José Félix Azurmendi

Al cierre de la edición

Un compañero de "Deia" que venía de "El Correo Español" me contó que los encargados de la última hora y el cierre de la edición estaban obligados a llamar a don Javier de Ybarra para leerle los temas de portada y, a menudo, a petición suya, explicarle cómo eran e «iban» los anuncios de las películas, la cartelera. Por supuesto, atendían a sus sugerencias, que en realidad eran órdenes, y realizaban todos los cambios que él recomendara. La llamada del periodista coincidía a veces con su rezo en el oratorio familiar, en cuyo caso debían esperar a que él se comunicara. En alguna ocasión, la sugerencia de don Javier tenía que ver con el exceso de carne femenina que el anuncio de la peli parecía dejar ver, lo que obligaba a arbitrar operaciones reparadoras de urgencia. A juicio de este compañero, la evolución, la adaptación a la nueva realidad del diario, hubiera sido imposible con él en vida. Como imposible fue en aquella "Gaceta del Norte" que dirigía González Barandiarán, que prefirió su cierre antes de llamar ikurriña a la bicrucífera, por ejemplo.

En aquel tiempo, el periódico fuerte de Bilbao era la "Gaceta". Antonio Barrena, «el viejo director» de "El Correo Español-El Pueblo Vasco", como le gustaba que le llamaran, me confesó un día que antes de arrancar la rotativa se iba en ocasiones con un compañero a un establecimiento de la calle San Francisco para revisar el ejemplar de "La Gaceta del Norte" que uno de sus repartidores le dejaba al pasar a una amiga del local. Más de una vez, me dijo, pudimos así incluir algo a última hora sobre una exclusiva de nuestro rival, que contaba con más medios que ellos.

Barrena, Antón, era un hombre franco al que conocí en aquellas reuniones que hicimos los directores de los periódicos vascongados de comienzos de los ochenta. En una de ellas me explicó que Marcelino Oreja, delegado del Gobierno español en Vitoria a la sazón, les reunió a todos −menos a mí, naturalmente− para anunciarles que estaban a punto de cerrar "Egin", el periódico que entonces dirigía quien esto escribe. Me explicó también que todos le dijeron que se trataba de una locura que traería consigo la destrucción de sus camionetas de reparto, de los kioskos de venta, y de vaya usted a saber qué más, que haría imposible en definitiva la venta de sus periódicos. El razonamiento surtió efecto en aquella ocasión. Al recordarle yo que tal argumento tenía poco que ver con la libertad de expresión y la solidaridad entre colegas, sonrió. En ese tiempo, El "Diario Vasco" de San Sebastián arrastraba pérdidas que parecían abocarlo a un inminente cierre. El Gobierno de España lo evitó, con el cierre de "La Voz de España", uno de los periódicos más solvente de la Cadena de Prensa del Movimiento.

La reproducción en estos días del menú con que se celebró el 75 aniversario de "El Correo Español-El Pueblo Vasco" me ha recordado el discurso para la ocasión de Antonio Barrena en el que reivindicaba el mérito de haber hecho por la unidad de España, desde Euskadi, más que la Constitución misma: «Somos los únicos que estamos ganando la batalla de España en el País Vasco, de cada tres ejemplares de periódicos que se leen en Vizcaya, dos son "El Correo Español-El Pueblo Vasco", dijo. En aquella oportunidad, marzo de 1985, Luis Bergareche, presidente de la sociedad editora, destacó por su parte que el principal fin del diario se resumía en «servir a la sociedad y siempre con lealtad absoluta a los principios que animaron la fundación de la empresa: servicio a la fe, a la Corona, a la unidad de España, y a la libertad». Un colega, con mucha mala uva y acerada pluma, desde hace un tiempo enmudecida por cierto, solía decir que Euskadi era el único lugar en el que la venta de periódicos y su línea editorial poco o nada tenían que ver con la orientación de los votos.

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