Antonio Alvarez-Solís
Periodista

El periodismo y el poder

Si lo que ahora ha relatado “El País” acerca de lo que sucedió en el comité federal del PSOE el primero de octubre de 2016 –fecha en la que fue defenestrado Pedro Sánchez como secretario general– es cierto, el Partido Socialista español no sólo está muerto sino que es un cadáver políticamente contaminante.

Su aguda anemia ideológica le impide toda forma de vida política medianamente elevada, mientras la tribalización de sus estructuras le invalida para cualquiera acción pública que tenga una mínima dimensión social de Estado. Hiede. Este socialismo está imposibilitado para funcionar como motor de impulsión de una calle con voluntad política soberana y sólo conecta pobremente con unas comunidades asentadas en el presupuesto público a las que este socialismo sirve de recaudador. Lo que no acabo de entender en este caso es lo que pretende “El País” gonzalista al arrojar al vertedero informativo este relato destructivo para el socialismo ¿Qué ha pasado para que el órgano socialdemócrata español permita que se alumbre un documento informativo que puede acentuar rápidamente la destrucción del PSOE? Porque ese documento es, dado su origen, amplitud y precisión una filtración maligna ¿Quo vadis, Cebrián? Porque eso no ha sucedido a tus espaldas.

Solo una pregunta sin pretensión acusatoria alguna: ¿qué opera en el interior de Felipe González como gestor de este socialismo sin identidad? A mí me suena a algo parecido, aunque con otra dinámica y otros modos, al Pacto de San Sebastián en la alborada de la II República, que sirvió de palanca, enganchándose a republicanos ciertos, a una serie de monárquicos de segundo orden que no sabían ya dónde poner el nido para sus chatas ambiciones. Tal realidad hizo que la gran esperanza republicana popular y vivificante fuera invadida al fin por la silenciosa voracidad de las voluntades termiteras. Puede ser sólo una imaginación mía o que se trate de impedir la reedificación socialista en manos de Pedro Sánchez. En cualquier caso el relato publicado por “El País” trasuda una relación muy deteriorada entre una política desnortada y un periodismo absolutamente manipulado, pero ahora ya de forma variable y transeúnte. Este aspecto me parece muy importante. Sin política verdadera y sin información honesta ¿qué queda de España?

Si lo que sucedió en Ferraz el 16 de octubre ha sido como lo describió el diario madrileño, la situación política española ha de preparar urgentemente otras urnas y restaurar la masa electoral española y el periodismo que la sirve para hacer de ella algo admisible. Lo único claro en esta mesa del juego político español es que no hay que aclarar siquiera quien juega con las cartas sin marcar sino simplemente a qué se juega. Es preciso, incluso, dar cierta presentabilidad a las trampas para reconocerlas con continencia e ir tirando en lo indispensable. La situación me recuerda la borrachera de un querido amigo habitualmente muy disperso, que en una noche de bingo poscena de cumpleaños cantó las cuarenta en bastos al anunciar la mesa del bingo la salida de la bola con el número catorce. Ya no pido que se juegue elegantemente de salón en este tugurio sino que se haga con la ingenua simpleza de la taberna. Al menos los borrachos son claros.

A estas alturas ya no sé, por ejemplo, si el secretario general de Ciudadanos, que va en tándem con la ultraderecha del PP, es solamente un muchacho ignorante o es víctima de cualquier master organizado por el Opus o sus adherentes. ¿Qué información seria nos dan los medios informativos sobre él? ¿Y dónde se sitúan verdaderamente esos valencianos del «Sí» que ahora dicen tantas veces «no»?  Nada aclaran esos informadores que ahora están tan desorientados que hasta solicitan protección. Ya no sirven a un amo coherente. La descomposición del poder es de tal calibre que embarga con una sensación de orfandad estupefaciente a los informadores hasta ahora bajo su gobierno.

Me alarma sobre manera esta desestructuración de las servidumbres cuando no existe una estructura de recambio. Un país no puede quedar a la vez sin gobierno y sin medios de información firmes aunque sea en el servilismo. Me asusta la inconsistencia con que se funciona en el circo de la información, que invade ya la seriedad de la justicia. Ahora diez periodistas han delatado el ambiente de miedo en que trabajan. ¿Pero a qué tienen miedo? Por lo visto a Podemos y la gente que siguen al partido de Iglesias. ¿Pero qué clase de miedo les angustia? Oigamos a un joven periodista describir ese terror: «Mensajes directos de Iglesias y su entorno no he recibido… Sí he detectado que ellos lo que hacen es ridiculizar nuestro trabajo con algún comentario público o alguna pulla con sorna en las redes, lo que alienta a su ejército de trolls (personas de emails libres) que se dirigen a ti y te hostigan». Y sigue otra informante: «¿La consecuencia? A veces no tuiteo las informaciones que sé que pueden generar una mayor contestación de los seguidores del partido hacia mí». Y eso lo dicen quienes han usado su información, sus mesas informativas y sus entrevistas como piezas fiscales en contra, siempre, de unos pocos y determinados partidos o personas que han luchado y luchan contra el Poder que controla los medios; control ya anárquico, según parece ¿En nombre de qué autoridad parajudicial esos periodistas, que ahora temen hasta la sonrisa socarrona de los interrogados o requeridos, han venido convirtiendo sus inquisiciones no en una limpia forma de saber la opinión de los entrevistados, que es lo que interesa al lector u oyente, sino en una fiscalía aberrante. Por ejemplo, el género de la entrevista ya no sirve para trasladar al lector u oyente lo que el entrevistado quiere decir de sí mismo a fin de ser juzgado por el lector u oyente, sino que el periodista actúa como un adversario o un aliado de quien entrevista. ¿Son acaso esos periodistas un tribunal de justicia? ¿Son simples trolls del poder que todo lo ocupa? Piensen esos compañeros en los colegas que ha muerto por buscar la verdad en una guerra y que jamás han hablado de acoso o persecución.

El periodismo es independencia, neutralidad y sacrificio. La opinión en un medio informativo tiene unos sitios concretos que justifican la crítica ideológica del medio.  Acerca de lo que digo, y para ahorrar más esfuerzo transcribiré lo que en un pequeño libro de ética periodística dediqué a la labor de los entrevistadores: «Siempre he creído que la entrevista ha de perseguir un hecho fundamental: el conocimiento y protagonismo del entrevistado, sin mezclar en la inquisición correspondiente razones ideológicas o de conveniencia del entrevistador. La entrevista ha de trasladar de modo fiel al lector, al oyente o al espectador lo que el entrevistado quiere decir de sí mismo o acerca de la materia que se esté tratando…Para lograrlo quien hace la entrevista ha de desprenderse de sus filias y sus fobias en lo que hace al entrevistado y transmitirlo tal como este desea ser trasmitido. Más aún; el entrevistador ha de respetar y sentirse próximo, al menos en cierto grado, al encuestado, sea persona sugestiva o individuo marginal, a fin de que la conversación llegue sin barnices desnaturalizantes al lector, al oyente o al espectador…». El periodista es un puro transmisor y no puede intervenir en la vida ajena convirtiéndose en juez de la misma. El juicio corresponde al lector. Me entristezco cuando leo una entrevista destinada a cargarse o a engrandecer al entrevistado. Esta forma prevaricadora de entender el oficio ha supuesto una pérdida tremenda de credibilidad para el periodismo actual, reducido a arma solapada para acabar con la libertad de pensamiento que resta y asegurar el mundo de los déspotas y a mantener el bajo nivel crítico de la sociedad presente ¡Magnífico 1º de octubre en “El País”!

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