Txema García
Periodista y escritor

Carta abierta de un águila pescadora al Lehendakari

Estimado lehendakari:

Me llamo Landa y le escribo esta carta urgente que le envío por correo aéreo desde Urdaibai, la cuna, mejor dicho, el nido del que provienen mis antepasados.

Soy un águila pescadora que, junto con mi compañero Roy, tuvimos tres polluelos hace poco más de dos años en Urdaibai, después de muchos años de que nuestra especie intentara recuperar una población en peligro de extinción por estos lares. Desgraciadamente, he de decirle que cuando nuestros polluelos contaban con veinte días, una tormenta de agua acabó con sus vidas.

Como le decía, soy madre de una estirpe antigua, la de las arrano arrantzaleak (águilas pescadoras), uno de cuyos hogar fue, desde tiempos inmemoriales, la franja costera que va desde San Juan de Gaztelugatxe al cabo de Ogoño, pasando por los islotes de la playa de Laga, la isla de Izaro y todo el estuario de la Ría de Gernika.

Como otros muchos, mi familia y yo somos, por derecho propio, más bien ancestral, también habitantes originales de esta comarca. Y no necesitamos anillaje ni pasaporte alguno para demostrarlo porque no hay fronteras para las aves, siempre hemos volado libres y queremos seguir haciéndolo sin cortapisas ni restricciones de ningún tipo.

Y ahora, a lo que voy, que no es poco. Ha llegado a nuestro conocimiento (ya sabe usted, las malas noticias también vuelan) que su Gobierno de coalición con el PSE, junto con la Fundación Solomon R. Guggenheim, pretende instalar un Museo justo en nuestra propia sala de estar, en el lugar donde obtenemos los alimentos que necesitamos y donde pasamos buena parte de nuestro tiempo de descanso. Al parecer, aducen que este lugar, precisamente este, es el que ustedes necesitan para llevar adelante un plan de expansión de otro Museo que ya instalaron en Bilbao hace años.

Tengo que expresarle, en primer lugar, que ya existe un Museo en Urdaibai. Desde siempre. Desde hace aproximadamente unos ciento ochenta millones de años. ¿O todavía no ha llegado a las altas instancias de quienes patrocinan este proyecto que todo este entorno, en sí mismo, ya es un gran Museo al aire libre, de los pocos que quedan en Euskal Herria?

Perdone la desazón que me provoca esta imposición infame y que hace que se me agolpen las preguntas como una marea incesante. ¿Han ido estas personas al estuario a ver amanecer en primavera cuando alisos, sauces, fresnos y tamarindos se visten con sus mejores ropajes? ¿Han contemplado en algún momento desde la desembocadura de la ría en Laida esa obra maestra, que ningún pintor impresionista podrá jamás igualar, que es un crepúsculo con sus miles de tonalidades haciendo el amor con el mar y las nubes? ¿Han oído alguna vez los conciertos que mis congéneres dan gratis en el humedal en cualquier época del año? ¿Saben cómo canta el zarapito real, el txantxangorri, el mirlo, la garza imperial, la corneja o el estornino? ¿Han oído hablar del antzandobi (alcaudón) un pajarito del tamaño de poco más de un gorrión capaz de hacer hasta veinte mil kilómetros de travesía de Europa a África? ¿Han degustado alguna vez el olor y los colores del itsas krabelina, de la siempreviva o de la eguzki-ihintza?

He de decirle que dudo que sepan algo de todo esto que acabo de citarle, aquellos que quieren decidir sobre nuestro futuro inmediato y que viven instalados en cómodos despachos con moquetas hechas de los mismos compuestos químicos que sirven para destruir la vida en este planeta.

Quizá ellos y usted desconozcan que nuestro hábitat ya es, por sí mismo, un Museo vivo y, en cambio, constante. No discontinuo. Natural, abierto siempre he integrado con el resto de los seres vivos que pueblan esta comarca. Y con un diseño armónico y respetuoso con todas las especies.

Para su conocimiento, le traslado que aquí, en nuestra casa-museo de Urdaibai, convivimos cientos de especies de fauna y flora, y cada una ocupa su propio espacio. Y no sobra ninguna de ellas porque todas, absolutamente todas, somos necesarias para completar el fascinante caleidoscopio de colores que integra nuestro universo.

Por aquí, por nuestro museo, pasan cada año decenas de miles de turistas, de viajeras y viajeros, quiero decir de aves que, como nosotras, se desplazan hacia numerosos destinos y que hacen una parada en nuestros humedales para descansar y, a veces también, con la excusa de hacer una visita a familiares o de saludar a compañeros y compañeras de singladuras aéreas. Porque este lugar fue, es y seguirá siendo, si usted y su Gobierno no lo impiden, y antes de que llegaran inventos como Airbnb, la más eficaz y generosa red mundial de compartir alojamiento.

Sí, señor lehendakari, Urdaibai es ya un gran museo. Con exposiciones temporales según la época del año en que se visite; con salas temáticas en forma de ecosistemas diferentes: la ría, las marismas, las campiñas, las vegas, los pastizales, los arenales, los acantilados, el bosque de encinar cantábrico… y, además, con salas de estudio y observación para la contemplación de las diferentes especies.

En realidad no necesitamos nada más. Solo que se nos proteja, sin paternalismos ni intereses oportunistas. Y, ante todo, que no se nos desahucie o se nos haga la vida imposible, tal y como este proyecto de Museo Guggenheim-2 pretende, porque nosotras, las arrano arrantzaleak, somos muy conscientes de que la presencia masiva de visitantes humanos y sus correspondientes equipamientos alterará y dañará, sí o sí, y de forma irreparable, nuestro modus vivendi.

He de decirle que nosotros todos, la flora y fauna de toda esta comarca, no contamos con derecho a voto en esta democracia que depreda la Naturaleza y que, en última instancia, nos utiliza como mera decoración útil, ahora denominada «verde».

La biodiversidad de la que tanto hablan gobiernos como el suyo y las multinacionales que les apoyan es incompatible de raíz con un turismo masivo o «discontinuo», que es el que pretenden traer a Urdaibai, más aun cuando se trata, como es este, de un espacio reducido que en época estival y fines de semana aumenta en modo significativo de visitantes.

Le hablo, lehendakari, en nombre no solo de mi familia particular, de las arrano arrantzaleak y de las aves, sino de las más de 700 especies de fauna, de las más de 800 de flora, de los 86 hábitats consignados aquí y de los 52 lugares de interés geológico, de las 3 Zonas de Especial Conservación (ZEC) y de una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), integradas en la Red Natura 2000.

La biodiversidad que hay en Urdaibai no puede depender del desarrollo de la comarca. Es justo al revés, el desarrollo de la comarca ha de garantizar que no se restrinja ni se vea afectada ni un ápice la propia biodiversidad que ya tiene, más allá de recuperar la ya perdida por la nefasta gestión que se ha hecho desde las instituciones, entre otras muchas cuestiones, por ejemplo, de sus masas de monocultivo forestal, de los recursos del agua o de una agricultura sostenible.

Ustedes, señor lehendakari, quieren meter un museo donde ya existe otro. ¿Alguien se imagina construir un museo de arte contemporáneo (?) en las Marismas de Txingudi? ¿O en el humedal de Salburua? ¿O en la Laguna de Pitillas en Nafarroa? ¿O en las Tablas de Daimiel? ¿Será que Urdabai no merece ningún amparo porque para ustedes es diferente? ¿En qué, puede aclararme?

¿Dónde se ha visto esto? ¿En qué lugar del mundo como este se perpetran estas barbaridades? Familiares lejanos de Andalucía ya nos contaron hace años algo al respecto de esto, cómo empiezan y cómo acaban estos proyectos especuladores. Fue en el Parque Nacional de Doñana, donde en el año 2002, bajo mandato del PSOE en la Junta de Andalucía, se inauguró el proyecto de arquitectura modernista del Museo del Mundo Marino en el Parque Dunar, en Matalascañas. Un infausto proyecto que, tras diez años de andadura, se tuvo que cerrar en el 2012. Es decir, lo que debía ser una atracción turística para Matalascañas, se convirtió en una ruina decrépita. Hoy día se encuentra abandonado y relegado al más absoluto de los olvidos por parte de las instituciones.

¡Lehendakari jauna!: Urdaibai no necesita un museo más. Nosotros, la fauna y la flora, el mar, las playas, el bosque, el paisaje… ya somos el museo. No necesitamos muchedumbres que todo lo invaden. Necesitamos espacios libres, zonas donde anidar, lugares para cuidar a nuestras familias y congéneres y, ante todo, gobiernos responsables.

Y le diré más. Aparte de este gran museo al aire libre, que en sí mismo es la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, le recuerdo que aquí también hay otro gran museo vivo de la naturaleza del que su Gobierno, curiosamente, no forma parte. Me refiero al Urdaibai Bird Center, un lugar destinado al conocimiento, observación, investigación y divulgación de nuestras formas de vida, gestionado con gran tesón y acierto por la Sociedad de Ciencias Aranzadi.

En definitiva, todo se resume en promover un ecoturismo sostenible, que no pasa en absoluto por atraer ingentes cantidades de personas a costa de perjuicios a la Naturaleza que devienen en irreparables.

Ustedes deciden en favor de quién se ponen: si de intereses especulativos que quieren aprovecharse de nuestro paisaje o, por el contrario, de la defensa de un espacio sostenible. Nosotros, los pequeños habitantes de esta comarca queremos vivir en paz, la misma que proclama, recuérdelo, la villa de Gernika. Y rechazamos frontalmente «desembarcos» o «bombardeos» en forma de nuevas aeronaves de «modernidad», cuando lo que en realidad esconden son proyectos insensatos, sin escrúpulos y antinaturales. De seguir adelante con su nefasto proyecto, cuente ya, señor lehendakari, que nos tendrá enfrente alzando nuestras voces más estridentes por tierra, mar y aire.

Atentamente,

Landa, Urdaibaiko arrano arrantzalea.

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