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El impuesto a los milmillonarios que estudia el G20

A petición del G20, Gabriel Zucman ha hecho una propuesta para gravar a los multimillonarios. Los actuales impuestos sobre el ingreso son regresivos para las grandes fortunas. Por ello, propone un impuesto del 2% sobre la riqueza, una categoría que, además de estar bien definida, es fácil de valorar

La austriaca Marlene Engelhorn, heredera del gigante químico alemán BASF, posa con un cartel que dice "Impuestos a los ricos" en elForo Económico Mundial WEF de Davos (Fabrice COFFRINI | AFP)

El programa del Nuevo Frente Popular francés, además de algunas medidas tributarias para que la riqueza contribuya de manera más justa, hace mención a la propuesta de impuesto sobre la riqueza de Gabriel Zucman. Precisamente la semana pasada, este profesor presentó un informe sobre la tributación de los superricos que le encargó la presidencia brasileña del G20 y que contiene los principales aspectos de su planteamiento para establecer un impuesto a los multimillonarios.

El punto de partida es relativamente sencillo: cuanto más rica es la gente, menos impuestos paga. A pesar de las diferencias entre países, es un fenómeno general. La mayoría de impuestos sobre la renta, por ejemplo, suelen aplicar una escala de modo que los más ricos pagan un porcentaje más alto de sus ingresos, y esa escala hace que sean impuestos teóricamente progresivos. Sin embargo, Zucman ha demostrado que la progresividad crece para el 99% de la gente y para el 1% más rico cae, de modo que los multimillonarios pagan muchos menos impuestos que aquellos que gana menos, como se observa en el gráfico adjunto. Ocurre lo mismo con el Impuesto sobre Sociedades: las multinacionales son precisamente las que menos contribuyen.



Por qué pagan menos

El informe de Zucman señala algunas causas de este fenómeno. Atribuye una gran importancia a que los milmillonarios tienen gran parte de su patrimonio en sociedades, de modo que si las ganancias de esas empresas no se distribuyen en forma de dividendos, no forman parte de la renta anual del dueño y no tributan. Pero sí se acumulan en el balance de la empresa, de este modo crece la valoración de la sociedad y la riqueza del milmillonario. Acumulan riqueza sin que tributen. Únicamente pagarán impuestos cuando cobren esas ganancias.

Además, las acciones de una empresa puede multiplicarse en Bolsa mucho más de lo que corresponde a su valor contable, lo que automáticamente se traduce en un aumento del patrimonio de los dueños, que tampoco aparecerá como parte de la renta anual. Es una ganancia que no aparece como ingreso a la hora de tributar.

Asimismo señala que las personas poderosas utilizan sociedades interpuestas para cobrar dividendos o parte de su sueldo, lo que les permite eludir el pago del impuesto sobre la renta. Una práctica que depende mucho del margen que dejen las leyes fiscales de cada país.

Aunque Zucman no hace mucho hincapié en su informe, también existen otras razones relacionadas con la forma en que tributan los diferentes tipos de renta. Las ganancias del capital –intereses y dividendos–, que en el caso de los multimillonarios representan una parte considerable de su renta, suelen tener un tratamiento diferenciado. En el Estado español, por ejemplo, se les aplica una escala distinta; en el Estado francés, en cambio, se aplica un tipo único del 30%. De este modo, a medida que crece la parte de la renta que son intereses y dividendos, los ricos pagan menos.

Cuál es el rendimiento de la riqueza

Uno de los aspectos más interesantes del informe es el cálculo del rendimiento de los grandes patrimonios.  Zucman afirma que durante las últimas cuatro décadas han tenido rendimientos anuales promedio de alrededor del 7,5% eliminando el efecto de la inflación. Es decir, el 7,5% es un crecimiento real. Esto significa que los grandes patrimonios crecen muchísimo más rápido que la economía, lo que permite a los multimillonarios acaparar una parte cada vez mayor de la riqueza y con ella, de poder.

De esta ganancia, según las estimaciones del informe, en impuestos pagan aproximadamente el 0,3% y consumen otro 0,1%, de modo que anualmente pueden acumular un 7,1%. Con semejante retorno, no es extraño que la parte de la riqueza mundial que pertenece a los grandes oligarcas aumente cada año, tal y como periodicamente denuncian los informes que realiza, por ejemplo, Oxfam.

Por esta razón, Zucman considera que en el caso de los milmillonarios (más de 1.000 millones de dólares de patrimonio) la renta no es un método adecuado para calcular lo que deberían tributar. Más acertado sería establecer un impuesto que gravara la riqueza total de los multimillonarios. Además, considera que es relativamente sencillo valorar las participaciones de las sociedades que poseen, bien usando su valoración bursátil o bien su valor contable.

Impuesto a los multimillonarios

La propuesta de Zucman es que los milmillonarios tributen anualmente el 2% de su riqueza. Si el rendimiento ronda el 7,5%, un 2% les dejaría margen para que su patrimonio subiera por encima del 5%, un aumento que todavía supera con creces el crecimiento de la economía.

El impuesto funcionaría como el recientemente acordado impuesto sobre Sociedades que se aplica a las multinacionales. Sería un impuesto mínimo que tendría en cuenta lo que ya se ha pagado por otros impuestos, ese 0,3% que calcula Zucman que pagan, con lo que la recaudación no sería el 2%, sino el 1,7%.

Tendría el mismo efecto que el Impuesto Temporal de Solidaridad a las Grandes Fortunas aprobado en el Estado, que descuenta lo que se ha pagado en el Impuesto sobre Patrimonio. De este modo, el impuesto temporal afectaba a los contribuyentes de aquellas comunidades autónomas que no cobran el Impuesto sobre el Patrimonio.

En este sentido, el autor de informe propone que los acuerdos permitan a los Estados que los multimillonarios tributen por aquella parte de la riqueza que poseen en su territorio, si en otros países no se les grava con este impuesto.

La recaudación

Según los cálculos del equipo de Zucman, si se aplicara este impuesto a los milmillonarios, ricos con un patrimonio superior a 1.000 millones de dólares, los contribuyentes sería alrededor de 3.000 y la recaudación estaría entre los  200.000 y 250.000 millones. Si se extendiera a los cienmillonarios, riqueza superior a los 100 millones de dólares, la recaudación sumaría entre 100.000 y 140.000 millones más.

Una cantidad nada desdeñable que, como el propio proponente señala, serviría para financiar los servicios públicos. Además, añade el argumento de que como saldría de un grupo muy reducido de población, es poco probable que el efecto «sobre el crecimiento económico sea grande». En ese intento de no dar argumentos a los contrarios a su implantación, olvida que si esa recaudación se dedica a la inversión en servicios públicos, su impacto en la economía sí será importante, como señalan numerosos estudios académicos.

Alcance de la propuesta

Se puede juzgar la repercusión del impuesto por el siguiente dato. Si la tasa de retorno de la riqueza de un multimillonario es de 7,5%, eso significa que en poco menos de diez años logrará doblar su patrimonio. En el caso de que se aplique el impuesto del 2%, su riqueza crecerá anualmente un 5,5%. En este caso, el tiempo que necesitará para duplicar sus activos será algo más de doce años. Una diferencia importante, pero que está lejos de marcar un punto de inflexión en la distribución de la riqueza y el poder en el mundo. No incide en las causas que provocan esta desmedida acumulación de riqueza, y, por tanto, su eficacia es muy limitada.

Con todo, el impuesto del 2% a los multimillonarios también tiene virtudes. Por un lado, muestra las deficiencias del sistema tributario para gravar como corresponde a las grandes fortunas. Por otro, revela el desmesurado ritmo en el que la riqueza se acumula en el capitalismo. Por último, un impuesto de esta clase proporciona recursos complementarios al Estado que pueden ser invertidos en gasto social, lo que tiene un efecto directo en la mejora la vida de la gente corriente.

El impuesto a los milmillonarios revela, asimismo, la dificultad que existe para identificar a los propietarios finales de gran parte de los activos gestionados por medio de sociedades. Con todo, como señala Zucman en su informe, la riqueza es un parámetro que es mucho más difícil de manipular que el ingreso y esa es una gran ventaja.