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La sociedad israelí, entre el deseo de la «victoria total» y el escepticismo

Pese a las manifestaciones contra Netanyahu y por un cese el fuego, la sociedad israelí sigue justificando de forma mayoritaria la agresión contra Gaza, pero gran parte no cree que la «victoria total» que persigue el primer ministro, que va recuperando apoyos, sea posible.

Israelíes piden la liberación de las personas capturadas en Gaza. (Ahmad GHARABLI | AFP)

A la vez que el Ejército israelí mataba a 33 personas y dejaba 145 heridos bombardeando viviendas en el campamento de refugiados de Yabalia, o disparando en el campamento de refugiados de Nuseirat, cientos de miles de personas se manifestaron en las calles de Tel Aviv, Haifa, Jerusalén, Kfar Saba, Beersheba o Netanya, en una nueva jornada de movilizaciones para exigir al Gobierno israelí un acuerdo con Hamas para la liberación de los prisioneros israelíes en la Franja.

La movilización masiva no reflejaba un rechazo al horror por los cuerpos de niños aplastados o por las masacres entre las tiendas de los desplazados que a esa misma hora se estaban perpetrando.

La mayor parte de la sociedad israelí vive ajena a esas imágenes y, en todo caso, se suma a la deshumanización de la población palestina que arengan sus líderes desde hace décadas y que mantienen el 7 de octubre como fecha fetiche para sustentar el genocidio.

‘¿Por qué siguen en Gaza?’, ‘Paren el mundo y salven a todos’ o ‘No firmar un acuerdo es un asesinato’ coreaban los manifestantes en unas protestas que enlazan con las que se desarrollaron contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, antes del 7 de octubre. Convocadas por el Foro de Familias de Rehenes cerraban una semana de movilizaciones diarias tras conocerse la muerte de seis de los cautivos cuyos cuerpos fueron recuperados por militares israelíes en Gaza.

Pero las encuestas siguen mostrando el apoyo bélico contra los palestinos de una sociedad muy militarizada y que se siente históricamente víctima y no agresora.

De hecho, el deterioro de la imagen de Israel en el mundo, acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad, tiene un impacto relativo. En muchos sectores incluso refuerza la imagen de victimismo, de sentirse un pueblo perseguido.

Incluso estos manifestantes no reflejan un cambio en la opinión sobre la ofensiva de Gaza sino la desconfianza en que con la guerra puedan recuperar a sus familiares.

Así lo cree la analista del medio +972, Dahlia Scheindlin, autora del libro ‘La madera torcida de la democracia en Israel’. «No veo mucha oposición a los elementos brutales de la guerra entre el público judío israelí porque no hay un cambio real en la simpatía por ella. Tal vez haya porcentajes menores que se opongan a la ayuda humanitaria, pero eso es todo. Lo único que ha cambiado es la confianza del público en la capacidad de Israel para lograr sus objetivos bélicos», asegura.

A su juicio, tras el 7 de octubre, la opinión pública israelí adoptó posiciones mucho más extremas que en anteriores ofensivas, que han llegado al bloqueo de la ayuda humanitaria o la justificación de las acciones más abominables, hasta las referencias bíblicas para el exterminio total.

Pero, a la vez, se observó que no se produjo un agrupamiento en torno a los líderes políticos que la analista observa habitual en «tiempos de guerra». Al contrario, el respaldo al Ejecutivo, a Netanyahu y al Likud cayó a sus niveles más bajos de la historia, llegando a perder un 50% de su apoyo. Aun así, la experta en estudios de opinión pública ha observado que desde abril se ha recuperado la confianza en Netanyahu. Lo relaciona con el bombardeo que mató a un comandante iraní en Damasco y la respuesta de Teherán con un inédito ataque a Israel.

«Vemos una disminución de la confianza, con alrededor de dos tercios que rechazan las afirmaciones de Netanyahu de que la victoria total está a nuestro alcance», dice Scheindlin

Los sondeos electorales volvieron a situar en cabeza al Likud y el último le daba solo un escaño de diferencia respecto a la lista de Benny Gantz (22-23). Es decir, el partido del primer ministro perdería hasta 13 escaños, pero en un panorama parlamentario atomizado similar al actual, podría volver a gobernar con sus aliados más ultras y fundamentalistas religiosos, a pesar del rechazo que se observa en las calles.

Además, los líderes de oposición –Gantz, Yair Lapid o Naftalí Bennett, del que se rumorea su regreso–, mantienen posturas igualmente hostiles a concesiones a los palestinos. Con una cada vez mayor influencia del fundamentalismo –sionista y religioso–, las posturas más «izquierdistas» se han visto reducidas a la marginalidad. «Lo que resulta muy duro para mí es que todos me vean como un chiflado. El sentirse tan solo, tan raro, tan incomprendido y tan fuera de la ley, para mí, es en efecto nuevo», señalaba un activista en las manifestaciones.

De hecho, la polarización se da sobre todo entre quienes tienen claro el objetivo de seguir la ofensiva hasta la desaparición de los palestinos de Gaza –la «victoria total»– y quienes creen que continuarla amenaza a los rehenes y a sus propias vidas. Aunque entre estoos no existe un acuerdo sobre qué hacer tras un cese el fuego. Su consenso responde al rechazo radical frente a Netanyahu y su Gobierno cada vez más autoritario.

Lo único que la minoría de izquierda o pacifista puede obtener de estas movilizaciones es un espacio de protesta, pero muy complicado de capitalizar tras décadas de deshumanización de los palestinos.

Netanyahu –que sigue teniendo pendientes tres procesos por corrupción– recurrió a la represión –hubo heridos y detenciones– a la vez que apeló a la «unidad» en busca del apoyo a la «guerra sin fin». «Los asesinos no distinguen entre nosotros, nos quieren asesinar a todos, hasta el último, (ya sea) de derecha o izquierda, laicos o religiosos, judíos y no judíos», afirmó.

Y aunque puede haber unidad entre los israelíes judíos de desear la «victoria total» sobre la resistencia palestina, las actitudes se vuelven más escépticas sobre la capacidad de lograrla. «No es por falta de deseo; absolutamente vemos un número constante de personas que piensan que la guerra está justificada. Pero en cuanto a las preguntas sobre si Israel puede lograr una ‘victoria total’, vemos una disminución de la confianza, con alrededor de dos tercios que rechazan las afirmaciones de Netanyahu de que tal resultado está a nuestro alcance», indica Scheindlin.

Similar apreciación indican encuestas de la organiaciónn israelí Image of Victory, que creen que «las cuestiones relativas a la capacidad de lograr la victoria absoluta deben generar una señal de alerta entre los responsables de la toma de decisiones israelíes».

No solo es que se extienda la idea de que los capturados en Gaza no van a volver con vida si sigue la operación contra los palestinos o el malestar porque miles de israelíes sigan un año después desplazados de sus colonias cerca de la frontera con Líbano. La economía israelí también se está viendo afectada.

El Ministerio de Finanzas ha reducido sus perspectivas de crecimiento y la desaceleración está siendo más acusada de lo esperado. Del 1,9% que proyectaba antes para 2024 ha pasado a esperar un aumento del 1,1%. Para 2025, ha pasado de proyectar un 4,6% al 4,4%.

La economía israelí se está viendo afectada. Las exportaciones e inversiones han caído y la llegada de turistas se ha reducido drásticamente desde octubre del año pasado, un 76% entre enero y junio de este año

La movilización de reservistas, pero sobre todo la expulsión de los trabajadores palestinos está privando a las empresas de trabajadores en la construcción, la agricultura y el comercio, donde las compañías israelíes se beneficiaban de la mano de obra palestina. En el último año, Israel anuló los permisos de trabajo de palestinos de la Franja de Gaza y también de la mayoría de los que viven en la Cisjordania ocupada.

Para solventar la necesidad de decenas de miles de trabajadores que sostengan su actividad, ha optado por firmar acuerdos bilaterales con países como India o Tailandia.

Igualmente, las exportaciones e inversiones se están viendo afectadas, según la Oficina de Estadísticas, y la llegada de turistas se ha reducido drásticamente desde octubre del año pasado. Poco más de 500.000 visitantes llegaron entre enero y junio de este año, una caída del 76% en comparación con el mismo período del año pasado, cuando algo más de dos millones de turistas visitaron el país.