«La transversalidad de la educación sexual en las aulas es una trampa»
María Rodríguez es sexóloga y doctora en Género y Diversidad. Hoy en día está tratando la educación sexual en la infancia y en la adolescencia. Cree que en la educación pública se debe tratar la educación sexual de una manera integral, y para eso el profesorado debe obtener herramientas.
«¿Si no estamos haciendo educación sexual nosotras, quién la esta haciendo?» es la pregunta que se hace a menudo la sexóloga y doctora en Género y Diversidad María Rodríguez (Siero, 1986). En los cursos de verano organizados por la UPV-EHU impartió el que llevó por título ‘Educación sexual: claves para el acompañamiento en la infancia y adolescencia’.
¿Cuál es la realidad de la educación sexual en la educación pública?
Creo que seguimos acercándonos a este tema desde los miedos, los peligros, desde las alarmas. No decidimos hacer educación sexual para fomentar los placeres, el bienestar o los buenos tratos. Es más, hablamos más de malos tratos que de buenos, solemos ir a lo problemático. Hacemos una metonimia rara: lo grande, que es toda la sexualidad, lo convertimos en lo pequeño, que son los riesgos.
Las personas que participamos en estas jordanas no tuvimos educación sexual, no tenemos muy claro lo que tenemos que hacer, también tuvimos este acercamiento a la sexualidad desde los miedos, los tabúes y los peligros. La gente piensa que no tiene herramientas. Estamos revisando casos reales que hayan podido tener en los centros educativos y abordando esas experiencias con el apoyo de las sexólogas.
¿Con qué casos se han encontrado?
Creo que un problema respecto a la educación a nivel de sistema educativo es que seguimos teniendo la educación sexual como un tema transversal, y aquí la trampa de la transversalidad. Nos dicen que es tan importante que se debería abordar en todas las asignaturas; que por eso no hay una asignatura concreta, porque debería estar en todas, pero esto es una trampa. Nadie se encarga de esto, porque no es parte de sus objetivos, porque no es evaluable... Como es un tema que nos cuesta, no se encarga nadie, o si no, la de biología. Y la sexualidad tiene que ver con factores biológicos, pero no solo con eso. También tiene que ver con cuestiones psicológicas, sociales, y sobre todo, biográficas.
Cada una tenemos una vivencia distinta de la sexualidad. ¿Cómo acompañamos las sexualidades de la infancia y de la adolescencia, cuando no tenemos nuestras vivencias sexuales resueltas? Hablemos sobre nuestra mochila, tenemos que ser conscientes de esa mochila. Yo recomiendo mostrarnos tal cual somos, quizás una buena forma de hacer educación sexual sea mostrarnos vulnerables y sinceros: cuando nos hagan preguntas, responder que hablar de ese tema nos da vergüenza o nos pone nerviosas, pero al mismo tiempo debemos pensar cómo hacerlo, porque nos importa lo que viven, escucharles y ayudarles y acompañarles en ese camino de dudas e inseguridades. Admitiendo que tampoco tenemos todo claro, no hay una receta mágica.
«Lo que tenemos que tener son herramientas para poder tener una mirada crítica sobre lo que consumimos»
Ponemos el foco en adolescentes, pero ¿qué papel juegan el profesorado o la familia?
No hay formación en las carreras pedagógicas sobre este tema; no hay asignaturas en los propios grados o másteres de formación de profesorado. También puede pasar que tengas conocimientos pero no tengas habilidades de gestionarlo, por eso queremos hacer educación sexual basada en la evidencia científica, pero que tuviera una parte muy práctica. Hay mucha variedad y necesitamos herramientas distintas, no es lo mismo lo que hago en un campamento o en una clase o cuando mi hija llega al salón y me pregunta no sé qué. En cada momento deberíamos de responder de distinta forma.
¿Qué tipo de discurso generan las redes sociales, la pornografía o los series?
¿Si no estamos haciendo educación sexual nosotras, quién la está haciendo? La educación sexual es inevitable, aunque creamos que no estamos haciendo educación sexual, la estamos haciendo. Porque los silencios también son una forma de educación sexual; que yo te dé el móvil para que te apañes es educación social. Y luego tenemos una cierta tendencia las personas adultas a quejarnos de lo mal que educan las redes, el porno… Es que no están hechos para educar, no están pensadas para educar ni tienen unos objetivos pedagógicos. A mí me parece bastante surrealista cómo estamos planteando la situación; siempre hago una analogía con la educación vial: imagínate que cada uno hace la educación vial como quiera en su casa, y en su defecto, como nadie habla de la educación vial dejamos que nos eduque ‘Fast and Furious’ o cualquiera película de carreras. Y luego criticaremos que todos conducimos mal. Creo que estamos haciendo esto con el tema de la educación sexual, no asumimos nuestras responsabilidades. La generación nativa digital tiene los dispositivos móviles 24/7 y cuando se acercan a las sexualidades por ese camino criticamos que los dispositivos educan mal.
«¿Cómo acompañamos las sexualidades de la infancia y adolescencia, cuando no tenemos nuestras vivencias sexuales resueltas?»
La pornografía tampoco está hecha para educar, nos sale culpabilizar a la adolescencia, y esta mirada tiene un punto de adultocentrismo que tenemos que tratar de evitar. ¿Por qué están acudiendo a la pornografía? Muchos dicen que para masturbarse; tampoco podemos acabar transmitiendo el mensaje de que masturbarse está mal. Otra gran parte responde por curiosidad frente al tabú del sexo o para aprender. Hay una curiosidad, hay una carencia de información, y la curiosidad es muy legítima, porque es un motor de aprendizaje, lo que está pasando es que están saciando la curiosidad en otros lugares.
¿Y la prensa?
Desde la prensa se generan discursos que crean miedos y por lo tanto coaccionan de alguna forma la libertad, y sobre todo en este caso la libertad de las chicas. Algunos estudios están diciendo que muchas mujeres construyen su sexualidad desde el miedo, y cuando les preguntas de dónde vienen estos miedos, muchos tienen que ver con estos discursos mediáticos. El miedo es una emoción positiva porque nos protege, pero no podemos construir solo desde ahí nuestros discursos, ¿qué pasa con los placeres y los deseos? Hablar solo de gonorrea o embarazos no deseados es limitado. Estos temas también hay que abordarlos, pero lo que siempre digo: educar es promover lo bueno, y prevenir es evitar lo malo. No evitemos solo lo malo. Aquí la prensa tiene un papel fundamental; la sexualidad es algo positivo, hablemos también desde ahí.
Últimamente se habla mucho sobre la pornografía.
Lo único que se nos ocurre frente a la pornografía son simplemente medidas de control, que además sabemos que tienen muchas limitaciones. Yo no digo que el control parental esté mal, pero no puede ser la única propuesta, ni la solución a todo. Pensar que se acabará la violencia sexual porque tengas el control parental es algo con muy poco rigor científico. Todas estas medidas que se están proponiendo desde los poderes públicos tendrían que tener incorporada también la educación sexual para que los filtros estén en las cabezas y no solo en los dispositivos. Lo que tenemos que tener son herramientas para poder tener una mirada crítica sobre lo que consumimos.
«La educación sexual no es solo hablar de relaciones sexuales, es hablar de cuerpos, de identidades, de expresiones de género o de orientaciones...»
¿Qué materiales pedagógicos recomienda?
Muchos cuentos para peques donde ya podemos ir abordando diferentes temas; porque no es posible que empecemos trabajando el consentimiento en la ESO. Tenemos un montón de material educativo que nos va contando que para tocar a otra persona hay que preguntarle y escuchar la respuesta; la comunicación es muy importante.
La educación sexual tiene que empezar desde la infancia y tenemos que adaptar los contenidos a los diferentes niveles de desarrollo. La educación sexual no es solo hablar de relaciones sexuales, es hablar de cuerpos, de identidades, de expresiones de género o de orientaciones, de deseos, tiene que ver con el autoconocimiento de tu propio cuerpo, con las emociones, con los afectos. Estamos dando muchas propuestas de series y de películas, en la adolescencia quizá esté bien también comunicarse desde otros lenguajes que les parecen más atractivos. También estamos recomendando muchas páginas de Instagram y TikTok porque tenemos que entrenar el algoritmo.
Estos materiales no son solo para la infancia y la adolescencia, sino también para las personas adultas. A las familias también les puede dar muchas pautas para saber cómo enfocarlo, qué contenido es el que se debe dar en cada edad.
Una cosa es tener material y otro saber utilizarlo...
Cuando hacemos educación sexual, la cosa es hablarlo con naturalidad, que esté presente. El cuento que leemos a la noche por ejemplo puede hablar de diferentes temas y ya estamos haciendo educación sexual. Decir a los adolescentes ‘léete este libro’ no es la estrategia adecuada; pero si yo dejo el libro encima de la mesa y no digo nada, no impongo la lectura de ese libro, igual, le interesa y lo lee. La metodología es diferente, pero que tengan materiales en casa hace que normalicemos el tema y creo que sirve para decir ‘estoy aquí, estoy dispuesta para hablar del tema cuando quieras’.
El ‘tenemos que hablar’ es profundamente invasivo y violento, otras generaciones pasamos por ahí y a nadie le ha resultado algo positivo en su vida. Tenemos que intentar incorporarlo en nuestra cotidianidad. Y sobre todo tenemos que acordarnos de nuestra adolescencia, parece que lo que consumimos otras generaciones era una arcadia feminista y ahora de repente todo está mal, tratemos de medir un poco esta mirada adulta.