Aberri Eguna 2022
Hace ya algunos años, tantos que la inmensa mayoría de los lectores de este diario estaban por nacer, el Aberri Eguna era algo de lo que se hablaba en voz baja, muy baja. No puedo precisar mucho, pero sí afirmar que la primera convocatoria de la que tuve conocimiento pretendía celebrarlo en el barrio donostiarra de El Antiguo, concretamente «dentro» de la parroquia de San Sebastián.
La convocatoria ya nos dice las circunstancias «especiales» en las que los vascos vivíamos en aquellos tiempos. Siguiendo con la convocatoria, debo añadir que fue decepcionante y extraña, muy extraña. Cuando los más tempraneros se aproximaron a la iglesia, comprobaron que en el interior no había sitio, que estaba llena de gente, mucho tiempo antes de la hora prevista. La llenaron con guardias civiles, policías y familiares. Todo un éxito.
La celebración del Aberri Eguna a lo largo del tiempo está plagada de situaciones poco conocidas. Algunas verdaderamente significativas que, por su importancia, marcaron lo que hemos vivido en las últimas décadas.
En mi opinión, y a pesar de lo discutido que fue socialmente, no fue algo impensable como manifestaron algunos, sino más bien lógico. Eran tiempos en los que el proceso de claudicación y entreguismo por parte de algunas fuerzas políticas vascas «reformistas», como el PNV y EE, fueron los que partiendo de posiciones y objetivos políticos «moderados» continuaron su deambular hacia el abandono incluso de los símbolos.
Este comportamiento que, como digo, para muchos de nosotros era incluso lógico, se convirtió –de hecho– en el mecanismo que explica la usurpación del nombre de «Euskadi» para la Comunidad Autónoma de las Vascongadas.
De este modo, los responsables de esta acción política, PNV y EE «colaboraron» con Madrid en la zonificación autonómica, haciendo visible que Iparralde y Navarra no eran «Euskadi».
Lo mismo puede decirse de la ikurriña, pues al asignar esta bandera a la simbología de una determinada comunidad autónoma, Vascongadas se facilitaron argumentos para que este símbolo no pudiera ser utilizado oficialmente en otra comunidad autónoma como Navarra. Esto se hizo así y, a pesar de todos sus saltos dialécticos para ocultarlo, nadie puede negarlo. Más tarde, obligaron al Gobierno vascongado la retirada de su escudo de las cadenas de Navarra.
Durante muchas décadas hemos recogido «los frutos» de los engaños hechos –no solo– a nivel de símbolos por los responsables del Estatuto vascongado, en su ciego afán de engañar al pueblo acerca de lo que aquel Estatuto significaba. Este es el triste camino de la «adecuación» de unos símbolos prostituidos a la realidad política que los reformistas contribuyeron a establecer.
Algo similar ocurrió con el Aberri Eguna, símbolo que al igual que el nombre de «Euskadi» o de la ikurriña han trascendido el significado y representación del grupo que lo creó, enriquecido por la lucha de nuestro pueblo por su liberación nacional.
Es así como ha llegado a adquirir su carácter propio e inseparable, como el día de celebración y de lucha por nuestras libertades.
En su camino de claudicación los «reformistas» se vieron en la necesidad de ocultar a los ojos del pueblo las graves insuficiencias del Estatuto vascongado. Para ello y tras su implantación comenzaron a vaciar del contenido reivindicativo y de lucha al Aberri Eguna, porque, ¿para qué la reivindicación y lucha, si todo lo que querían lo tenían con el Estatuto? Esa era la lógica de los reformistas de PNV y EE.
Estas son las verdaderas razones por las que algunos fruncen el ceño cuando utilizo el término «Vascongadas». A los autores de la fechoría les duele y a sus correligionarios avergüenza.
A partir de 1980 renunciaron a las movilizaciones aportando para su sustitución las «celebraciones institucionales» claro está, solo en las Vascongadas, porque solo aquello era Euskadi. Fue entonces cuando Herri Batasuna recogió la antorcha del Aberri Eguna como día de lucha y la levantó de nuevo.
En años posteriores fueron añadiendo más retazos reformistas al cuadro claudicante y convocaron festivales infantiles, al tiempo que celebraron un acto político en Leitza, con la intención de que los «nacionalistas» de Navarra no tuvieran complejo de afiliados de segunda categoría.
En años posteriores y ante el «éxito» de convocatorias precedentes, prescindieron de la celebración institucional por parte, tanto del Gobierno como del Parlamento vascongados. Pero eso sí, los actos institucionales fueron sustituidos con un gran acontecimiento, trajeron a Torrebruno.
No se asusten han leído bien, Torrebruno, un cantante y cómico italiano. Para más exactitud, puedo afirmar que el diario “Deia” en su número 1.491 de abril de 1982, y en su página 5, decía: “Torrebruno en el Aberri Eguna de Bilbao”. Torrebruno y un alarde de bailes vascos fueron los actos más destacados para el día 12 dentro del programa realizado por el Partido Nacionalista Vasco en la Feria de Muestras de Bilbo con motivo del Aberri Eguna. Esa misma tarde actuaron de «teloneros» el grupo Txikilandia de Lejona. Como colofón del Aberri Eguna actuaron Torrebruno con sus payasos y números de circo. Esto que escribo es, desgraciadamente, absolutamente real y sinceramente no estoy disfrutando mucho al darlo a conocer, pero la historia es así.
Han transcurrido décadas de las que no todos estamos contentos y satisfechos con su desarrollo y así lo hemos hecho saber públicamente. Pero no estamos solos, también hay otros, símbolo de democracia y honestidad que –en mi opinión– debieran disculparse, pedir perdón y corregir su andadura.
Nadie debiera haber prostituido hasta tales límites los símbolos e instituciones vascas. Porque son consecuencia de lucha, sacrificio y trabajo, mucho trabajo. Lucha de gentes del PNV, de ETA, de Jagi-Jagi, de ANV, de socialistas, comunistas y anarquistas vascos. De todo el pueblo trabajador en lucha.
Permítanme un recuerdo para todas las víctimas del largo y duro enfrentamiento que hemos vivido. Por todos ellos y nosotros, hoy más que nunca debemos mantener nuestro y vuestro Aberri Eguna unitario, como día de celebración. Por las libertades nacionales de todos los vascos, por la soberanía nacional.