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Entrevista
Hamid Hosseini
Representante del Partido de la Izquierda de Irán en el exilio

«La estrategia de Israel es extender la guerra por todo Oriente Medio»

A Hamid Hosseini (Teherán, 1951) se le enciende la vena crítica. «El Gobierno racista de Israel quiere ampliar la guerra a una escala mucho mayor, a todo Oriente Medio», dice este marxista y orgulloso persa. Exiliado desde 1983, sueña con regresar a su país tanto como ver un Estado palestino.

Hamid Hosseini. (Gorka Castillo)

Hamid Hosseini llegó al Estado español en 1983 huyendo de la represión que impuso la revolución islámica en Irán. Como miembro del Partido de la Izquierda, la antigua Fedayín del Pueblo Iraní, estaba sentenciado a muerte. Muchos de sus compañeros que habían luchado antes contra la tiranía del sha Reza Pahleví fueron ejecutados, torturados o terminaron en el exilio.

La proclamación como presidente de Irán de Masoud Pezeshkian ha generado cierta esperanza en algunos sectores tras escuchar sus promesas de acabar con el «aislacionismo». ¿Qué le diferencia de su rival, Saeed Jalili, de la línea más dura del régimen?

Tanto los programas del reformista Pezeshkian como del conservador Jalili comparten el principio supremo de preservar el sistema teocrático a toda costa. Hay un acuerdo tácito entre ambas facciones. Pezeshkian no cuestiona el carácter sagrado de obediencia al líder supremo, el ayatollah Ali Jamenei, ni la necesidad de un rearme con misiles de largo alcance pese a la política de severa austeridad económica contra un pueblo sometido por la sharia (ley islámica) y una dura represión contra cualquier voz disidente.

Las únicas diferencias entre reformistas y conservadores es que Pezeshkian ha prometido recuperar el diálogo sobre el control de armas nucleares e intentar que eliminen las sanciones económicas contra el régimen y que tanta pobreza están causando. También se comprometió a reducir las restricciones de internet y a suavizar las políticas de censura vigentes. Habrá que ver si realmente puede llevar a la práctica estos pequeños cambios y, lo más importante, si los que tienen las palancas del poder en sus manos se lo permiten.

El triunfo de Pezeshkian coincidió con la ofensiva militar de Israel contra Hizbulah y el atentado contra el líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en Teherán. ¿Por qué Israel trata de involucrar a la República Islámica en la guerra?

El Gobierno racista de Israel y Benjamin Netanyahu están atrapados en Palestina en un callejón sin salida y buscan salir de su estancamiento ampliando la guerra a una escala mucho mayor. Los brutales ataques que llevan 11 meses perpetrando contra Gaza, calificados como crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional de La Haya, han aislado internacionalmente a ese país y han generado dudas en sus aliados sobre su apoyo.

En Israel, las huelgas y las manifestaciones callejeras empiezan a ejercer presión sobre el Gobierno para que acepte un alto el fuego, algo que podría precipitar su caída y exponerse a ser procesado. En esta situación, Netanyahu cree que forzar una guerra controlada con Hizbulah en el sur de Líbano y con la República Islámica de Irán podría desviar la atención mundial sobre el genocidio en Gaza y Cisjordania, ya que al centrar la atención en Teherán, un régimen teocrático y reaccionario, recuperaría el apoyo de sus aliados y aliviaría la presión. El asesinato de Haniyeh tenía este objetivo. No hay duda de que Israel busca provocar a Irán. Afortunadamente, la República Islámica no ha caído en esta trampa. Al menos, de momento.

¿No descarta la apertura de un nuevo frente de guerra?

El 8 de setiembre, Israel realizó uno de sus ataques aéreos más intensos sobre territorio sirio. Es una prueba más de que Israel tiene intención de realizar un ataque total contra Líbano. El intercambio de fuego con Hizbulah ha obligado a abandonar sus hogares a 100.000 residentes que están presionando al Gobierno israelí.

La estrategia de Israel es extender el conflicto, pero a Irán no le interesa abrir ese frente porque sus fuerzas militares están muy limitadas. Se basa principalmente en el arsenal de misiles de largo alcance y en la capacidad de sus grupos paramilitares en Líbano, Siria, Irak, Palestina y Yemen. Su aviación es muy débil y en el mar carece de poder. Puede causar daños a Israel, pero las pérdidas que sufriría serían mucho mayores.

¿Cree que las explosiones de aparatos tecnológicos organizada por Israel contra milicianos de Hizbullah y civiles en Líbano abre una nueva dimensión en este conflicto?

Han sido técnicamente impresionantes y, sin duda, han dejado a Hizbullah, la República Islámica de Irán y sus aliados en estado de shock. Son ataques de naturaleza terrorista que, al igual que ocurrió con las operaciones de Hamas el 7 de octubre, deberían ser condenados por la ONU y la comunidad internacional.

Las víctimas no han sido solo militares. Hay miles de civiles heridos de gravedad y decenas de personas asesinadas. Pero Europa y EEUU, que tan preocupados están por la situación de Venezuela, no solo guardan silencio ante este crimen, sino que lo defienden.

Estos sofisticados atentados sitúan a Hizbullah ante una diyuntiva, porque su seguridad ha quedado muy limitada. Es muy poco probable que pueda responder a Israel como desea. Lo mismo sucede con Irán, cuyos problemas internos le empujan a evitar involucrarse en el conflicto de manera directa y a mantener una política de contención. De todas formas, Israel ha vuelto a demostrar que para alcanzar sus objetivos racistas no tiene intención de respetar ninguna ley internacional. Quiere expandir la guerra a Líbano e involucrar a la República Islámica de Irán como sea.

¿Qué ha cambiado desde el 7 de octubre?

Muchas cosas. Ha impedido el establecimiento de relaciones entre Arabia Saudí e Israel, al menos a medio plazo. Y en un plano humanitario, ha dejado en evidencia a Israel. Netanyahu ha dicho que todos los territorios palestinos le pertenecen y que no se detendrá ante nada ni nadie hasta alcanzar sus inhumanos objetivos. Desgraciadamente, la ONU no ha logrado prevenir el genocidio en Gaza porque las grandes potencias han jugado un papel decisivo en su deslegitimación e ineficacia. EEUU y Europa están demostrando que no respetan los valores democráticos que dicen defender con su apoyo a un país que comete crímenes contra la humanidad ante los ojos del mundo. Mientras, la República Islámica y sus milicias aliadas han constatado este último año que su capacidad militar y política no ha sido suficiente para evitar la destrucción de Gaza ni la mayor ocupación de los territorios palestinos.

Estoy convencido de que Hamas no puede ser una alternativa democrática para el pueblo palestino, y la Autoridad Nacional Palestina ha transmitido una imagen profundamente decepcionante en los días más críticos de esta guerra. La cifra de muertos y heridos en Gaza se acerca a las 200.000 personas, lo que refuerza la percepción de que ya nada volverá a ser como antes.

La solución de los dos Estados es rechazada de plano por ambas partes. ¿Qué futuro le espera al pueblo palestino?

Mi deseo es ver un Estado palestino independiente. Y creo que la solución más viable es la coexistencia de dos Estados pese a los problemas que existen. Por ejemplo, la presencia en Cisjordania de 750.000 colonos ilegales. Israel debe acatar el derecho internacional, cesar las políticas racistas contra los palestinos, aceptar las resoluciones de la ONU y respetar los derechos humanos. Son demandas en línea con los logros de la civilización humana. Una nación que desee alejarse de la barbarie debe adhe- rirse a ellas. Por eso, la victoria del pueblo palestino va a depender en gran medida de la revitalización de la ONU y de otros organismos internacionales que regulan las relaciones entre Estados y los abusos, así como del peso de las fuerzas progresistas en Israel, EEUU y Europa, ya que el destino final de su lucha dependerá de las tendencias políticas globales y el equilibrio de fuerzas entre progresistas y reaccionarios en el mundo.

¿Qué opina del papel de los países árabes?

Injustificable. Ha tenido que ser Sudáfrica la que llevó a Israel ante la Justicia y Colombia la que ha roto relaciones diplomáticas. La magnitud de los crímenes que están cometiendo en Palestina es tan grande que uno podría preguntarse, aun siendo agnóstico, qué hace Dios para evitar semejante barbaridad. Nada. Las teocracias árabes podrían reducir la escala de las matanzas sionistas cortando relaciones diplomáticas y comerciales o amenazando con interrumpir la exportación de petróleo. ¿Por qué no lo hacen? La respuesta es sencilla: los intereses de sus élites gobernantes están tan entrelazados con los de EEUU y otras naciones occidentales que han perdido su capacidad para enfrentarse a las injusticias contra un pueblo hermano como el palestino.

En 2020, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos firmaron los Acuerdos de Abraham con Israel, un invento trumpista para acercar a árabes y judíos bajo la premisa de excluir a Palestina. ¿Es posible construir así un espacio de convivencia?

La descripción que todos los partidos palestinos hicieron fue la de una puñalada por la espalda. La estrategia de los firmantes era clara: perpetuar la ocupación de los territorios palestinos y hacer que gradualmente se olvidara lo que allí se está perpetrando.

Han pasado cuatro años y la cuestión palestina se ha convertido en una crisis global. La realidad ha mostrado que todo Oriente Próximo, incluido Israel, no verá la paz sin resolver ese gran problema.

¿Hablar de negociaciones de paz mientras Israel no cesa sus bombardeos sobre Gaza, Líbano y ocupando tierras en Cisjordania es una cortina de humo?

Va más alla. Forma parte de una estrategia calculada cuyo objetivo es expandir la guerra en la región, consolidar al actual Gobierno de Israel, continuar la ocupación de todos los territorios palestinos y enterrar el sueño de establecer un Estado independiente.

¿Hay alguna otra salida para Oriente Medio que no sea una guerra total?

Los problemas de Oriente Medio no tienen solución militar. Solo bajo el amparo del diálogo y la coexistencia se pueden resolver las complejidades de esta región. Pero esto es solo un deseo. La interrelación de los intereses de los países de la región con los de las potencias mundiales, que muchas veces son contradictorios, complica la resolución de unos problemas que son irresolubles si hay una guerra de por medio. Oriente Medio sigue siendo el campo de juego en el que las grandes potencias, China y EEUU, dirimen los asuntos globales, obviando que la verdadera cuestión es la coexistencia entre Israel y Palestina.