Iñaki Egaña
Historiador

El oro de Gasteiz

En 2008, un general español de triste recuerdo, fue imputado por «crimen de lesa humanidad». Para los neófitos, estos crímenes incluyen tortura, desaparición forzada, homicidio, esclavización, deportación y actos de violencia sexual y de género, incluida la violación. Un juez declaró extinguida su responsabilidad criminal, con el argumento de la Ley de Amnistía de 1977, aunque diversos juristas señalaron la «inaplicabilidad» a sus delitos, al tratarse de crímenes sin caducidad por aplicársele, según Naciones Unidas, la «imprescriptibilidad» de los mismos. El general había fallecido tiempo atrás. Se llamaba Germán Gil Yuste y había formado parte de los golpistas que con Franco tumbaron la Segunda República española.

El alcalde gasteiztarra Rafael Santaolalla, también militar, había nombrado a Gil Yuste «hijo predilecto» de la ciudad, en un acto sucedido hace décadas, que se hizo habitual en la capital alavesa. Agasajar a los cercanos ideológicamente para encumbrar su labor y darle un valor institucional. El alcalde, profundo admirador no solo de Franco, sino también de Hitler, convirtió la capital en una retaguardia del Ejército nazi. La costumbre nacida en aquella fecha, la completó Santaolalla con un nuevo obsequio, el nombramiento de «hijo predilecto» de Gasteiz, al hijo precisamente de un verdugo que había tenido un protagonismo desmesurado en la represión franquista en territorio alavés. Gil Yuste había sido gobernador civil de Araba, mientras que Camilo Alonso Vega, el padre del «hijo predilecto», gobernador militar. Hoy tenemos dificultades para diferenciar las labores propias de unos y otros.

Cerca de 25 años después, Gasteiz aún contaba con un alcalde militar, Luis Ibarra Landete. Cuando dejó la alcaldía en 1966 fue aupado a gobernador civil en Guadalajara. Y poco antes, supongo que con algo de vergüenza ajena, Gamarra, entidad de Gasteiz, nombró «hijo adoptivo» a Ibarra. Guardaron las formas, por eso de que un alcalde que se nombrara hijo adoptivo parecería un acto elevado de egoísmo, incluso en tiempos dictatoriales. Gamarra salvó el escollo.

Hay una lista bastante extensa de estos obsequios que convirtieron a la hoy «ciudad verde» en una capital de oro. Medallas, banderines, premios, galardones… Franco había concedido la medalla militar en Gasteiz a Félix Alfaro Fournier por la labor «realizada el frente de su fábrica que tanto beneficio aportó a la Cruzada». En setiembre de 1970, Tomás Garicano Goñi, entonces ministro de Gobernación (Interior), también militar y por cierto en el cargo sustituyendo a Camilo Alonso Vega, llegaba a Gasteiz y, entre sus visitas, hizo lo habitual: imponer medallas de la ciudad a diversos dirigentes franquistas.

Otros gasteiztarras franquistas recibieron medallas en lugares cercanos y lejanos. Entre ellos Ángel Garaizabal, médico-militar del Ejército de Franco a quien atendió en ocasiones. Sus condecoraciones llegaron incluso de EEUU. En un viaje a Mozambique, país en guerra contra la colonia portuguesa, Garaizabal murió en una emboscada del Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique), en 1973, un año antes de la Revolución de los Claveles. En 1975, Mozambique recuperó su independencia y el Frelimo tomo las riendas de su Gobierno. Probablemente por esa circunstancia, Garaizabal no se encuentra en las lista de «víctimas del terrorismo», al contrario que otros ciudadanos españoles fallecidos en Irak, Afganistán, Túnez, Marruecos, Líbano o Yemen.

Hace unos días, ya en 2024, el Ayuntamiento de Gasteiz ha concedido nuevamente una medalla de oro, en esta ocasión al Memorial de Víctimas del Terrorismo (conocido popularmente como Melitonium). Diversas asociaciones, entre ellas la del 3 de Marzo, consideraron el obsequio como «una humillación y una afrenta». Una exposición lógica, cuando el Memorial ha dejado una estela parcial de la lectura sobre las vulneraciones de derechos humanos en la Comunidad Autónoma que se aleja de la realidad. Sus trabajos públicos y la actividad de algunos de sus miembros en las redes sociales permiten desentrañar con facilidad el perfil de esta «pica en Flandes», al más puro estilo colonial, ubicada en el centro de Gasteiz. A medio camino entre el negacionismo, la manipulación y el blanqueamiento del Estado (ya franquista, ya del Reino), sus sótanos son difíciles de desentrañar, en esa constante del Ayuntamiento gasteiztarra de mezclar lo militar con lo civil (entendiendo que el CNI, con el que comparte mesa el Memorial, depende orgánicamente del Ministerio de Defensa).

Su director recibió de manos del Gobierno de M. Rajoy, la Gran Cruz del Mérito Civil, allá por 2015. Siguiendo la costumbre tan arraigada en España de agradecimiento a los servicios prestados. Fue el constructor, entre otros, del bulo que la bebé Begoña Urroz había sido, en 1960, la primera víctima de ETA, a pesar de que los archivos policiales mostraran lo contrario. German Agirre, el taxista de Arrasate, protagonista involuntario del crimen contra Iñaki Etxabe fue también, según el director, víctima de ETA y los aún desaparecidos Joxemigel Etxeberria y Eduardo Moreno estarían en la misma lista.

Otro de los empleados del Memorial, el responsable de «archivos e investigación» se ha convertido, con su diligencia literaria y proactiva en las redes, en la cara más visible del Centro. La «humillación» que citaban las asociaciones memorialísticas llegan, en gran parte, de su verbo agresivo. Algunos de sus comentarios los ha borrado recientemente, pero su histórico y sus trabajos públicos permiten descifrar un personaje visceralmente hostil a cualquier lectura fuera de las emanadas por el Memorial, escaparate del Estado profundo. No hubo 3 de Marzo, ni torturas, ni víctimas del Estado. Los vascos, incluidas instituciones como Aranzadi, debemos estar poseídos de alguna extraña patología que algún día su pluma o la de sus socios civiles o militares desentrañarán. Mientras, el Ayuntamiento gasteiztarra sigue fiel a su tradición.

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