Día de la no violencia y de la paz
El día 30 de enero se conmemora el «Día Escolar de la No Violencia y la Paz». Este día se recuerda el asesinato de Ghandi, activista que puso en práctica la resistencia pasiva y la desobediencia civil. No fue el único, las sufragistas inglesas, el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica... cuestionaron pensamientos o aportaron otros.
La resistencia pasiva y la desobediencia civil son métodos que cuestionan la estructura militar que se basa en «la ley del más fuerte».
Esto último es utilizado, no solo por Estados, como el de Israel con su ocupación del territorio palestino, sino también por Putin con la ocupación de territorio ucraniano, por Europa con su cierre de fronteras y el Frontex, por EEUU con su muro en la frontera mexicana y su apoyo a continuas intervenciones militares en otros países desde hace cien años... Hay armas para la guerra y la industria armamentística, grupo muy influyente en las decisiones políticas, exige siempre aumento del presupuesto militar.
Frente a muros, guerras, ocupaciones, destrucción y catástrofes, la escuela, los institutos, los centros formativos son lugares donde hay que desarrollar un pensamiento crítico antibelicista y de resolución de conflictos desde la no violencia.
Muchas ciudadanas y ciudadanos del mundo tienen clara la importancia de la educación igualitaria de las niñas y los niños. Ya que si hay algo que cuestiona lo que pasa en el mundo es la escuela inclusiva y equitativa.
Pero es contradictorio que, por un lado, les hagamos creer que otros mundos son posibles y luego les lanzamos a mundos y estructuras imposibles, mundos que no respetan los derechos humanos o que profundizan las desigualdades; a un mundo, en definitiva, que justifica la violencia.
Nuestras sociedades occidentales y nosotros y nosotras mostramos contradicciones, estamos por la paz, pero vendemos armas; apoyamos misiones humanitarias, pero las realiza el ejército; compramos, trabajamos para empresas que apoyan de alguna forma la industria militar; recortamos en gastos sociales, como educación, sanidad y social, pero subimos continuamente el presupuesto de defensa, «un 77% ha subido desde 2016», como lo dice la ministra de defensa Margarita Robles.
Si hay algo que no tiene sentido es que a nuestros niños y niñas les llevemos a la escuela para hacerles creer que hay posibilidades y luego queramos meterles en algo que es todo lo contrario y que no cree en las personas. Cuando de pequeños y pequeñas entran en la escuela para socializarse y aprender, queremos que crezcan felices y con opciones. La escuela fomenta el trabajo en equipo, la cooperación, la empatía, la socialización y la interrelación: todas y todos estamos en la misma tierra, aunque nuestros mundos sean diferentes.
A lo largo de estos años y con el trabajo del profesorado, personal no docente, sindicatos, movimientos sociales y ONGD han trabajado los conceptos de paz, no violencia, cooperación e igualdad. Y son conceptos que entran en los niños y niñas y los abren a otras culturas y otras formas de pensar. El contexto familiar, económico, etc., puede ser más difícil, pero la escuela es y debe ser un lugar seguro para las niñas, niños y niñes. La escuela transmite valores y con los años también se han cambiado metodologías para que esos niños y niñas crezcan con más libertad y conciencia crítica. Pero, aunque no estemos en guerra, fomentamos la cultura de la guerra: ya sea con presupuestos o decisiones políticas.
Cuando tienen 18 años, por ejemplo, les lanzamos a un mundo que transmite violencia y competitividad y ahora que algunos países quieren instaurar de nuevo el servicio militar obligatorio como Croacia y Serbia debemos decir que no invertimos años y esfuerzos ni en la escuela ni desde las familias para llevarlos a la muerte o a que maten a otras, ni a los chicos ni a las chicas. Y que si queremos que haya igualdad y equidad entre hombres y mujeres no pasa porque los hombres y mujeres vayan ni al ejército ni al servicio militar obligatorio. No les hemos educado para que gestionen emociones, para que escuchen y se pongan en la piel de otros niños y niñas, para que gestionen los conflictos de otra forma, para luego mandarles a la guerra. Esto no les hace más libres, sino más dependientes del miedo a otros y otras.
Aquí las personas adultas tenemos responsabilidad porque somos nosotras y nosotros quienes podemos ser referentes. Nos preguntamos que se hace ya desde la escuela y que hay que seguir haciendo: la coeducación con el programa Skolae es una realidad, ya que trabaja desde la transversalidad cuestionando las relaciones de poder, ya sea entre hombres y mujeres o de unos pueblos frente a otros, entre otras desigualdades. Pero para que este programa funcione, tiene que trabajarse desde la consciencia del profesorado y del personal no docente que deben interiorizar su importancia. Llevar la teoría a la práctica es el reto, así como transmitirlo al alumnado.
Como los niños y niñas van poco a poco construyendo sus personalidades, hagámoslo desde la escuela, desde el grito: ¡Arriba la escuela no violenta!