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Las maletas recuperadas del fotógrafo Indalecio Ojanguren

Indalecio Ojanguren (Eibar, 1887-1972) es uno de esos personajes que siempre tienen algo más que dar: pionero del fotoperiodismo y el montañerismo vasco, si alguien dio testimonio de su época, fue él. En el centenario del Club Deportivo Eibar, del camarote familiar ha salido su archivo más personal.

Una de las cajas o maletas donde Indalecio Ojanguren y su familia guardaron sus imágenes más familiares y personales. (Gotzon ARANBURU | FOKU)

No tienen una historia tan novelesca como las tres cajas  halladas en Mexico DF en 2007, llenas de negativos inéditos de la Guerra del 36 captados por Robert Capa, David ‘Chim’ Seymour y Gerda Taro, y que pudimos ver en al película ‘La Maleta Mexicana’ (2011). Pero el paralelismo surge inevitablemente ante una de las maletas o baúles expuestos en la casa de cultura Portalea de Eibar, que contiene cajas con negativos de papel fotográfico y placas fotográficas, y corona un autorretrato donde vemos a un Indalecio Ojanguren ya mayor, posando con una de sus cámaras.  

La maleta forma parte del archivo familiar de los descendientes de Indalecio Ojanguren, un material guardado en un camarote de Eibar que las nietas y nietos del fotógrafo han cedido para la exposición ‘Indalecio Ojanguren 1887-1972”’, con la que la sección de Fotografía del Club Deportivo Eibar cierra las celebraciones del centenario del club. Están sus imágenes más conocidos, otras inéditas, sus álbumes familiares...

En 1966, la Diputación asumió su archivo y el ‘Fotógrafo Águila’, gastado por la edad, dijo: «Para hacer lo que yo he hecho hay que tener fe y luego amar a Euskalerria».

No es que Ojanguren sea poco conocido, porque su fondo fotográfico, de 8.259 fotografías y propiedad de la Diputación de Gipuzkoa, es una de esas joyas que te puedes encontrar en la página web Gure Gipuzkoa –se pueden consultar, con licencia de uso libre no comercial, en la web–, y también están en el Archivo Municipal de Eibar y en los fondos del propio Club Deportivo Eibarrés.

Son imágenes icónicas, como la de una anciana baserritarra votando en Eibar el 5 de noviembre de 1933, en el referéndum sobre el Estatuto vasco-navarro –fue la primera ocasión en que votaron las mujeres durante la Segunda República– o la fotografía del socavón producido por un obús durante los bombardeos de 1937 en la calle Egogain, entonces O’Donell. Un chaval en pantalón corto mira el desastre; es su hijo Eli, otra gran fotógrafo de la estirpe.   

La exposición, sorprende; y mucho. Emociona también, porque, sin dejar de ser local, porque la mayoría de las fotografías seleccionadas son de Eibar, a través del ojo de Ojanguren hacemos un viaje por el tiempo desde la Euskal Herria activa del principio de la industrialización, con las libertades ganadas durante la Segunda República, hasta la dictadura franquista. Un viaje desde el paraíso al infierno; aunque menos mal que les quedaba el monte y perderse la naturaleza, cumbres montañosas en las que posaba el ‘Fotógrafo Águila’, como le gustaba que le llamaran... un personaje especial al que gustaba subir solo, con su cámara y hacer lo que hoy llamamos selfies : hasta la invención del disparador retardado, ataba un hilo al disparador de su cámara.

De lo local a lo universal, eso así. «Es muy bonito ver cómo trasciende de Eibar al mundo, porque es una fotografía universal», admite José Valderrey, reponsable del archivo del Club Deportivo de Eibar.

Era un personaje especial al que gustaba subir solo al monte, con su cámara y hacer lo que hoy llamamos selfies: hasta la invención del disparador retardado, ataba un hilo al disparador de su cámara


A Indalecio Ojanguren Arrillaga (1887-1972), el nombre le vino dado de su tío Indalecio Sarasketa, el famoso pelotari Chiquito de Eibar. Nació en un Eibar que no tenía nada que ver con el actual: de 5.103 habitantes censados a finales del XIX, la población se duplicó a principios del XX por la llegada de trabajadores de otros lados de Euskal Herria llamados por la fiebre industrial. Indalecio comenzó a trabajar cuando tenía 16 ó 17 años, como los muchachos de su época, en la fábrica G.A.C. como armero especialista en montajes de movimientos de disparadores de revolveres.

No se sabe por qué se aficionó a la fotografía, aunque en 1908 ya publicó su primera fotografía en el periódico madrileño ‘ABC’, una inundación en Eibar, con la que inauguró las colaboraciones con medios de prensa que mantuvo durante toda su vida.

¿Y la montaña? Según ha revelado una de sus nietas, tras pasar el tifus, el consejo médico fue “nada de txikiteo” y que practicara el deporte de montaña: «Andar, andar y andar». Y lo llevó al extremo.

En 1914, Ojanguren abrió su gabinete fotográfico. Ese año también comenzó, en la cumbre del Ganekogorta, la historia de los concursos de montaña impulsados por el Club Deportivo Bilbao, que desencadenó en la creación en 1924 de la Federación Vasco Navarra de Alpinismo, con la que consiguieron extender la afición alpina por todo Euskal Herria. «Ojanguren es uno de los pioneros del montañismo vasco, fue el primer guipuzcoano que logró el concurso de cien montes –lo realizaría en siete ocasiones más–, pero sobre todo es su gran propagandista gráfico. Cristalizó en plata grandes vistas panorámicas y se autorretató muchas veces en las cumbres; documentó el trabajo en la montaña, los tipos vascos que en ellas vivían y sus costumbres», escribe José Valderrey en la biografía que ha realizado para su club. Ojanguren, socio fundador del C.D. Eibar, fue varias veces presidente de la comisión de Montaña y de su Junta Directiva.

Fotografía de cuando los chavales se bañaban en el río Ego al lado de Alfa (el franquismo soterró el río). (Gotzon ARANBURU | FOKU)

Sus fotografías tienen un gran valor documental, etnográfico y artístico. Entre los primeros ciclistas eibarreses, aparece un retrato de una jovencita: es Maria Magunazelaia (1904-2000), quien sujeta seria una bicicleta y un trofeo. Era una ermuarra, hija del dueño de una tienda de arreglos de bicicletas en Eibar.

«Creo que la copa es de una carrera que hicieron hasta Elorrio. Ella les ganaba a todos los tíos», dice Valderrey. Maria Magunazelaia también se ‘coló’ en la fotografía del primer voto femenino. Hay muchas mujeres en aquellas primeros imágenes; por cierto, Valderrey nos recuerda a otra pionera, la fotógrafa Victoria Ortuoste, hija del fotógrafo Román Ortuoste y mujer de Feliciano Castrillo. Ella fue parte de una saga, pero... «toda la vida las mujeres han trabajado en los estudios fotográficos y nunca han trascendido. Decían de Victoria que tenía los dedos amarillos de meter los dedos en el fijador», explica Valderrey.   

No es difícil imaginarse cómo fue aquella época, no hay más que fijarse en los rostros expresivos que miran a cámara. En ‘la txalupa’, su primer coche, el fotógrafo cargaba el cajón de madera en donde guardaba su primera cámara de fotos, de marca Ernemman, de 12 a 18 placas de vidrio de 10x15cm., un trapo negro, un trípode de madera y, en ocasiones, magnesio para iluminar interiores. Luego la técnica fue avanzando; por eso la exposición de Eibar incluye varias cámaras históricas, de la colección personal de Valderrey y Soraia Molina.  

Euskaldun y nacionalista –no se manejaba muy bien en castellano–, Ojanguren tenía 50 años cuando llegó la guerra. Con su mujer y cuatro hijos, tras el bombadardeo de Eibar, se fue a Gernika. Ojanguren realizó algunos reportajes en los frentes, fotografió trincheras, y destaca la colección de 120 fotografías del Cinturón de Hierro de Bilbo.

Después  le tocó vivir la posguerra, la dictadura militar, la adecuación al franquismo y el Plan de Regiones Devastadas. Tuvo que pagar una multa por ser del PNV y poder ejercer de nuevo su profesión. Es especialmente impactante una de las fotografías de la exposición: una ola de saludos fascistas en el acto de cambio de nombre de Plaza de la Constitución a Plaza de los Mártires de la Nueva España (en la actualidad, Plaza Barria).

Un profundo cambio llegó también a los periódicos y al modo de publicar fotografías. ‘Ojanguren Reporter Gráfico’, el sello que ponía en el anverso de sus fotografías, tuvo que dedicarse a las fotos de álbum familiar que a la fotografía de prensa debido a la censura. Eso no impidió que en su larga trayectoria profesional colaborase con gran número de revistas y periódicos.

En 1962 un incendio quemó parte del estudio y amenazó su archivo fotográfico. Se lanzó un SOS en los periódicos. En 1966, la Diputación asumió su archivo y el  Fotógrafo Aguila, gastado por la edad, dijo: «Para hacer lo que yo he hecho hay que tener fe y luego amar a Euskalerria».