Josu Imanol Unanue Astoreka
Persona viviendo con el VIH/SIDA

Dallas Buyers Club

A raíz del estreno de la película que encabeza este escrito, uno de los actores principales citó a los mas de 36.000.000 de personas que perdieron la batalla del sida. Algo se me desgarró por la valiente cita del protagonista, que representa al activista Ron Woodroof de la lucha contra el sida en EEUU, en la década de los 80.

Me es grato recordar, aunque resulte extraño, que coincido en el recuerdo a los millones de personas que tuvieron menos suerte que yo, que fueron olvidados fácilmente, cuando no ninguneados, por la mayoría de la población, que a menudo recurre al olvido de lo sucedido con esta pandemia y sus consecuencias posteriores por tales actuaciones.

Daño humano y desgaste personal para muchos, el que supuso toda esta lucha, teniendo en cuenta, que éramos un colectivo si no débil, si carente de defensa ante una opinión pública totalmente mediatizada por los sectores mas conservadores y retrógrados, todo nos suponía un reto diario. Nos veían, no como personas enfermas, sino como culpables de todo vicio y mal. Ser portador del VIH/SIDA era el equivalente a ser un apestado del siglo XX.

Aun resuenan en el recuerdo de muchos de nosotros, los argumentos esgrimidos por sectores de la Iglesia citando «el castigo divino», Los que se reían de nosotros citando el «cáncer rosa», los chistes fáciles, incluso canciones de dudosa gracia se pusieron de moda, no podemos olvidar la vergonzosa campaña contra el uso del preservativo de los sectores ultraconservadores, que lograron confundir a muchos ciudadanos e infectar a otros.

Efectivamente los años 80, vivimos con total desconocimiento la nueva realidad que suponía la aparición del VIH/sida y sus efectos, un pequeño virus transformó nuestra sociedad y paso de ser algo localizado a ser una pandemia de magnitud nunca antes conocida, en la época moderna.

Desconocíamos hasta el nombre a dar a una serie de enfermedades relacionadas con una inmunodeficiencia, que nos hacía vulnerables ante decenas de enfermedades oportunistas. Desconocíamos hasta las medidas de prevención y tuvimos que luchar contra todo tipo de ideas ultra y una sociedad inmóvil ante el nuevo reto. Como un boxeador noqueado, la sociedad en general, se enfrascó en el eterno debate, de qué hacer con los afectados. Hubo, como no, propuestas de islas aisladas como propias para nosotros, sidatorios, que lamentablemente en algunos países se pusieron en marcha, nos negaron la entrada en países como Rusia, Japón, EEUU... los puntos rojos en los documentos se hicieron norma, incluso en Euskalerria…

De los 80, recordamos la eterna discusión ciudadana por el derecho que reclamaban, para romper nuestro anonimato. Todos deseaban identificar a los culpables de la transmisión del mal y cómo no, identificar el origen o la causa «merecida» de nuestro mal. Sencillamente querían saber como nos «contagiamos», para posteriormente ver en nosotros culpables y ello víctimas de todos los males terrenales, justificando así su comportamiento discriminador. Tuvimos que humanizar un virus que se identificaba más con un mono del África central, que con los millones de seres que lo portábamos en el anonimato más cruel.

Efectivamente la película habla incluso del tratamiento médico utilizado habitualmente en esos años, cabe citar, que gracias a compañeros que fueron precursores en ello, otros nos beneficiamos posteriormente del acierto y adecuación de la medicación y los tratamientos posteriores. Aún recordamos, por ejemplo, a quienes iban con neveras a por el Norvir a Andorra, puesto que allí se podía comprarlo. Pero para muchos, fue tarde la solución que posteriormente vino y a otros, aún hoy, no les llega la oportunidad de cronificar en la medida de lo posible su salud.

Recuerdo a unos pocos de esos millones, de personas, que asustados rogaban un respeto, incluso para morir dignamente, que no conseguíamos por parte de la sociedad inmadura que nos rechazaba, en ello se fueron las fuerzas y las esperanzas hasta que nos dimos cuenta que a nuestra causa se añadían temas pendientes desde mucho antes, como la sexualidad, derecho a la muerte digna, consumo de drogas, legalidad de las mismas, sustitutivos de las mismas, intercambio de jeringuillas, usos de los anticonceptivos, temas de trato sanitario, el aborto terapéutico, investigación, derechos humanos.. Demasiada carga sobre una militancia muy motivada, pero con limitados recursos para hacer frente a lo que posteriormente se convirtió en una Pandemia. Como siempre el tiempo perdido en la respuesta, conlleva un agravamiento del problema.

La película mueve conciencias y habla del trato humano de personas de aspecto y realidades diferenciadas en EEUU, pero que aquí también y en cada pueblo se repitieron muchas situaciones desesperadas. No en vano fueron los colectivos mas maltratados por la sociedad, pero bien organizados y concienciados quienes nos abrieron puertas y juntos reforzamos la lucha, Aún me es grato recordar a quienes me ayudaron y la diferenciación que hacía de ellos, cuando no el desprecio, desde mi ignorancia a las reivindicaciones que justamente hacían.

El activismo contra el SIDA, logró en un tiempo relativamente corto, unos logros que dignificaron nuestra solución, pero lamentablemente muchos activistas perdieron fuerzas razonando con personas enrocadas en la ignorancia.

Pero nosotros supimos unirnos por encima de ideas, diferencias, culturas, etc. Espero que por lo menos esta película cuente parte de los millones de las historias personales que dignificaron esta lucha. Ojalá que el tiempo uniforme las oportunidades de vida de todas las personas que vivimos con el VIH/SIDA y que todos aprendamos de lo vivido, para no repetirlo jamás.

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