José Luis Úriz Iglesias
Exconcejal de Villava-Atarrabia

Agur, adeu, Rosa Regás, para siempre en mi memoria

Recuerdo cuando allá por un lejano año 2000, siendo concejal de cultura del Ayuntamiento de Villava-Atarrabia, José Vicente Urabayen, el alma de su actividad cultural durante años, me propuso relanzar el premio literario Pedro de Atarrabia que por aquel entonces languidecía sin futuro.

Lo primero era crear un jurado de altura literaria en sus dos líneas, euskera y castellano, para ello el apoyo de José María Romera resultó fundamental.

Queríamos que a diferencia de otros premios promovidos desde instituciones, las decisiones las tomara quienes saben y no el político de turno y nos pusimos manos a la obra.

Tuvimos la suerte, con el intenso trabajo de Romera, de que nos aceptaran a la primera quienes propusimos. En castellano, Fernando Marías, por entonces premio Nadal, y Rosa Regás, ganadora del Planeta, y para los textos en euskara, a Juan Gartzia y Felipe Juaristi.

Un jurado de mucha altura con un coordinador simplemente fantástico. Gracias a ello el primer año de andadura fue sorprendente, cientos de relatos de todas las partes del mundo inundaron nuestros despachos.

Durante esos años fui cimentando una relación muy próxima, de amistad, al menos para mí, con Rosa Regás. Era su chófer, su acompañante, guardián, confidente, así mucho tiempo para charlar, debatir, e incluso discutir, en especial sobre temas de igualdad, también su curiosidad sobre el espinoso tema de la violencia y la situación en Navarra

Recuerdo en especial que en una ocasión tuve que ir a recogerla a un pueblo de Huesca, donde le habían puesto su nombre a la biblioteca (aprovecho esto para desde estas líneas solicitar que Villava dada su gran labor haga lo mismo).

Rosa era muy cordial, pero dura a la hora de defender sus principios. Así, durante el viaje, en un momento dado, hice algún comentario inapropiado en su tema tabú, la igualdad, ahí no consentía ni el más mínimo desliz.

A ese viaje llegué pensando que mi machismo estaba superado, Rosa en ese instante me demostró que no y quizás a raíz de la bronca que me dio permitió que acabara autocríticamente con sus últimos rescoldos.

En su época como directora general de la Biblioteca Nacional me hizo partícipe de todos los palos en las ruedas que le pusieron, incluso desde el comité de empresa y políticamente no solo la derecha, también una parte de la izquierda.

Rosa Regás era de esas personas que te producen impacto emocional al estar a su lado, empoderada cuando ni siquiera se hablaba de ese concepto, antifascista, republicana, roja, como me solía decir.

Conectamos muy bien, aprendí de ella y quizás también ella un poco de mí. El cariño, la proximidad, el respeto y la admiración fueron calando.

Primero se nos fue Fernando Marías, ahora Rosa Regás, así el Pedro de Atarrabia e incluso Villava quedan un poco huérfanos.

Te has ido Rosa, hoy el mundo es un poco más pobre, pero al menos en mi caso quedarás para siempre en mi memoria.

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