INFO

Este navegador no soporta el elemento video.

Casi todos los incidentes imaginables se suceden en un encierro de la villavesa lento e irreal

Los sanfermines terminaron ayer 14 a las 00.00 horas con el Pobre de Mí, pero como manda la tradición, centenares de irreductibles han alargado la última noche hasta el acto que realmente cierra las fiestas de Iruñea: el encierro de la villavesa.

El encierro de la villavesa ha sido, una vez más, multitudinario. (Iñigo URIZ | FOKU)

En el encierro del día 15 no hay mozos madrugadores impolutos, ni Policía evitando la entrada de borrachos, ni corrida posterior, ni una sola camiseta de la selección española. El grueso de la carrera lo componen centenares de bureles y burelas, ñus, yaks y otros astados de innoble porte que se han pegado toda la noche calentado el morro para la ocasión. Son la élite de la ganadería de reses bravas, seres míticos capaces de llegar al 15 de julio de empalmada tras nueve días de sanfermines. Lo peor de cada casa. Ya a las 7.30 de la mañana, una docena de estos seres han saqueado la cafetería de la calle San Saturnino. Un poco más adelante, un DJ ha pinchado música a todo volumen en su nave espacial a pedales para deleite de unas decenas de invencibles.

Para las 7.45, la sanfermina, blasfemia pagana difícil de igualar, presidía desde la hornacina el irreal evento. Hoy parecía otra, llevaba una barba un poco dejada. Gran merecedora de lanzar un txupinazo de gaupasa, si el movimiento 15J tiene a bien presentar su candidatura, servidor y otros muchos devotos le daríamos nuestro apoyo sin pensarlo. Poco a poco, centenares de personas se han unido bajo la santa. Se ha visto alguna ikurriña y la pancarta de El Txarko. Había ganas y mucho fervor. La gente ha cantado ‘Txoria txori’, ‘Ikusi mendizaleak’ y ‘El Rey’ de Vicente Fernández. A las 7.57, los congregados han entonado el ‘A San Fermín pedimos’, pero luego, nada. Todavía han cantado otra vez ‘El rey’ y han aclamado a los funcionarios del Departamento de Educación que habían parado para observar la escena desde las ventanas.



De repente, un Miguel Indurain en horas bajas ha aparecido desde la plaza del Ayuntamiento. Se ve que ha preferido venir cuesta abajo y cruzar la turba de borrachos que subir montado en la Spada desde la Rotxapea. Ya en la posición de salida, se le ha vuelto a cantar al santo y, con 11 minutos de retraso, un cohete ha dado inicio a esta maravillosa gamberrada antaño reprimida por la derecha municipal, poco amante de lo pagano y el desorden.

Indurain, despacio como en aquel Válico de Santa Cristina en el que perdió el Giro del 94, ha sido asistido por Duffman y miembros del movimiento 15J vestidos de maceros. La carrera es lenta a la fuerza, no solo por la pájara del pentacampeón. Por momentos, las masas han hecho casi imposible avanzar, se han sucedido las paradas y ha habido alguna que otra caída. Finalmente, tras casi 9 minutos de encierro, los no pocos morlacos que llegan a la plaza de toros se han encontrado la puerta cerrada. Como manda la tradición, han golpeado la puerta, han cantado, gritado y disfrutado en un mar de ojeras, sonrisas, cariño y camaradería. Ahí se han acabado, y no en el ‘Pobre de mí’ los sanfermines de 2024.