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Estudiantes palestinos en Cuba, entre la formación y el compromiso

A 10.000 kilómetros de Gaza, Samar Alghoul, una estudiante palestina de Medicina en Cuba, vive desde la distancia desde hace más de ocho meses la guerra de Israel contra los palestinos y se enfrenta a un dilema: volver a estar con su familia en medio del infierno o completar su sueño profesional.

Estudiantes palestinos y cubanos en La Habana. A la derecha, Motee Almashar. (Adalberto ROQUE | AFP)

Samar, de 21 años, vive en un dormitorio con otros seis estudiantes en una residencia universitaria en La Habana. Desde el 7 de octubre a menudo siente el deseo de volver con su familia. «Me resultaría más fácil estar con ellos que tener todos estos pensamientos» de no saber «qué beben, qué comen, dónde duermen», dice la joven sobre su madre, sus dos hermanos y su hermana que viven en la Franja de Gaza. Pero también recuerda lo que le dice su madre durante sus esporádicas conversaciones: «Estamos orgullosos de ti, estamos orgullosos de tener alguien fuera de Gaza que estudia Medicina», afirma Samar a la AFP.

La joven es una de los 247 estudiantes palestinos, entre ellos 75 habitantes de Gaza, que estudian esa carrera en Cuba gracias a una beca del Gobierno de La Habana, señala el embajador palestino, Akram Samhan. La isla lleva mucho tiempo concediendo becas a estudiantes extranjeros. Según el diplomático, unos 1.500 palestinos, entre ellos muchos médicos, han recibido formación gratuita allí desde 1974.

Samar explica que su familia, que vivía en el norte de la Franja de Gaza, tuvo que desplazarse varias veces para escapar de los bombardeos. Una de ellas tras un ataque a una mezquita contigua a la casa donde se encontraba. Tuvieron que salir de los escombros. Recientemente, se mudaron a Deir al-Balah, en el sur del enclave, desde una localidad que carecía de agua e internet. «Abren Whatsapp, me mandan un mensaje: ‘Estamos bien’ y no sabemos cuándo tendremos más noticias», cuenta en español Samar, quien, como cualquier estudiante extranjero, se benefició de un aprendizaje acelerado del idioma a su llegada a Cuba, en 2022. La joven, en su segundo año de Medicina, dice que recuperó las fuerzas después de un período de depresión. Su objetivo, además de sus estudios, es ahora defender la causa palestina.

Tras la pérdida de su mejor amigo al principio de los ataques a Gaza, Motee Almashar, otro estudiante de 24 años, recuerda que no podía concentrarse. Almashar, de Rafah, está intentando, con sus amigos palestinos, llevar una vida normal «para aliviar algo del estrés». Pero no es fácil «cuando levantas el teléfono o ves las noticias», afirma en su pequeño departamento en La Habana. Una de las últimas veces que habló con su madre, a principio de mayo, «ella estaba muy triste» por un bombardeo en Rafah. «Murieron mis primos, tres de mis tíos, una tía y mi abuela. Toda la familia de mi mamá», lamenta.

Cuando Hamas atacó el 7 de octubre, en Cuba era de noche y Mohammed Refat Almassri, que ha perdido a un tío y ocho primos en los ataques sionistas, departía con seis amigos palestinos en la sala del departamento donde vive en un populoso barrio habanero, un espacio lleno de banderas y kufiyas colgadas de las paredes. «Sabía que vendría una reacción catastrófica» de Israel, dice este joven de 26 años, a punto de graduarse como médico. Se acuartelaron para seguir la guerra al minuto y «pasamos aquí tres días que no podremos olvidar», recuerda en la misma sala donde se siguen juntando cada noche.

La vida económica de estos estudiantes también se ha visto perturbada. Ya no reciben dinero de sus padres en Gaza. El embajador ha lanzado una colecta con organizaciones palestinas radicadas en EEUU y otros lugares para intentar resolver parcialmente sus problemas.

En este difícil contexto, observaron con asombro el movimiento de protesta que se gestó en universidades de EEUU, Europa y América Latina al ver que no son los únicos que defienden la causa palestina. Motee Almashar se muestra orgulloso de ver a los estudiantes hablar en todo el mundo por los palestinos. También ha decidido quedarse en Cuba para terminar su carrera y la especialidad, pese a que eso implicará varios años más sin estar con su familia.

Mohammed Refat Almassri está en su último año de Medicina. Hijo de un paramédico conductor de ambulancia que trabaja incansablemente en la Franja, se desespera porque sabe que Gaza tiene una necesidad urgente de médicos. Pronto se graduará y quiere incorporarse al cuerpo gazatí de profesionales de la sanidad, entre los que Israel ha matado a cientos, pero no sabe cuándo podrá regresar ni cómo podrá pagar su billete de avión.