El derribo de la redacción de Hernani, penúltimo episodio de un trauma
Estos días las máquinas excavadoras están derrumbando lo que fue la redacción de «Egin» y Egin Irratia en el polígono Eziago, en Hernani. Talleres Mitxelena compró el terreno en subasta y extenderá hasta allí sus instalaciones.
Quienes pasen por el polígono Eziago estos días podrán comprobar que el icónico edificio de ladrillo rojo que hace unas décadas albergó la redacción central de ‘Egin’ está siendo derruido. Nada queda de la verja ante la que Tomás Arrizabalaga sostuvo para las cámaras el último número del diario. Ni rastro de la redacción a la que, entre cierre, detención y condena, regresó Jabier Salutregi para denunciar la barbaridad que habían cometido. La empresa que linda con lo que era la redacción, Talleres Mitxelena, compró el solar en una subasta en 2021 y ahora extenderá sus instalaciones en este terreno.
Esta cooperativa se dedica a la máquina herramienta y necesita más espacio para expandirse. Lógicamente, entre cambiar de sede, dividirse o ampliarse en el terreno contiguo, esta última opción es la más económica y eficiente. No obstante, los terrenos contenían materias tóxicas y el edificio amianto, por lo que el derribo se ha retrasado más de lo esperado.
Cierre definitivo, en cierta medida
Este derrumbe supone, en cierta medida, el cierre de la historia de ‘Egin’, pero las heridas y facturas que dejó aquel trauma ni se han cerrado ni cicatrizarán fácilmente.
Como ya es sabido, Baltasar Garzón ordenó en 1998 el cierre del periódico y la emisora por su «relación» con ETA. Durante el proceso, algunas veces ETA financiaba a ‘Egin’ y otras ocurría al revés. Lo cierto es que el medio de comunicación se financiaba gracias al esfuerzo de sus trabajadores, sumado al compromiso de las familias, colectivos, entidades y empresas que no cedieron a las presiones para boicotear al diario. Ese boicot fue, precisamente, el que provocó la deuda que ‘Egin’ acumuló con la Seguridad Social española.
Cinco años después del cierre, Garzón le endosó a GARA esa deuda que el periódico de Hernani tenía con la Seguridad Social, aduciendo una «sucesión ideológica de empresas». La cifra ascendía a 4,7 millones de euros y, aunque en 2009 el Tribunal Supremo declaró ilegal el cierre de ‘Egin’, sus directivos cumplieron las condenas de cárcel íntegras y dispersados, mientras GARA sobrevivía bajo suspensión de bienes durante más de quince años, todo un récord.
Otra de las peculiaridades de este castigo es que a GARA se le endosó la deuda del rotativo clausurado, pero no se le cedieron ni su patrimonio ni su capital para poder gestionar esa deuda. No solo eso, los administradores judiciales no cumplieron con su función y dilapidaron ese capital, abandonando entre otros la gestión de esos bienes. Dejaron de pagar el local de Iruñea y lo perdieron. En Eziago pasó de todo, desde robos hasta inundaciones. Tampoco se sabe qué ocurrió con el dinero que tenía ‘Egin’ en sus cuentas. Debían velar por una empresa cerrada e intervenida y la llevaron a una ruina mucho mayor. Sin que rindieran cuentas por ello.
El expolio que todo lo esconde
El día que GARA cumplió 20 años, el 20 de enero de 2019, se anunció que se había llegado a un principio de acuerdo con la Seguridad Social, que suponía realizar pagos de medio millón de euros cada seis meses durante los siguientes años, con un montante total de más de tres millones de euros. Tal y como se denunció entonces, «un expolio y un ataque a la libertad de prensa».
Bajo esas condiciones, el medio de comunicación activó la campaña ‘Harpidetu etorkizunera’ y, a través de diferentes iniciativas, se logró pagar el expolio a GARA y finiquitar la deuda de ‘Egin’.
El acuerdo supuso una quita que, a su vez, suponía la liberación del patrimonio de ‘Egin’ para ser vendido por la Administración. GARA no recibió nada de esas ventas, ni de la de Eziago ni de la de la redacción de Gasteiz en la calle Olagibel. La Administración entendía que eso debía destinarse a pagar el resto de la deuda, dejando de lado que el cierre fue ilegal y la gestión, ruinosa.
Gracias al acuerdo, primero, y a la campaña de solidaridad, después, se logró la continuidad de la empresa y de la plantilla de GARA, así como el desarrollo de nuevos proyectos a través de NAIZ, renovando todo el proyecto y lanzando NAIZ Irratia, por ejemplo. Gracias a la comunidad de GARA y a quienes creen en la libertad de prensa y defienden la pluralidad de la sociedad vasca se logró superar este ataque. Aun así, el precio ha sido carísimo, la injusticia, insoportable, y la impotencia, evidente.
Llegados a este punto, el edificio suponía un problema de seguridad para el pueblo e impedía el desarrollo empresarial en el polígono. No tenía solución sencilla y es mejor que se derribe, que esa obra mejore un polígono que no está bien cuidado y que una empresa vasca se aproveche de esta situación. Pero todo el mundo deberá entender que con ese derribo se extingue el caso ‘Egin’, pero su injusticia perdura entre quienes fundaron, sostuvieron y trabajaron en aquel periódico, y en los herederos de ese legado.