El hundimiento del PSF
Las causas estructurales de la debacle de la socialdemocracia son tanto ideológicas como prácticas. No se trata de cuestiones solo coyunturales. Es cuestión de cambio de modelo y de sistema.
El resultado de las últimas elecciones francesas y otros hechos y acontecimientos de los últimos tiempos han puesto en evidencia la posibilidad de la precipitación del Partido Socialista Francés (PSF) hacia la irrelevancia política. Hasta hace muy poco tiempo el PSF constituía una organización política, no solo poderosa, sino también muy influyente; y no solo en la política de Francia, sino también en Europa. Los cambios que se están operando constituyen una modificación estructural y no solo electoral o coyuntural. Se está produciendo un cambio ideológico y de modelo.
La caída del PSF hasta el 1,7% no ha empezado en estas elecciones, ni tampoco se debe solo a las circunstancias concretas que está viviendo la República Francesa o la propia Europa. Constituyen por el contrario, un episodio más en un proceso que pone en cuestión el propio modelo de las socialdemocracias europeas. Simultáneamente a la debacle del PSF, quedó con una representación de un 6% el Partido Socialista de Eslovenia, antes mayoritario, superado por la formación ecologista y liberal de Robert Golob. Con anterioridad se dio la debacle del otrora potente Pasok de Grecia, del PSI de Italia y coincidiendo con la visita de Sánchez a Ucrania, fue ilegalizado por Zelenski el Partido Socialista de Ucrania, sin que el secretario general del PSOE levantase la voz. El propio partido socialdemócrata alemán, el SPD empieza a ser superado por los verdes más de una vez. ¿Dónde queda el poder de la II Internacional de principios del siglo XX?
Existe el precedente del hundimiento de la mayoría de las «democracias cristianas», con la salvedad de la CDU de Alemania. Y, por el momento, subsisten y se mantienen las socialdemocracias ibéricas, aunque en ambos casos, es decir tanto el PSP, como el PSOE, contienen en su seno profundas tensiones y no solo tácticas, sino también ideológicas.
En el caso del PSF han concurrido circunstancias específicas, como por ejemplo, el que hayan tenido influencia en ellos personajes políticamente tan siniestros, como Manuel Valls. Este individuo, después de destrozar en buena parte las expectativas del PSF en las presidenciales de hace cinco años, jugó las bazas extremistas de Ciudadanos en Catalunya y ahora se ha cobijado en el partido político de Macron. Más le valdría al reelegido presidente de la República Francesa no fiarse de él, que es un Borrell cualquiera...
Las causas estructurales de la debacle de la socialdemocracia son tanto ideológicas como prácticas. No se trata de cuestiones solo coyunturales y los episodios personales, sin dejar de tener importancia, son secundarios. Es cuestión de cambio de modelo y de sistema. Igual que ya no existe un modelo de democracia cristiana, tampoco va a quedar pronto un modelo de socialdemocracia europea, como propuesta eficaz y eficiente para defender con coherencia el progreso, la solidaridad y el medio ambiente.
La primera renuncia letal de la socialdemocracia ha sido su supeditación servil y depravada a los intereses del Estado. Esta actitud ha constituido y constituye muchas veces una traición a la democracia y les ha obligado a tragarse sus ideas e incurrir en contradicciones. Tragarse la OTAN y su militarismo, cambiar de postura con respecto al Sahara y rendir pleitesía a la monarquía marroquí, y tener como única justificación del espionaje masivo el de «acatamiento» a la legalidad, a lo judicial, y a lo reglamentario constituyen ejemplos de las innumerables renuncias ideológicas que acaban socavando las bases de las convicciones democráticas. La democracia y los derechos humanos deben considerarse ideológicamente como superiores a la legislación positiva, porque leyes también las hacían Hitler, Franco y compañía.
Las renuncias ideológicas no solo han socavado la defensa de la democracia, sino también la de la solidaridad y las excusas, tanto de la gestión como de la correlación de fuerzas, como del respeto a la legalidad vigente, sin la necesaria actitud de cambiar dicha legalidad han desdibujado el carácter originario de izquierdas de estas fuerzas.
Durante decenios y decenios el refugio ideológico y propagandístico de la socialdemocracia ha sido la referencia de las personas y del humanismo individualista frente a las naciones y a los partidos nacionalistas de izquierda. Se ha negado con falsedad dialéctica la posibilidad teórica de políticas de izquierda nacionalistas; y esta dialéctica favorecía también en términos estratégicos a las derechas teóricamente nacionalistas. Sin embargo, la realidad viene a demostrar que en la práctica la supeditación de las socialdemocracias estatales a los aparentes intereses del Estado y de la gestión ha desdibujado su imagen y su estrategia. La defensa de algunos derechos civiles, combatidos por la derecha y la extrema derecha, no son suficientes. Aquí mismo, tanto en la CFN como en la CAV, la supeditación al centralismo los ha convertido en báculos de UPN o del PNV, en muchas ocasiones.
El análisis del hundimiento del PSF no nos es ajeno y no solo porque afecta a una parte inherente a lo que fue el Estado europeo vascón de Navarra, sino también porque constituye un precedente. El PSF, para salvar los muebles –20 o 25 diputados– ha accedido a formar parte de una izquierda que, además de muy plural, parece que puede resultar dinámica. Ese es el porvenir, aunque en las «geometrías» diversas con las que siguen soñando anacrónicamente Chivite, Andueza y compañía, sean simples pesadillas. El PSE y el PSN, siempre que no priorizan el trabajo con la izquierda abertzale –que es casi siempre– yerran.