Catalunya, ¿nada nuevo bajo el sol?
¿Qué está pasando realmente en Catalunya? Para pensarlo, tenemos que salirnos de la lógica y de las categorías utilizadas por el llamado cuarto poder. En nuestra opinión, la verdadera partida se juega fuera del referido marco español. Esta tiene lugar en el terreno de lo que Lacan llama lo real (lo nuevo), sustentado en la fuerza y la práctica del pueblo catalán independentista.
Si seguimos la política informativa sobre Catalunya, salvo contadas excepciones, percibimos dos ejes básicos que soportan los discursos de los mass-media estatales. Por un lado, se nos trata de hacer ver el movimiento independentista como un problema de orden público para el Estado (ocupación policial, aparato judicial y aplicación del art. 155); por otro, buscan visualizar la idea de que el procés catalán es una simple transgresión del orden constitucional «que nos hemos dado entre todos los españoles». Con estas dos ideas básicas, los discursos mediáticos, con matices, pretenden que interioricemos que la única salida posible al referido dilema (Catalunya-España), pasa por recomponer el marco legal alterado, mediante la integración de Catalunya en el Estado (con ciertas concesiones, unos y, a la brava, otros).
Sin embargo, sostenemos que lo nuevo surgido en Catalunya, el movimiento independentista, sí ha dejado descolocados a la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles. Y es que estos están imposibilitados para moverse fuera de las reglas del juego que les marca el Estado.
¿Qué está pasando realmente en Catalunya? Para pensarlo, tenemos que salirnos de la lógica y de las categorías utilizadas por el llamado cuarto poder. En nuestra opinión, la verdadera partida se juega fuera del referido marco español. Esta tiene lugar en el terreno de lo que Lacan llama lo real (lo nuevo), sustentado en la fuerza y la práctica del pueblo catalán independentista. Y es lo real lo que rompe el imaginario español, el marco en el que operan lo referidos mass-media. Y es esa fuerza disimétrica (ley vieja-nueva ley) la que nos hace entender en toda su profundidad la transgresión de la injusta y vieja ley española (centralista y uniformizadora). Es esta fuerza transgresora, precisamente, la que legitima lo nuevo: república catalana independiente. Y es que todo lo nuevo, rompe, siempre, con la vieja norma: Sócrates, filosofía política; Beethoven, música; Picasso, Kandinsky, pintura; Galileo, Einstein, ciencia, etc.
Y es esta irrupción de lo nuevo la que atraviesa y mueve la sociedad catalana en su conjunto, haciendo que, bajo sus efectos, aparezcan otras subjetividades.
Hagamos un análisis de estas, siguiendo al pensador A. Badiou:
El sujeto fiel a lo nuevo: el pueblo catalán y su necesidad de independencia para poder alcanzar una verdadera sociedad democrática y una nueva identidad. Sin embargo, ante esta realidad, parece que los partidos independentistas no se han dado cuenta que este no es su momento, sino el del pueblo soberano del que hablaba Rousseau. ¿Sólo Puigdemont habría sabido captar esta idea, esencial para la nueva política? Es sintomático que se haya convertido en una obsesión para los españoles.
El sujeto reactivo: Ciudadanos (y Tabarnia, su imaginario). Surgen por reacción a lo nuevo, pero en clave antagónica. Sienten la tremenda fuerza del movimiento independentista catalán y simulan, de modo reactivo, eso sí, con disfraz catalanista («seguiremos con el proceso de seguir siendo catalanes y españoles. Barcelona será más catalana»), inventar, crear, aportar algo nuevo; aunque, simplemente, se limitan a reformular lo viejo. Eso sí, bajo el paraguas protector del Estado español. ¿Quiénes conforman su base social? Es cierto que algunos proceden de la numerosa emigración española a Catalunya (otros muchos de estos forman parte del proceso independentista). Veamos algunas de estas tipologías subjetivas, que, pensamos, constituyen la verdadera base de Ciudadanos: Viejos luchadores de batallas perdidas (antifranquistas cansados, antiguos comunistas renegados…); artistas frustrados (Boadella vende su catalanismo en los escenarios españoles); jóvenes incultos y musculosos de extrema derecha, que campan libremente por las calles de Catalunya amenazando, pegando y destrozando lo que pillan a su paso; pequeños comerciantes, arruinados por el gran capital que, incapaces de localizar a su verdadero enemigo, tratan de tomarse su pequeña venganza; parados desesperados, que creen encontrar su salvación en un partido subvencionado por la élite bancaria; parejas rancias que proyectan su frustración en un movimiento también reactivo; chivatos y delatores de todo pelaje; intelectuales envidiosos del éxito de los verdaderos creadores; profesores estrafalarios que intentan dar el pego de progres; xenófobos de toda condición; mafiosos ávidos de reconocimiento; curas, monjas y frailes integristas; sectas varias; maridos engañados, que quieren proyectar su amargura y frustración en el otro; en fin, élite catalana, cuyo único pueblo es el dinero y la acumulación voraz e insolidaria del capital.
A este lodazal de la existencia ordinaria, el sujeto reactivo ofrece la oportunidad de, sin arriesgar nada a cambio, un nuevo destino: creen que Ciudadanos les va a cambiar radicalmente la vida. Y, además, protegidos por el Estado. Ciudadanos, que parece encarna la salvación, casi un milagro, sólo les pide que le sigan incondicionalmente, extendiendo por todas partes el odio a todo pensamiento vivo (a una nueva identidad para Catalunya, materializada en una república independiente al servicio del pueblo catalán). Estos son los verdaderos enemigos de Catalunya, no los inmigrantes (en su conjunto), de primera y segunda generación.
El sujeto oportunista (PSC-Podemos): captan la fuerza transformadora del independentismo, tratando de apropiarse de ella y desviarla («reformemos el Estado español y pactaremos el derecho de autodeterminación para los pueblos-nación»). A la espera de esta quimera, Catalunya habrá tenido tiempo suficiente para ir sintiéndose cómoda en España.
A estas alturas del procés, podemos afirmar que todo el movimiento político en Catalunya y en el Estado queda marcado por la fuerza del sujeto fiel. Y tanto es así que, hasta los oportunistas y reactivos han quedado impregnados de catalanismo, por más que se sientan y proclamen españoles. Por eso, confiamos en que lo nuevo, que hoy es transgresor (deseo de independencia del pueblo catalán) termine convirtiéndose en la justicia del mañana: República Catalana.