradas que no necesariamente eran coincidentes con la mía.
Con eso y con todo fue una de las películas con las que más experiencia gané. Es cierto que a veces sentí que nada de lo que estaba haciendo encajaba y eso me frustraba, pero después aprendí a disfrutarlo porque asumí que en el cine, como en la vida, las cosas resultan impredecibles.
Antes ha comentado que se resiste a que el Estado desaparezca como actor político. ¿Cómo vive lo que está aconteciendo en su país?
Te podría comentar sobre las dificultades que estamos teniendo en el ámbito de la cultura, pero ahora mismo Argentina tiene tantos problemas que el hecho de que haya o no cine se antoja un asunto menor. Tenemos un presidente que piensa que todo lo que no genera ganancia no tiene sentido mantenerse, pero un Estado no es una empresa.
Yo también creo que él es un producto mediático: su capacidad para ganarse la atención diciendo cualquier cosa y generando titulares es algo que puede llegar a crear empatía en determinados grupos de personas. Más que votarle a él, la mayoría votó en contra del otro candidato que había. Sinceramente, no creo que su mandato dure más de cuatro años.