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Entrevista
Enric Juliana
Periodista y autor de ‘España: el pacto y la furia’

«La derecha va al asalto del Estado de Bienestar, a subvertir el orden social de la posguerra»

Enric Juliana, subdirector de ‘La Vanguardia,’ publica ‘España: el pacto y la furia’, compendio analítico de sus últimas dos décadas como testigo privilegiado en Madrid, donde «cada día parece que el mundo se acabará». Este badalonés va a cumplir medio siglo de profesión y política de sobresaltos.

Enric Juliana, casi cinco décadas de periodismo político. (@Anabel Abril)

El año que viene hará cinco décadas desde que Enric Juliana, a sus 18 años, debutaba como periodista en el diario ‘El Exprés’, en 1975, cubriendo información local. También trabajó en TVE, en la redacción de Sant Cugat y en 1987 comenzó en ‘El País’, para vivir en primera fila tiempos históricos para Barcelona, como fueron los Juegos Olímpicos. «Esos JJOO lograron un consenso político muy particular, fue la etapa más apaciguada de la política», recuerda.

Una vez en ‘La Vanguardia’, ya «saturado» de los plenos municipales, cambió de objeto de estudio: se radicó varios años en Roma como corresponsal. Al volver a la capital catalana como subdirector se decidió que su nuevo destino sería Madrid, adonde llegó para «reaprender todo de nuevo», según comenta.

Su llegada coincidía con los atentados de Atocha de 2004 y allí comenzaría una etapa de dos décadas que ha querido plasmar en ‘España: el pacto y la furia’ (Ed Arpa, 2024). Agudo analista de la realidad política, avizora sin ocultar su espanto cómo la derecha española intenta subvertir el orden social de la posguerra y va «al asalto» de lo que queda del Estado de Bienestar.

En un impasse entre su activa agenda de tertuliano televisivo, subdirector de periódico y esposo de Anabel (a quien dedica su libro con solo su nombre, «porque cuando uno ama mucho a alguien con solo su nombre alcanza»), Juliana conversa durante una hora y media con GARA y aborda el pasado en clave presente.

¿El libro es una forma de celebrar sus 20 años cubriendo política española en Madrid?

Sí, es la idea. Me parecía interesante para los lectores y también para mí mismo hacer una recapitulación de estos 20 años en los que he escrito bastante; los artículos se aproximan a un millar. Ha sido una labor interpretativa de la política española y me pareció que era importante hacerlo no de la manera a veces clásica, sino que necesitaba una narración añadida escrita ahora bajo los ojos del momento actual.

Cuando miras atrás, los hechos los ves siempre desde el punto en que te hallas y lo que hice fue escribir unas 20 piezas dedicadas a cada uno de los años, en donde intento explicar lo sustantivo pero con la mirada de hoy. Es un cruce, una serie de textos, síntesis y destilación de lo que han sido 20 años bajo la óptica de hoy y entrecruzados con textos escritos en su momento que obedecían a la mirada mía de ese momento.

Ha acabado siendo un mosaico, una crónica que conforma un ciclo. Para alguna gente son 20 años en los que la política se estropeó en España. Yo no creo exactamente eso. Estos 20 años nos explican cómo el siglo XXI se ha desplegado en España, es un siglo de desórdenes.

En el epílogo recuerda sus comienzos, su llegada a Madrid, esa atmósfera de conmoción que imperaba. ¿Cómo fue?

Pues era duro, se percibía, se podía tocar así. La ciudad estaba traumatizada, en los círculos políticos había cierta sensación de desconcierto, hubo cambio brusco de la mayoría parlamentaria. Yo quedé muy impresionado porque en Barcelona el 11M se había vivido con mucha intensidad también. Hubo movilización electoral fuertísima a favor del PSOE y ERC, fue decisivo.

Al llegar, no habiendo hecho nunca crónica política española, tuve una primera sensación: me pareció que todo lo que sabía ya no me servía para nada. ‘Tengo que reaprender todo nuevo’, pensé. Madrid contenía códigos que no son fáciles de identificar. El primer mandamiento: no te lo tomes nunca al pie de la letra, esa agresividad verbal... cada día parece que el mundo se va acabar, hay una tendencia a dramatizar los conflictos políticos –más los conflictos políticos que los sociales, los sociales no se dramatizan, cuando surgen intentan achicarlos–. Es una forma de ser.

«Primer mandamiento en Madrid: no te lo tomes nunca al pie de la letra, esa agresividad verbal... En Italia todo deriva en comedia, y en España, en tragedia»

 

En Italia todo deriva en comedia, y en España, en tragedia. La comedia es un mecanismo defensivo, la sonrisa de la gente es una forma de no ver la tensión y desarmar al adversario. Presentarlo todo como tragedia es también un mecanismo defensivo. Y el miedo… el miedo paraliza.

Es toda una tradición política que conduce a la saturación, una estrategia de desmovilización social. Son cosas que uno ha de aprender. En la radio pagada con los obispos españoles, un mes después del 11M, seguían sosteniendo que las bombas las había puesto ETA, hacían campaña contra cualquiera que contradijese su locura. Cuando esa locura no encajaba pasaron a otra fase que fue instruir teorías conspirativas, una cosa que provocó cierto delirio y hasta se generó un grupo que se llamó ‘Los peones negros’, los que seguían ese relato conspirativo, a través de la radio y diarios, no había redes sociales.

Juliana, en Madrid, donde lleva dos décadas. (@Anabel Abril)

Lo que después ha sido Trump se experimentó en España en 2004: la construcción de una realidad paralela se hace en Madrid primero cuando Trump todavía estaba vendiendo pisos. Esto bajo el patrocinio de la Conferencia Episcopal Española, que ejercía como verdadera jefa de oposición. Rajoy estaba en shock y Aznar controlaba todo. El que marcaba la estrategia era el arzobispo Rouco Varela, con fuerte voluntad política, y forzaron la dimisión del jefe de ‘Abc’. Llegaron a pedir en público que la gente se diese de baja de la suscripción de ‘Abc’ y no pararon hasta que cesaron a José Antonio Zarzalejos, que era un conservador decente que se negó a avalar la teoría conspirativa.

Esa embestida se vio también en la ley del matrimonio igualitario de 2005...

Claro, es que viene de ahí. Debemos ubicarnos en el pontificado de Juan Pablo II, quien siempre consideró que la Iglesia se había equivocado en España al tener un comportamiento neutral en la transición, neutralidad que se tradujo en dos cosas: había un embrión de partido democristiano en España y necesitaba el apoyo activo de la Iglesia y el arzobispo Tarancón dijo que no, que la Iglesia no quería repetir errores del pasado y se ponía al margen, aunque no quiere decir que no intentasen influir. Y segundo, se tradujo en que en la discusión de la Constitución no hay un frente clerical católico muy activo, y eso facilita el consenso entre centristas con la izquierda.

Cuando es elegido papa Juan Pablo II, que no entendía nada del mundo occidental –no le gustaba, todo eso del diálogo con marxistas le parecía un pecado–, considera que lo que hizo la Iglesia es equivocarse. Cesa a Tarancón inmediatamente al día exacto de cumplir la edad para jubilarse. ‘Hemos perdido España y usted es el culpable’, le dijo cuando lo cogió por la solapa.

¿A dónde voy con esto? Que se inicia una labor de rectificación, la posición de la Iglesia se endurece. En 2004, Juan Pablo II está muy anciano y en Roma ven la llegada de un socialista con programa fuertemente laico y se encienden todas las alarmas habidas y por haber. Se producía en España, cuna de la contrarreforma, algo propio de un país escandinavo luterano. Además España es punto de conexión con Latinoamérica y eso puede proyectarse, lo ven como un momento de fisura del bloque católico conservador.

Cuando te digo que Rouco Varela es jefe de la oposición es porque él actúa consciente de que representa los intereses generales de la Iglesia católica ante algo que podía ser una peligrosa fisura en la visión del mundo. Ahora a la gente rica le gusta mucho ir a bodas gays porque es cool pero ellos llenaron la Castellana de manifestantes. Esto se lee ahora como que eran unos carcas pero no, esto tenia una dimensión internacional. Bélgica, Holanda, Canadá y España, era el primer país de órbita católica. Luego la segunda onda de choque vendría con la nueva ley educativa que acaban pactando con los democristianos catalanes.

¿Fue el 11M un hito como el 23F? ¿Qué paralelismo se puede trazar?

Sí, son los dos momentos traumáticos, de muy distinta manera pero con muchas consecuencias políticas. El 23F fue una reconducción del proceso autonómico. Luego el PSOE gana pero le dibujan unas líneas rojas que Felipe González sabe perfectamente cuáles son. Y el 11M provoca un cambio que tiene consecuencias. Se introduce algo que todavía está, que no ha salido de la esfera política, que es la no aceptación de la legitimidad del adversario, sobre todo por parte de la derecha, el ‘no hay que dejar que la izquierda se asiente cómodamente’, en el fondo es que no hay que dejar que la sociedad española perciba que la izquierda es una forma de gobierno natural. Es algo que siempre ha atormentado a Aznar, que pensaba que la dictadura le dio una prima moral a la izquierda. En el pensamiento aznariano la izquierda dispone de una prima moral que hay que amortizar y por eso hay que desprestigiarla, dando por cancelada la Guerra Civil, poniendo en primer plano el combate ideológico y no ser puros administradores. Hoy están plenamente vigentes estas claves aznarianas en 2024.

«Con el 11M se introduce algo que sigue: la no aceptación de la legitimidad del adversario. Las claves aznarianas están plenamente vigentes en 2024»

Se habla mucho de la polarización y no hay duda de que hay furia. Pero también hay mucho más pacto del que comunican los medios, a la vista de un gobierno investido por ocho partidos, ¿no?

Sí, claro. Destaco dos realidades en el libro: ha habido importantes pactos derecha-izquierda que no podemos ignorar, como el pacto para la reforma del artículo 135 (de estabilidad presupuestaria) y un pacto cuando abdica el rey Juan Carlos, un acuerdo para asumir escénicamente lo que se estaba produciendo, en un momento de mucha desafección política. El tercer pacto es la crisis catalana y el acuerdo para aplicar el 155. El PP podría haberlo hecho sin el PSOE pero lo hizo con él. Pero tiene usted razón, no solo ha habido esos pactos sino otros. Y pactos de la derecha con la extrema derecha. Por eso el libro se titula así, pacto y furia son los dos componentes, es un baile continuo y vamos a ver cómo sigue en unas circunstancias internacionales complejas.

Menciona las redes sociales y el nuevo papel que tienen en el sistema. ¿Han traído más furia que solución a la convivencia?

Buena pregunta... Han cambiado la manera de organizar la transmisión de las ideas. Uno tiene la tentación de decir que sí porque después de los 40 años le empieza a parecer que todo tiempo pasado era mejor [sonríe]. Por un lado creo que las redes permiten exhibir todo tipo de mercancía con cierta facilidad pero también permiten que más ideas circulen con libertad. Los diarios llevaron a Europa a la Primera Guerra Mundial, ¿eh? Y sin la radio no hubiera nacido el fascismo. No me atrevo a ser tan tajante. Determinadas posibilidades de manipulación quizás no existían pero a la vez también veo más posibilidades de defensa, hay mayor fluidez de las ideas y eso deriva en sensación de caos y el caos nos incomoda. Hay cierta saturación por esa sensación de desorden, lo que favorece a las fuerzas que acuden al mercado político con la oferta de orden. Pero la tiranía es más difícil con las redes.

La irrupción de Podemos y el «procés» catalán parecen haber sido elementos traumáticos especialmente para la derecha española. ¿Lo ve así?

Bueno, si se produce el sorpasso en 2016 vete a saber como estaría la política española hoy. Podemos fue catalizador de una fuerte sensación de malestar, llegó a tener más de 5 millones de votos pero no supera al PSOE y hay que preguntarse por qué no lo supera. Mi respuesta sería que en el fondo el pueblo de izquierdas no quería que eso ocurriese. Eso significaba la muerte del PSOE, la gente quería castigar al PSOE pero no matarlo. Eso los dirigentes de Podemos no lo acabaron de percibir y Sánchez con su ‘No es no’ contribuyó a que no lo matasen y salvó la vida del PSOE en 2016. Los notables del partido se lo agradecen tirándolo por la ventana. El PP quería repetir elecciones, que Podemos quedara segundo y el PSOE en tercer lugar y que fuera camarero del PP, con una izquierda más radical que nunca ganaría y el PP como fuerza de orden destinada a gobernar España por 25 años.

«El ‘procés’ surge porque Convergència ve con el 15M que las crisis se lo podían llevar por delante. Ahora están desahaciendo el camino»

 

El «procés» tiene su complejidad. No se hubiera producido si Convergència no hubiera dado paso a un discurso independentista y lo hacen porque el 15M tiene fuerza en Catalunya, se expresa de manera distinta y ven que las crisis se lo podía llevar por delante. Ahora están deshaciendo el camino.

¿Sánchez es la reacción del PSOE que quiere supervivir a Podemos? Parece un gran pragmático, según Ayuso y otros, un peronista.

El peronismo lo conozco en líneas generales y no quiero cometer errores [sonríe]. A Sánchez no se le puede acusar de incoherente con sus postulados ideológicos, él gana las primarias presentándose como un social liberal, era el candidato de la derecha socialista en 2014. Madina era una cierta corrección a la izquierda apadrinada por Rubalcaba que era consciente del relevo generacional, pero a partir de 2016 llega a la conclusión de que el problema del PSOE es que ha perdido a los jóvenes, ve que hay que recuperar eso, y entra en una dinámica de la cual no se ha despegado nunca. En 2019 cometió un error con la repetición electoral; tampoco es el Balón de Oro que pelota que toca pelota que entra.

¿Cree que el fin de ETA abre inevitablemente otra fase en el Estado en relación a Euskal Herria? ¿Le abocará a hacer algún tipo de «oferta» a un país en que más del 70% reivindica el derecho a decidir, o cree que va a seguir igual?

Creo que hay una fase nueva en el sentido de que España desde la desaparición de ETA está viviendo su etapa más pacífica, no la más silenciosa pero sí la más pacifica. Esto es importantísimo y la ley de amnistía introduce otro elemento a eso, es decir ‘todos dentro’, nadie está con un pie fuera. Puigdemont va a volver y recibe visitas. No hay nadie fuera. Bildu se equivoca un día pero al día siguiente su candidato pide perdón y si no estuviera dentro no lo haría. Esto es una nueva fase para la política española, nadie muere por política. Respecto a Euskadi, no veo, tal como están las cosas y el cuadro europeo, grandes cambios en los próximos años en cuanto al tipo de relación con el Estado.

«Plurinacionalidad» es el término de moda en esta legislatura, pero ¿qué contenido le da el Gobierno, hasta dónde quiere y puede llegar?

Creo que se podrían hacer distintas iniciativas, por ejemplo una ley de lenguas, que aquello que reconoce la Constitución por primera vez se reconozca en una ley de lenguas, referida al estatus, rango y visibilidad y obligaciones del Estado respecto a las lenguas oficiales. Pero en la dinámica en que está el país, el PSOE no creo que quiera avanzar en eso, tendrá dificultades objetivas. La dinámica europea en estos momentos está hablando de otras cosas, prepararse para una posible guerra y ganar competitividad como sea.

El periodista y analista, en una charla en Bilbo sobre la situación en Catalunya en el «procés». (Monika del Valle | Foku)


En todo este ciclo que analiza, ¿hay un mismo Estado profundo (Guardia Civil, Audiencia Nacional...) que condiciona cosas? ¿Gana terreno, retrocede, está intacto?

El Estado profundo existe pero cuidado con estas visiones, nos pueden acabar devorando el cerebro y que lo veamos por todas partes. Claro que hay una resistencia altísima, básicamente viene del mundo de la judicatura, que ha facilitado que la cúpula judicial tenga un fuerte sesgo conservador, no solo la cúpula sino los principales tribunales. La prueba es que ese bastión importante para la derecha está en la intención de no renovar el CGPJ, está más claro que el agua.

«El Estado profundo existe, pero no comparemos a Villarejo con la P2 de Italia. Existen dinastías de servidores del Estado y todo esto se concentra en Madrid»

 

Sobre un Estado profundo dispuesto a cometer desmanes… bueno, vamos a ver. Comparemos a Villarejo con la P2 de Italia. Imagínate si se descubriera una organización secreta como esa. El aparato del Estado es fuerte, España tuvo estructura imperial, daban órdenes en Madrid que se cumplían en Argentina o Paraguay al cabo de cuatro meses. Existen dinastías de servidores del Estado y todo esto se concentra en Madrid. Pero también manifestaría cierta prevención a que no tengamos exceso de miradas conspirativas.

Hace unos meses en una tertulia de televisión usted se indignó con unas declaraciones del presidente de la CEOE sobre los impuestos y los trabajadores y dijo que hay un intento de la derecha española de subvertir el orden social de la posguerra.

Sí, es así, más claro que el agua. La Constitución dice que España es un Estado social, es decir, con vocación de procurar la equidad social a través de un Estado de Bienestar, lo que implica cierto grado de solidaridad fiscal y servicios públicos. Esto está siendo cuestionado. La batalla es eso y van al asalto. Son sectores ideológicos que han decidido ir a por lo que queda del Estado social europeo y te diré que Argentina les sirve de estímulo vitamínico.

Lo que dice Garamendi lo dice porque se lo deben haber dicho. Seguro se dio cuenta que metió la pata. La mejor manera de perseguir ese objetivo no es empezar a declararlo de manera tan visible sino sembrar la cizaña de la última linea defensiva de la clase trabajadora que cobra poco, que se rebele contra el sistema fiscal. Quieren conseguir que el discurso anti impuestos cuaje, junto al desapego de la gente al Estado social. Reaccioné así en televisión porque lo vi como un rayón... estos van con todo. A partir de los 80 empieza a ser cuestionado el orden social de la posguerra y ahora viene la segunda fase. La derecha española hasta ahora no lo había cuestionado nunca.