Amanecer
La oposición y la izquierda abertzale, ¿cuando lanzará estas preguntas en el Parlamento vasco? ¿A qué se debe este sospechoso silencio colaborativo? Salga lo que salga de las elecciones, tendremos un solo cuerpo de serpiente política cavernaria y media docena de cabezas picoteándose en apariencia, sin ningún interés para cambiar nada en esencia... por parte de nadie... hoy ya de nadie.
Admiro a las personas auténticas, que de su saber ser, discernir y resolver con empatía e inteligencia relacional... hacen escuela.
Pocas dudas de que una de ellas fue el escritor y premio Nobel de Literatura André Gide, que tras vivir de cerca la muerte por enfermedad, evolucionó una nueva conciencia y guión literario al que corresponde esta joya: «Ninguna palabra asoma a mis labios sin que haya estado primero en el corazón».
Tan sabia como difícil, en particular para estos tiempo de gran tribulación para la humanidad global, ya que, ese fluir desde la raíz del corazón a la boca, sin el retorno habitual del filtro o amplificador del intelecto... es una virtuosidad.
Si las imágenes creadas y plasmadas con intencionalidad se cumplen, también los pensamientos toman cuerpo de hecho a través de las manos, previo a haberlos expresado en palabras o guiones literarios. Pero, ¿donde queda ese sentimiento noble que nos habló Cicerón: «Solamente pueden unirnos los buenos sentimientos; el interés no ha formado jamás amistades estables...».
Hoy, una parte del mundo está enemistada con la otra, como nunca lo estuvo en la historia conocida. Vivimos-sufrimos el miedo por el alcance de los hechos fruto del arrebato de esa ínfima parte de la humanidad poderosa. Sufrimos la incertidumbre de lo que se traen entre manos, pues cada día que pasa, salen a la luz nuevas evidencias de que se trata de un complot, de gran envergadura y consecuencias impredecibles. Las imágenes de eventos, de películas y guiones literarios y cinematográficos que se diseñaron... ya se hacen realidad de hechos.
Desde que en el evento de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres-2012 escenificaron una situación hospitalaria, enfermeras atendiendo una pandemia, niños con mascarillas... indicadores de hoy, hacen saltar las sospechas de que fue un anuncio programado. El funcionamiento sincronizado de televisiones y prensa, al enfatizar con reiteración sobre noticias que provocan pánico ciudadano, como para censurar (videos en Youtube) lo que pudiera esclarecer sobre el origen, causas, protocolos de actuación... refuerzan las sospechas.
Admiraba a Nietzsche, que fue quien delimitó una frontera entre lo cívico y lo político desde el derecho: «Donde comienza el estado, allí termina el hombre». Con enorme desolación ambos verían como nos han invadido en su afán de control y manipulación, con desprecio total a los acuerdos internacionales que en 1977 ratificaban el protocolo para Consentimiento Informado, a favor de la autonomía del paciente. Redactado en el Código Nuremberg del 20 de agosto de 1947, tras los experimentos médicos en la Alemania nazi; vacunaron con efectos muy adversos en 1940 en Guatemala; en este siglo esterilizaron con vacunas a niñas en África... ¿que esperar en ésta década a toda la humanidad?
Traspasando todas las fronteras del civismo democrático, de la moral cristiana y los Principios de Bioética acuñados en el año 1970, penetraron en lo mas íntimo de nuestra naturaleza humana, como es el código genético orgánico, que les llevaría a intentar llegar al alma, como esencia del sentimiento (que habla Gide) que nace desde una conciencia divina y herencia genética solar.
La Bioética es la base de la dignidad humana. Nos dice que, es la ciencia la que debe estar al servicio del bien humano para preservarnos la salud, y no el hombre para experimentación de la ciencia como vienen haciéndolo con las vacunas por interés económico de corporaciones farmacéuticas. Hoy, quien se erige como el mesías salvador desde el portal suizo de la OMS, permite a los gobiernos descargarse la responsabilidad ética, al endosarla a favor de un mercader sin escrúpulos, que por su gran poder económico, maneja voluntades políticas y en la OMS, hasta imponer su programa ID2020 de Identidad Digital por biocontrol remoto, al margen de la ética ni acuerdo promulgado por la ONU
El padre de esta «coronita» humana llamada Bioética, es Fritz Jahr, y así nos cubrió a toda la humanidad en 1927 a través de cuatro principios con los cuales nos aseguraba estar la ciencia al servicio del paciente: autonomía, que el paciente tenga derecho a escoger su tratamiento (exige ampliar la oferta médica a favor de las medicinas integrativas basadas en evidencias, abolir la exclusividad del cientificismo médico-farmacéutico y paternalismo profesional); justicia, dar valor a las evidencias y testimonios humanos documentados, en paridad a los ensayos en laboratorios, tan alejados de la Bioética en la mayoría de sus experimentos con mamíferos; Beneficencia, aplicar el acuerdo de Helsinki, que en pandemias permite usar productos y terapias no reconocidos por los organismos oficiales, pero que por experimentación clínica y evidencias abrumadoras, dan resultados positivos para el SARS- CoV-2 (altas clínicas por inyección intravenosa de dióxido de cloro sin un solo efecto secundario), y maleficencia, efectos secundarios indeseables con medicamentos de síntesis, yatrogenia hospitalaria, patentes farmacéuticas con ánimo de usura, etc.
Poderosas corporaciones empresariales hoy acosan a toda la humanidad con una invasión. Ante hechos de codicia consumada y en ejecución, expertos en economía anunciaban que el sistema económico y para desarrollo industrial fomentado por ese poder en minoría, ya colapsaba. Manifestaba su agonía escalonada, en burbujas que estallaban, causando gran quebranto económico a las economías familiares y pequeños autónomos. Hoy aceleran su caída sin que suponga descrédito sistémico, pues el señuelo público-político ha hecho posible que las consecuencias devenidas por las medidas forzadas ante el covid-19 y un colchón mediático acomodado a su medida, les ha servido de marketing para maquillar su fracaso y conservar su status seductor de progreso.
Hoy, la mayor parte de la humanidad, espera regresar a esa «normalidad» de progreso; una minoría, en su despertar progresivo, apuesta por no mirar a ningún pasado como modelo de futuro, y esos decimales de humanidad que a los segundos llaman «conspiranoicos», conspiran para su codicia exclusiva.
Censura feroz a quienes proponen y divulgan lo que pudiera ser benefactor para la inmensa mayoría, y se aplican con énfasis compulsivo a través de mensajes y noticias reiterativas en los medios por parte de quienes les interesa generar pánico con falacias ridículas como la del «paciente asintomático»...
Entre medias, ¿que es de esa mayoría intelectual que en tiempos de «paz» se despachan con garbo y hoy sospechosamente no quieren entrar en este tema?
Todos han pasado a formar parte del coro de la oficialidad científico-política, y a las honrosas excepciones las abrasan en la hoguera mediática. Se han desactivado socialmente para «clavarse» en el patio de butacas, junto a esa gran mayoría de desidiosos sociales. Se podía entender, como nos hace ver cínicamente la jerarquía religiosa, que antes de pronunciarse y trazar crítica, señal y orientación moral, necesita recabar información fidedigna... pero no.
A la Iglesia católica y romana, no le ha bastado conocer los resultados clínicos exitosos en hospitales italianos, desde el cambio de protocolos de actuación con los infectados, a partir de realizar 500 autopsias y descubrir los errores de diagnóstico y tratamiento trazados por la OMS. ¿Acaso no conoce que tras esos cambios, a las 48 horas dieron de alta en esos hospitales a 20.000 ingresados?
En España todo esto se silenciaba por la prensa y televisiones, (en la misma medida que incrementaban las muertes evitables en residencias de ancianos), al negarse a realizar autopsias incluso a petición de los familiares. Así, ¿cual era la razón para que nada más darse las primeras muertes, el Gobierno de Sánchez diese catorce millones a los medios de comunicación y prometiese 150 millones de euros en publicidad? ¿Cómo presentará esa misma prensa, la campaña seductora para acudir masivamente a ponernos una vacuna genética?
El posible nuevo brote y confinamiento para otoño, con el añadido del efecto coadyuvante de la hipoxia provocada por el uso intensivo de la mascarilla, ¿como justificará el Gobierno español el desfase que en lógica se dará entre la curva de muertes en Italia y en España? La alquimia mediática puede con todo, así lo dijo Trump: «Para qué queremos dictaduras si tenemos a los medios». ¿Cual es la razón para donar cincuenta millones de euros del dinero público a GAVI, conociendo sus intereses crematísticos con el negocio de las vacunas? ¿No tuvimos suficiente escarmiento con la compra inútil de millones de vacunas en 2008 por el anuncio de falsa pandemia por parte de la OMS? ¿Cual es la razón de ocultar el informe médico del servicio de farmacovigilancia del Hospital de Barbastro, en el que se asegura que el componente usado como adyuvante de la vacuna para los ancianos contra la gripe estacional del año pasado, fue el responsable de complicaciones graves y fallecimientos de la mayoría de quienes la recibieron, no así de quienes no fueron vacunados, ni quienes sí recibieron la vacuna pero con otro componente adyuvante? ¡Cuanta sospecha!
Del total de muertes de ancianos en España atribuidas al covid-19, el 70% se han dado en residencias. Si de por sí es alarmante, resulta escalofriante saber que en comunidades como Castilla-La Mancha el riesgo de muerte de ancianos que viven en residencias ha sido 176 veces superior a los que viven en domicilios, siendo segunda Aragón (77 veces) que, aunque no obligatoria, se vacuna masivamente en residencias... y ningún no vacunado ha fallecido.
Un tema en el que los partidos de izquierda se han clavado en el patio de butacas, incluido el minoritario en el Gobierno, lo cual obliga a redoblar esfuerzos y compromiso a quienes no nos comprometimos por lo público ni vivimos de ello. Así que, siendo conocedores –si no cómplices- de esta invasión global a los derechos éticos y democráticos, cabe preguntar al vicepresidente Pablo Iglesias y al lehendakari Iñigo Urkullu, si ante un nuevo brote y llamada al confinamiento, ¿asumirán que el Sr Sánchez, atendiendo al programa del nuevo orden mundial para la «era covid», lo decrete como global?... o selectivo.
En esta tregua entre confinamientos, se crean iniciativas populares, para impulsar acciones judiciales contra quienes haciendo uso de su cargo público, se pudieran haber dado a abusos al amparo del silencio de los medios y bajo la cobertura de la OMS. Mientras en julio el relator especial de la ONU ha vuelto a suspender a los políticos españoles por la extrema pobreza en un país rico y carente de derechos humanos a causa de un sistema de asistencia social roto, financiado inadecuada e insuficientemente... y excesivamente burocratizado.
La oposición y la izquierda abertzale, ¿cuando lanzará estas preguntas en el Parlamento vasco? ¿A qué se debe este sospechoso silencio colaborativo? Salga lo que salga de las elecciones, tendremos un solo cuerpo de serpiente política cavernaria y media docena de cabezas picoteándose en apariencia, sin ningún interés para cambiar nada en esencia... por parte de nadie... hoy ya de nadie.
Cómplices en la caverna donde secuestran la verdad y enmascaran la mentira, lo único seguro es que nada quedará bajo las piedras. Creerán lograrlo desde un plan en consumación por etapas, en la misma medida que por etapas, el «trastero» político-mediático-científico, irá alumbrándose, con resultantes de hallazgos tan inesperados como resolutivos para el bien de la humanidad.
Esencia de amor a la vida, siendo sus mayores exponentes: la salud y la existencia. Hoy ambas amenazadas en su integridad, despojados de lo que sería nuestra dignidad arrebatada. ¿En quien? ¿en qué podemos confiar para retornar como mínimo a la «normalidad» disfrutada en esta Navidad pasada?
En esta gloriosa década que estrenamos dentro del Siglo de Oro, el hecho de saber lo que está en juego para unos y otros, para quienes como único poder contamos el de la alianza con el cosmos, nos queda poco más que asumir lo que desde esa misma confianza decía Juan de la Cruz: «Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en aceptarla tal cual es».
Cuando en circunstancias límite, como pretender que nuestras vidas estén en manos de quienes sostienen su vida a costa de arrebatar o desmembrar la vida de los demás, qué difícil mantener una resolución tan elevada como la del santo varón, en que su amor a la vida subyace por encima del miedo a la muerte. Sin llegar al «misticismo» existencial propia de personas íntimamente enlazadas con su realidad interior, un cambio de actitud individual en pro de la autosuficiencia emocional, corrigiendo nuestras inercias relacionales desde con el medio ambiente hasta el respeto a lo vivo por la alimentación... nos salva.
Propósito de vida a favor de la existencia; fruto no de resistir... sino de ganar. Vencer al miedo que nos mantiene confinados en la oscuridad de una caverna, cuya luz no nace. La vida era antes que la muerte, y ésta se alimenta de matar la luz que asiste al amanecer. Última batalla entre existencia y no ser; entre extinguir o transmutar la sombra humana... al final de su ciclo en la Tierra.