Iulen Lizaso

De kilómetro cero

Por mucho que nos entretengan, lo relevante no es si las sitúan en mar o tierra, sino en como deberían estar configuradas y compartidas las empresas energéticas, controlados precios y beneficios por un gobierno accionista mayor.

En el caso de alimentos, es un indicador de garantía de producción local, que aunque no asegure calidad y frescura, sí... que su huella ecológica es mínima.

A tenor del impulso cuantitativo con que ha arrancado a favor de las energías renovables, desde lo cualitativo, un Gobierno Vasco, siempre tan dado a crear marchamos de calidad, debería crear el label «KW-h de kilómetro cero».

Para lo público, soslayan la eólica flotante en el mar, como en Asturias, Galicia y las vecinas Francia y Portugal, a pesar de su mayor rentabilidad, menor impacto visual, afectación medioambiental y evita expropiaciones, pues el mar y sus accesos es de todos. Apuestan por macroeólicas terrestres que requieren construir accesos con máquinas pesadas para llegar a zonas no intervenidas, y la madre Tierra también reclama el «non nocere» del juramento hipocrático.

En la Gipuzkoa marítima, y para las cumbres próximas al monte Izarraitz entre Azpeitia y Zestoa, en razón al visto bueno inicial de ambos ayuntamientos gobernados por EH Bildu, avanza la negociación para instalar enormes postes de hasta 70 metros de altura para sostener macrogeneradores de electricidad por medio de una fuente de energía cinética gratuita como es el viento. A añadir tramos en kilómetros con grandes torretas para posibilitar su transporte

Merced a lo que saquean de nuestros bolsillos para pagar la factura de la luz, más las subvenciones que reciben de las instituciones que donan y rescatan, que también sale de nuestros bolsillos vía impuestos, aún sin amortizar la inversión, el beneficio empresarial y el de un accionariado privado no contribuidor de ninguna función social, es enorme... amortizada es faraónico.

El viento sería el primer gran contribuidor amable, generoso e indispensable para crear esa energía a su gusto. En segunda instancia, los ciudadanos, como clientes obligados (no nos dejan otra) e indispensables, para amortizar esas instalaciones y asegurar beneficios a perpetuidad, para unas oligarquías neoliberales, que pasarían a disfrutar de una macropensión vitalicia a cargo de nuestros bolsillos... igual que sus aliados políticos, más las puertas giratorias.

Puro feudalismo de clase. Una inmoralidad consentida desde ayuntamientos gobernados por una izquierda abertzale con claras muestras de afinidad, y sin pensar mal pregunto: ¿es por desinformación o falta de reflexión, o...?

En julio y en septiembre, la Dirección General de Sostenibilidad de la Junta de Extremadura, en resoluciones de declaración de impacto ambiental, rechazó dos proyectos eólicos, por «afectar previsiblemente de manera desfavorable sobre especies avícolas y el paisaje». Añadía: «Las medidas previstas por la promotora no son garantía suficiente de su completa corrección o su adecuada compensación». Valoración institucional basada en argumentos fundamentados por ciudadanos informados, para un segundo de tan solo dos generadores de 9 megavatios en total. En la «combativa» Gipuzkoa, dos proyectos de 33 y 53 MW en Urolaldea y Eskoriatzaldea, con sus centros de distribución de alta tensión subterránea y aérea con gran pérdida de energía en kilómetros de transporte, y solo unos pocos informados en movimiento... con todo en contra.

También enorme pérdida de riqueza social relativizada y medioambiental total, la que conllevan, como efecto colateral, los macroproyectos centralizados y de iniciativas público-privadas y empresarial-institucional, como no podía ser de otra manera en esta Euskadi clasista y con una oposición... hoy en mudanza.

Doble pérdida de riqueza social, para ciudadanos que, al quedar al margen de esos «asuntos» privadísimos entre la oligarquía nacional y el Gobierno Vasco, sufren la casi nula posibilidad de instalar libremente placas fotovoltaicas en sus tejados, debido al farragoso protocolo de autorización de obra y control de instalaciones para autoconsumo... sea todo por la patronal y el contador.

Y aquí quería llegar; pues promover e implementar ayudas a la autogeneración de energía eléctrica con tendencia al autoabastecimiento privado-atomizado sin control y con factura cero euros, debería ser el ideal para todo gobierno que se precie de ser democrático, equitativo y con altura de miras... y aquí no lo son.

Tampoco se le espera a una oposición en muda y que hasta hoy fue contraria a los sistemas autoritarios, oligárquicos y monopolios supremacistas... al uso.

El próximo 4 de noviembre, en el Ayuntamiento de Zestoa saldremos de dudas sobre si se da la sintonía como así fue en Azpeitia entre institución y empresa. Tiempo para reflexionar, contrastar opiniones y experiencias han tenido, igual que el pueblo llano, aún tiene sus razones, memoria y escarmiento... de sobra.

Por mucho que nos entretengan, lo relevante no es si las sitúan en mar o tierra, sino en como deberían estar configuradas y compartidas las empresas energéticas, controlados precios y beneficios por un gobierno accionista mayor.

A diferencia de en Euskadi, en que apenas hay promoción institucional a favor del autoconsumo familiar, ni comunitario, sin restricciones de distancias, el modelo amable de producción y distribución es Alemania. Su objetivo es producir KW-h de kilómetro cero, sin las costosas y voluminosas baterías ni contador. Su gobierno, media en el intercambio de KW-h entre productores y comercializadoras, incluso para un segundo punto de generación o segunda vivienda, como refuerzo para conseguir factura cero como indicador de riqueza social. Estas guardan los excedentes en baterías virtuales y se los devuelven a demanda para cubrir los déficits en invierno. Muy incentivados, al lograr que el punto de producción y el de consumo sean el mismo, y así evitar pérdidas en transporte y mínima huella ecológica, generadoras de doble riqueza social.

Sin conocer la verdadera razón, el precio de la electricidad no para de subir. Así es como también Facua sugiere al gobierno promover el autoconsumo, ya que para un mismo gasto de electricidad en agosto de 2021 se pagó de media 93,10 euros, un año después por el mismo consumo se facturó 158,26 euros.

Conseguir factura cero euros a partir del mix eólico-fotovoltaico privado, es una invitación del gobierno alemán a sus ciudadanos. Estos gustosamente aceptan el reto y subvenciones de un gobierno, que prioriza el bienestar ciudadano y progreso de la nación, por encima de los ingresos por IVA o el reparto de beneficios entre accionistas improductivos... lekutan gaude.

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