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Nusantara y el desafío de construir una capital desde cero

En la isla de Borneo se levanta Nusantara, la futura y nueva capital de Indonesia. Costará 32.000 millones de dólares y reemplazará a Yakarta, pero su puesta en marcha ha estado plagada de retrasos y desafíos logísticos y medioambientales que ponen en duda su pronta finalización.

Vista aérea de los edificios en construcción de la futura capital de Nusantara. (AFP)

Imagínense empezar de cero, crear una ciudad desde sus cimientos en la que la sostenibilidad no sea una opción, sino una realidad intrínseca, potenciar la idea de que la civilización puede y debe estar en armonía con la naturaleza. Así vende el presidente indonesio, Joko Widodo, su gran legado: Nusantara, la nueva capital administrativa de Indonesia, que reemplazará a la congestionada Yakarta, una ciudad que se hunde a un ritmo alarmante. Sin embargo, su plan de traslado se ralentiza, los problemas de financiación proliferan y los críticos afirman que el proyecto es demasiado precipitado e impactará en el clima y ecosistema de la zona. Con todo, este sábado acogerá por primera vez los actos con motivo del día de la Independencia.

Entre la espesura de la selva de Borneo, donde las hojas de los eucaliptos tiemblan bajo el zumbido constante de las grúas y las hormigoneras, la construcción de Nusantara va transformando este lugar ubicado en la provincia de Kalimantan Oriental, una zona de 2.560 km2 que abarca plantaciones industriales, minas, comunidades indígenas, tierras agrícolas y especies autóctonas como orangutanes y monos de nariz larga. Allí se ubicará Nusantara, que debe ser la próxima capital política y administrativa y albergará 2 millones de habitantes.

Geográficamente, Nusantara se encuentra en el centro del archipiélago indonesio de 17.000 islas, lo que supuestamente ayudará a distribuir el poder y la riqueza de forma más uniforme. Es decir, descentralizará la economía de un país de 280 millones de personas y en el que Java, la isla más poblada del mundo, alberga a más de la mitad de la población del país, los javaneses, el grupo étnico más grande.

Tras tres siglos y medio de colonialismo neerlandés y tres años de ocupación japonesa, Indonesia obtuvo su independencia poco después de la Segunda Guerra Mundial. El país ha sido un punto de encuentro de civilizaciones y un eje crucial en las rutas comerciales a lo largo de la historia. Yakarta, metrópolis javanesa de más de 10 millones de habitantes –31 millones en su área metropolitana–, no solo es el corazón político y económico de Indonesia, sino también un punto focal en el sudeste asiático.

Pero Yakarta se desmorona. En tan solo un año, algunas áreas de la capital se hunden hasta 11 centímetros debido a la extracción excesiva de aguas subterráneas y el vertiginoso desarrollo urbano. Además, la crisis climática incrementa la frecuencia y severidad de tormentas y fenómenos meteorológicos extremos, contribuyendo a la subida del nivel del mar. Para el 2050, el 25% de la capital podría quedar sumergida.

Por ello, Joko Widodo, apodado Jokowi, resucitó un proyecto abandonado hace mucho tiempo para reubicar la capital. La elección recayó en la costa este de la isla de Borneo, a 1.200 kilómetros al noreste de Yakarta y a dos horas de avión. Según el plan inicial, que preveía la construcción en cinco etapas hasta 2045, la primera fase debía estar operativa este verano.

Día de la independencia

Fue en 2019 cuando Jokowi lanzó la iniciativa de crear una nueva capital administrativa, Nusantara, un término sánscrito que significa “islas exteriores”, que será, según el Gobierno de Indonesia, una ciudad inteligente y autosuficiente. Así, la planificación urbana prevé que el 80% del transporte sea ecológico, mediante el uso de transporte público, bicicletas o a pie. Para fomentar esta movilidad sostenible, el Ejecutivo ha diseñado una red que permite acceder a cualquier servicio o instalación básica en diez minutos. Además, se ha establecido una planta solar para supuestamente abastecer de energía toda la ciudad y un gran embalse proporcionará agua potable.

Las obras comenzaron hace más de dos años, pero el proyecto no avanza en los plazos previstos. A excepción del palacio presidencial en forma de ala, inspirado en el pájaro mítico Garuda, el emblema nacional, Nusantara presenta edificios sin terminar y carreteras llenas de baches.

«No pude dormir bien... quizá porque era mi primera vez», dijo Jokowi a la prensa tras su primera noche en el palacio. El presidente se encuentra allí desde hace dos semanas y ha reiterado que «no todos los países tienen la oportunidad y capacidad de construir su capital partiendo de cero. Nusantara es construida como una ciudad llena de vegetación, no una ciudad de hormigón o una ciudad de cristal».

Prabowo Subianto, el ganador de las elecciones presidenciales de febrero, se ha comprometido a continuar con el proyecto y ha afirmado que espera que la capital esté «operativa» en los próximos cuatro o cinco años. Ambos, Jokowi y Subianto, participarán mañana en los actos con motivo del día de la Independencia, que por primera vez tendrán lugar en Nusantara. Estaba previsto que ese mismo día se transfiriera de manera oficial la capital a la nueva urbe, pero el mandatario aún no ha firmado el decreto para que suceda.

Retrasos

Hasta ahora, el proyecto estrella de los dos mandatos de Jokowi ha estado plagado de retrasos. La lentitud de las obras y el incumplimiento de los plazos obligó el mes pasado a dimitir al director de la Autoridad de la Capital Nusantara y a su adjunto, y la demora también han afectado a los planes de trasladar a 12.000 funcionarios a Nusantara a partir de julio.

Y es que el controvertido proyecto, valorado en 32.000 millones de dólares, consiste en trasladar el Parlamento, la presidencia, pero también muchos funcionarios a la nueva capital. Pero, por ahora, nadie quiere vivir en Nusantara. «Se nos dice que realmente se convertirá en una ciudad en 2045. Pero debemos establecernos allí a partir de 2024. ¿Cómo será nuestra vida entonces?», señalaba un funcionario a la agencia AFP.
Una de las causas de los retrasos es la falta de financiación. El gobierno de Widodo ha recurrido en gran medida a la inversión privada para construir la ciudad, ya que el Estado sólo asume el 20% del coste, que cubre principalmente la construcción de infraestructuras básicas, edificios y servicios públicos dentro de la «zona central» del gobierno.

Algunos temen que, en un esfuerzo por atraer la inversión privada, se debiliten las normas medioambientales. En este aspecto, la construcción de Nusantara, con su gran demanda de agua, energía e infraestructuras, ya está teniendo un impacto significativo en uno de los pulmones del planeta. También se han expropiado viviendas a comunidades indígenas, que carecen de documentos de propiedad y recursos para enfrentarse legalmente a estos cambios, y las poblaciones pesqueras se han visto afectadas por la destrucción de manglares y su impacto en la vida marina de la isla.

Con todo, el gobierno sigue promocionando Nusantara a través de medios e influencers para atraer a ciudadanos y contrarrestar críticas, presentando la ciudad como moderna y sostenible, a pesar de su impacto mediambiental y los manifiestos retrasos en su construcción.