Salvar vidas a costa de la propia en el campo de Jenin
La violencia contra los sanitarios en el campo de refugiados de Jenin ha obligado a los palestinos a organizar equipos de voluntarios para atender las gravísimas emergencias dentro del campo. El Ejército israelí no distingue entre unos y otros; todos son objetivo.
Nidal Naghnaghiye, de 52 años, es un hombre alto y delgado, y habla pausadamente; 17 años de su vida los pasó en las cárceles del Estado de Israel. Hoy es un reconocido líder comunitario y social en el campo de refugiados de Jenin. Forma parte del comité popular del campo de refugiados, que hace frente muchas veces a las necesidades -cada vez más urgentes- de quienes viven en el campo.
Las condiciones de violencia se suman a una crisis social y económica que se recrudece, sobre todo en las comunidades empobrecidas de los campos de refugiados de toda la Cisjordania ocupada. Junto a otros residentes del campo se han organizado y crearon una fundación llamada “Nuestra Palestina”, fundación enfocada en gestionar y entrenar a un grupo de paramédicos voluntarios dentro del campo.
En el campo de Jenin viven cerca de 24.000 personas que se han visto expuestas a los continuos y frecuentes ataques del Ejército israelí. Los sanitarios que trabajan en el campo son blancos también de los ataques de las fuerzas israelíes.
ATAQUE A LOS SANITARIOS
De acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la Cisjordania ocupada se han registrado 480 ataques del ejército israelí o colonos a trabajadores sanitarios e instalaciones médicas, dejando un saldo de 16 personas muertas y 95 heridas. El grueso de estos ataques a personal e instalaciones médicas -clara violación del Derecho Internacional Humanitario- se concentra en el norte de la Cisjordania ocupada. Cerca del 95% tienen como objetivo Jenin, Tulkarem y Naplusa.
Los ataques al campo de refugiados de Jenin y a los trabajadores médicos no son una novedad, sino todo contrario, son un hecho habitual. Pero lo cierto es que, desde julio del 2023, la campaña de violencia en contra del campo por parte del Ejército israelí se había intensificado y se ha agravado aún más desde el 7 de octubre.
El 21 de mayo de 2024, mientras caminaba a su trabajo, el Dr. Aseed Jabareen fue asesinado por el Ejército israelí a escasos metros del Hospital Jaled Suleimani, cercano al campo de refugiados de Jenin. El Dr. Jabareen había trabajado como cirujano durante 17 años. Ese día, junto a él, mataron a otros seis palestinos, entre ellos un niño.
En esa misma incursión, el joven enfermero de profesión Mohamad Abu Morad, de 21 años, nacido y residente del campo de refugiados y voluntario paramédico, fue herido por un francotirador israelí mientras trataba de llegar a un herido para atenderlo.
La bala le dio en un brazo, se puso a cubierto, atendió su propia herida para evitar una hemorragia y se mantuvo cerca del herido que había ido a atender. Cuando una ambulancia pudo recogerlos, los llevaron a la sala de emergencia del hospital gubernamental de Jenin. «Estaba desbordada de heridos, me tuvieron que llevar a otro hospital», recuerda Mohamad. Cuando pudieron curarle la herida y ver que no suponía gravedad, tomó antibióticos, le vendaron el brazo y salió otra vez, el mismo día, a atender a los heridos hasta bien entrada la noche.
Durante la incursión de ese día, Mohamad recuerda que tuvieron que atender a una mujer embarazada y trasladarla, lo que ya representa un riesgo para la paciente y para los sanitarios.
Durante las incursiones de las fuerzas israelíes, los vehículos sanitarios que transportan heridos y pacientes son muchas veces bloqueados o atacados con fuego directo. Los sanitarios son obligados a descender de los vehículos, requisados y en algunos casos son detenidos. Así lo documenta el mismo informe de la OMS.
NECESIDAD DE SALVAR VIDAS
Hay un Hospital a escasos cinco minutos de una de las entradas del campo de refugiados, pero no pocas veces las ambulancias no pueden llegar a los heridos o llevarlos a las salas de emergencia.
Las fuerzas armadas del Estado de Israel están utilizando, cada vez más, mayor capacidad militar contra las zonas pobladas. Vehículos blindados de transporte de tropas, bulldozers que destruyen infraestructura, ataques aéreos de drones, munición antitanque...
Para hacer frente a esta situación, a finales del 2022 se comenzó a crear y a entrenar a un grupo de paramédicos-voluntarios que pudieran operar dentro del campo de refugiados durante las incursiones armadas del Ejército israelí.
Hoy en día hay ocho mujeres y quince hombres que conforman el equipo de paramédicos-voluntarios. No todos tienen experiencia ni trabajan en medicina. Como su líder Salah Mansour, de 29 años, abogado de profesión, pero que ha recibido entrenamiento para salvar vidas dentro de su comunidad. «La motivación viene de la necesidad de salvar vidas en nuestra amada Jenin», afirma Salah.
La misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Cisjordania brinda apoyo tanto en entrenamiento como en equipamiento a los voluntarios y a los trabajadores sanitarios de Jenin y de otras ciudades golpeadas por la escalada de incursiones israelíes en la Cisjordania Ocupada.
Parte de este equipo consiste en kits de primeros auxilios y dos tuk-tuk -vehículos de tres ruedas que en occidente tienen destino turístico- que sirven para el transporte de heridos y pacientes en búsqueda de asistencia médica. Y es que las ambulancias son bloqueadas por el Ejército israelí. Se trató de establecer un punto de emergencias en el campo, pero este fue bombardeado por el Ejército israelí. Por eso ahora los sanitarios cargan con su kit de primeros auxilios y se van moviendo en el campo para evitar ser un blanco de los bombardeos o ataques israelíes.
Los entrenamientos están enfocados, señala Pierre Bru, jefe de proyecto en Jenin, de MSF, en «estabilizar el paciente hasta que termine la incursión. Prolongar su vida lo más que se pueda».
El entrenamiento, además de en primeros auxilios, intenta dar capacidad para atender los traumas de una escalada de violencia que se está prolongado en el tiempo y de un trauma intergeneracional dado por décadas de ocupación.
Nidal cree en la necesidad de tener en cada casa al menos una persona adecuadamente entrenada en parar hemorragias y, por eso, junto a MSF ha enseñado a hacerlo a más de un centenar de voluntarios. Uno de los entrenamientos se llevó a cabo en el antiguo hall del comité popular de Jenin. Allí, un sanitario de MSF enseñó durante tres horas a un grupo de mujeres jóvenes, trabajadoras del cuidado de menores y cuidados del hogar; una sanitaria y otras profesionales. Las 11 mujeres prestaban atención y compartían casos de las veces en que se han enfrentado a heridos.
UNA BALA EN EL PECHO
Para Salah la falta de seguridad del equipo que lidera para poder moverse con libertad y salvar vidas es una de sus mayores preocupaciones.
Pero es parte del trabajo. Y es que para mantener con vida a los heridos antes de que puedan recibir atención primaria, «muchas veces estabilizamos al paciente y nos tenemos que quedar con él durante más de dos horas».
Ahmad Nobane tiene 21 años y ha estado cerca a morir en dos ocasiones, ambas salvando vidas en Jenín. Su padre fue un reconocido combatiente de la resistencia palestina durante la segunda intifada, cuando el Ejército israelí atacó el campo de refugiados de Jenin y mató a 52 personas, la mitad civiles. La incursión armada de entonces también dejo 400 casas destruidas y miles de heridos.
Ahmad ahora quiere continuar resistiendo, pero salvando vidas.
Cuando el tiro del francotirador israelí impactó en su pecho, Ahmad estaba intentando llegar a un herido que yacía tirado en la calle. Logró ponerse al cubierto, y se tuvo que aplicar los primeros auxilios a sí mismo, evitar la hemorragia para no morir desangrado.
Sus compañeros lograron llegar a él, cuando ya la respiración le fallaba, y lo llevaron a emergencias donde fue tratado. La bala se le había alojado en el pecho.
Durante seis meses tuvo que hacerse radiografías para ver si el proyectil se movía. En ese tiempo siguió trabajando como voluntario, mientras también estudiaba lenguaje, discurso y sensibilización en la Universidad americana de Jenin.
Tres meses después, un ataque de dron lo llenó de metralla en el lado izquierdo de su cuerpo y le hizo perder parte de la audición. «Lamento no haber podido llegar a rescatar a esa madre y a su hija», recuerda Ahmad la segunda vez que fue herido intentando llegar a rescatarlas cuando habían caído heridas por un ataque de dron anterior.
Con la convicción de alguien que está trabajando voluntariamente salvando las vidas de sus vecinos, sus amigos y su familia, pregunta: «¿Si no hacemos esto, quién lo hará?».