Derecho a decidir frente a destino impuesto
Hemos dicho, escrito y repetido que el debate entre conquista y anexión de Navarra en 1512 era, sobre todo, un debate político, aunque con bases, referencias y hasta excusas históricas. Lo cierto es que, desde el punto de vista del rigor histórico, ya parece casi definitivamente ganado, pues hasta personajes tan recalcitrantes como Barcina y Del Burgo han utilizado -para no quedar en ridículo- el término «conquista»; la primera en Leire, con ocasión del otorgamiento del premio Príncipe de Viana; Del Burgo, con ocasión de la presentación de su último libro hace también pocas jornadas.
Es grande la importancia de esta victoria social, porque derrumba toda una serie de mitos políticos y mentiras interesadas cultivadas durante siglos. Buena parte del mérito de esta nueva situación corresponde a muchas personas investigadoras rigurosas y a diversos movimientos dinámicos y serios, como son los que apoyan la convocatoria de ayer. La consecuencia de esta nueva situación va a ser no solo la adhesión social a este movimiento reivindicativo, sino también la posibilidad de avance y modernización en las reivindicaciones abertzales que, como también se ha dicho y escrito repetidamente, necesitaban una modernización ideológica esencial.
Pero seríamos muy inocentes si creyésemos que la reacción celtibérica y navarrera se ha rendido. No, no. Lo único que han hecho los navarristas más lúcidos es «retrasar» sus posiciones ideológicas para atrincherarse en unas posiciones que consideran menos expuestas al ridículo histórico y más defendibles en parámetros de la dialéctica política actual. ¿Cuál es ahora su postura? Pues exactamente la siguiente: Aunque la destrucción del Reino de Navarra fuese una conquista, era inevitable, respondía a las exigencias de los tiempos y se encuadra en el designio preestablecido por la historia para Nafarroa: ¡El destino!
El número 2 de los 27 principios de la Falange Española, redactados en 1,934 bajo la dirección de José Antonio Primo de Rivera, dice: «España es una unidad de destino en lo universal». Y luego añade, entre otras perlas negras del primer apartado titulado «Nación, Unidad es Imperio» que «...todo separatismo es un crimen, que no perdonaremos».
Pues bien, el Sr. Felipe Borbón, que estuvo en Leire en el otorgamiento del último premio Príncipe de Viana el 6 de junio de 2012, dijo literalmente en su discurso, entre otras perlas regias: «Hace ahora 500 años que -tras complejos y duraderos avatares sucesorios y en un contexto de luchas de poder entre facciones nobiliarias, de alianzas y conflictos entre reinos y de pugnas geoestratégicas y religiosas europeas-, comenzó en 1512 el proceso cuyo resultado final fue, unos años después, la incorporación final y definitiva de Navarra a los territorios de la Monarquía Hispánica, manteniendo sus fueros y la condición de reino. De este modo, Navarra continuó el destino hispánico que siempre tuvo desde antiguo. Es por lo tanto, tiempo ahora de reconocer la profunda vocación histórica de esta tierra a favor de la integración y de la unidad de toda España, con cuyos proyectos colectivos, desde su singularidad y fuerte identidad, siempre estuvo firmemente comprometida.» (sic)
Ciudadano Sr. Felipe Borbón: Nada hay más reaccionario y más antidemocrático que el concepto de «destino», utilizado por Vd., que reproduce y utiliza los mismos conceptos y los mismos principios que Falange Española. El concepto de «destino colectivo o universal» anula o pretende anular el derecho de los ciudadanos y ciudadanas a decidir sobre su estatus y su futuro político.
Pues bien, las navarras y navarros reivindicamos el derecho democrático a decidir nuestro estatus político. Tendríamos ese derecho humano, colectivo y personal aunque el reino de Navarra no hubiese sido conquistado y aniquilado violentamente y por las armas hace 500 años. El hecho de que está históricamente probado con rigor que la conquista fue rigurosamente una conquista lo que hace es destruir todas las trampas y añagazas historicistas utilizadas durante siglos por el imperialismo españolista para negar el derecho a decidir, en lo que siguen empeñados los que utilizan el concepto fascista de destino colectivo.
La única actualización democrática de los derechos históricos no es ni puede ser nada más ni menos que el derecho a decidir que nos asiste a las navarras y navarros. Sr. Borbón, destituya Vd. al que le escribe esos bodrios de discursos que hace. Pero eso no basta. Es necesario que, como cualquier ciudadano o ciudadana, empiece por acatar los principios democráticos y humanos de la igualdad y del derecho a decidir, aunque ello le pudiese costar algún «destino».