Iñaki Egaña
Historiador

Dos bodas y un funeral

«En una Europa sin el atomismo español, con una cultura democrática forjada de la derrota del nazismo en 1945 (excepto en España), personajes como los citados formarían parte de las cúpulas del NPD alemán, FPÖ austriaco, FN francés, SRS serbio o el reciente Amanecer Dorado griego. La mayoría de los medios de comunicación se mueven también en esa órbita. Si descendiéramos al más profundo de los infiernos, el de los tertulianos, la percepción sería más aguda, aún. Este es, precisamente, el núcleo gordiano. El freno a cualquier avance democrático, a la resolución histórica de un largo conflicto.»

No se trata de la película de Mike Newell, sino de una reflexión sobre la camada que lleva gobernando España desde hace mucho tiempo. Demasiado. Julio Anguita lo decía recientemente. Sus ciudadanos son, en su mayoría, honestos. Sus gobernantes, en cambio, unos sinvergüenzas.

Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, añadía a esta idea que era mentira eso de que en España dos partidos se sucedieran en tareas de gobierno. El partido en el poder era sólo uno desde hace muchísimos años, ya que las diferencias entre PP y PSOE, sobre todo a la hora de abordar la crisis, las encontraba tan nimias que apenas era capaz de diferenciarlas. No le falta razón.

En la cercanía, Arnaldo Otegi, en las declaraciones hechas a un diario mexicano, matizaba que la ausencia de partidos de extrema derecha en España se debe a que, precisamente, su mensaje forma parte del que traslada el PP. La algarada el día que el presidente Rajoy justificaba en las Cortes madrileñas los recortes sociales y el «¡que se jodan!» de la hija del afortunado lotero, han arropado su aseveración.

Hace unos días ha sido descubierto el criminal de guerra nazi más buscado del mundo. En Budapest. No ha habido, como en el caso de Osama Bin Laden, un asalto a su mansión, sino unos cuantas preguntas de varios periodistas ingleses que seguían su pista desde hace meses. Ni su nombre es relevante. Las comparaciones son odiosas.

Por eso, por lo de las comparaciones, traigo a colación la muerte de viejo, en la cama como se decía en mi tiempo, de otro criminal de guerra nazi. Hace unos meses, en Donostia para más señas. Nos sorprendió a unos cuantos el haber podido compartir con Paul van Aerschot mesa en alguna cafetería de la ciudad.

Y más que esa posibilidad, el hecho de que hubiera sido ocultado y protegido, hasta hace unos días, por los servicios de inteligencia españoles. Esos mismos que ahora se han visto involucrados en un gigantesco robo de información privada, la nuestra sin duda, para venderla posteriormente a empresas interesadas en nuestra salud y en nuestras aficiones.

Un diario guipuzcoano, el mismo que anunció en clave en 1936 el día del golpe que preparaban los militares, recogió la esquela del tal van Aerschot. Y luego comentó la noticia, ante el revuelo de quienes habían sido sus víctimas, en tono relajado. Dicen que dicen de ese viejito que se ha muerto y cuya familia ha pagado la esquela...

El funeral.

Recientemente, asimismo, las revistas del corazón ofrecían un par de noticias de tapadillo. La primera relativa a la boda de Jaime del Burgo con la hermana de la princesa que un día será reina de España. Fue en el monasterio de Leire, pero con repetición estelar en uno de esos lugares a los que la mayoría de los mortales no tenemos acceso, un hotel del millonario Paul Getty, en Italia. Como se afirma en la propaganda del hotel de la celebración, «en este lugar está garantizada la Dolce Vita».

Jaime del Burgo Azpiroz, hijo de Jaime Ignacio del Burgo Tajadura, nieto de Jaime del Burgo Torres, saga navarra de alcurnia. Hace años, en pleno franquismo, la sola pronunciación del apellido producía terror. En la Transición y ya más cercanos a nuestros días, las hazañas de Del Burgo Tajadura, desde su paso por FASA hasta su estilizado análisis del 11M (ETA tras los mismos) pasando por la justificación de la conquista de Navarra en 1512, dejarán huella, la de la infamia.

Sin relación aparente como no fuera la de las similitudes en las listas de invitados a los esponsales, hace bien poco, asimismo, se ajustó la alianza matrimonial el hijo mayor de otro ilustre de la política vasca. En esta ocasión se trataba precisamente del hijo de Mayor. Oreja para entendernos. De saga que llega hasta la Unión Cerrajera y aquella huelga en la que su antecesor se negó a negociar una sola línea de lo que pedían los trabajadores. Dicen que dijo «antes comerán hierba que yo ceder».

La boda en Boadilla (Madrid) ha servido para reunir a lo granado de la derecha (extrema derecha) en un acto dirigido por el cardenal Antonio Cañizares, aquel que dijo que frente al aborto, la pederastia de los curas es un pecado venial. Arroparon a Jaime Mayor Oreja los ultras de siempre, desde Aznar a Rajoy. No todos del PP. ¿Imaginan? Acertaron. También estaba Enrique Múgica Herzog, el ex «defensor» del pueblo.

Las dos bodas.

Los tres ejemplos de película, con sus parafernalias paralelas y, a pesar, convergentes, son la síntesis de la marca España. La histórica. Refugio de nazis, por un lado. Gracias a Washington que fue aliado no solo de Franco sino de Suárez, los Borbones, Aznar y hasta Felipe González. El sentimiento español está íntima y sociológicamente ligado al concepto clásico del nazismo.

La pervivencia de su rama, el franquismo, ha sido gracias a una derecha que llegó intacta a la Transición, marcando pautas y ritmos. Y a una izquierda timorata que en unos meses fue capaz de echar por tierra décadas de oposición clandestina. Y que cuando entró en la gestión de poder derramó definitivamente el último resquicio de dignidad que le quedaba. Acierta Gordillo.

En cuanto al significado de las bodas, las mismas no pasarían de un mero acto social sino fuera porque han logrado condensar a los dos poderes, también paralelos y a pesar también convergentes que se reparten la dirección de ese llamado conflicto vasco-español. Un conflicto histórico, y un abordaje también histórico.

Por simplificar, Mayor Oreja escenificaría la vertiente militar y Del Burgo la ideológica. Más de uno recordaría el criterio político-militar. Mi sabiduría, bien poca por cierto, no sería suficiente para afirmarlo. Quizás intuirlo. No más. Junto a ellos, los condimentos habituales: banqueros (Rato), iglesia (Cañizares), monarquía (Borbón)... todos ellos interesados en un escenario muy similar al de hace cien años.

En ocasiones mis comentarios pueden parecer llevados al extremo. Esta es una de ellas y por ello acudo a la hemeroteca. ¿Recuerdan que Aznar echó en cara a los árabes el no haber perdido perdón por una supuesta invasión de la Península Ibérica hace 800 años? Más. Tal como lo supimos, gracias a los telegramas desvelados por Wikileaks, Rava Bhalla, directora de Inteligencia Política de la CIA, dijo que Aznar era «un ultra, mucho más que todos los funcionarios israelíes a los que he escuchado».

Hace una década, Xabier Arzalluz levantó las faldas a los Oreja, a quienes denunció por estar detrás de agencias de seguridad, escoltas, etc. Tres hermanos Mayor Oreja más el actual presidente hispano Rajoy presentaron una demanda por las declaraciones. La perdieron. Lo dicho por Arzalluz era cierto hasta el punto que aparecieron, gracias a los registros, otras empresas relacionadas con la seguridad, todas con sello Oreja. La guerra siempre ha sido negocio, más para unos que para otros.

La ideología totalitaria de Del Burgo, su apego a los valores de la que su iglesia llamó Cruzada, su manipulación de la historia, su peso en las decisiones de España (hasta el punto de marcar la línea de discurso borbónica en las celebraciones de los 500 años de la conquista de Navarra)... caracteriza el otro surco. Uno de los alborozados de pata negra con la política de exterminio, con el apartheid... Reconvertido, como Fraga, del franquismo (nazismo) a la democracia.

En una Europa sin el atomismo español, con una cultura democrática forjada de la derrota del nazismo en 1945 (excepto en España), personajes como los citados formarían parte de las cúpulas del NPD alemán, FPÖ austriaco, FN francés, SRS serbio o el reciente Amanecer Dorado griego. La mayoría de los medios de comunicación se mueven también en esa órbita. Si descendiéramos al más profundo de los infiernos, el de los tertulianos, la percepción sería más aguda, aún. Este es, precisamente, el núcleo gordiano. El freno a cualquier avance democrático, a la resolución histórica de un largo conflicto.

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