El vuelo de la mariposa
Como reconoce el autor en este texto, su contenido ha sido inspirado por unas declaraciones de un excatedrático de la Universidad de Barcelona, negando toda posibilidad al derecho a decidir para Cataluña en base a dos argumentos: que tal derecho no aparece en ordenamiento jurídico alguno y que, de recogerse tal derecho en la Constitución, correspondería al conjunto de la población española. Recuerda Alvarez-Solís que la posibilidad de decidir, tanto individual como colectivamente, es una base insoslayable para toda democracia.
El que fuera catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Barcelona, Francesc de Carreras, ha roto el fuego contra la política nacionalista del actual presidente de la Generalitat, Sr. Mas. El Sr. Carreras ha dicho que «el derecho a decidir, como derecho a celebrar un referendum de autodeterminación, no existe para Cataluña (sic) ni en el ordenamiento jurídico internacional, ni en el europeo, ni en el español». Es decir, que las aspiraciones catalanas a la libertad como pueblo pueden darse por muertas. Y aún ha añadido esta brillante cosa, que me ha empujado a escribir la página presente: «Si se procediese a una reforma constitucional (para facilitar el referendum) sería el conjunto de los españoles los que tendrían el derecho a decidir, interpretando esa expresión en el sentido de secesión». Ya ven lo que piensa todo un señor catedrático, como dijo una señora que fregaba las escaleras de la Facultad de Medicina de Zaragoza cuando vio que el profesor escupía en los escalones impolutos de entrada al centro universitario. «Sí, señora, todo un señor catedrático y, además, de higiene», respondió el profesor.
El Sr. Carreras había pertenecido al comité central del Partit Socialista Unificat de Catalunya, o sea, el partido comunista del Principado. Los dirigentes de esta organización solían ser jóvenes muy educados y de buenas familias, que hacían de comunistas como si protagonizaran una aventura apasionante. Solíamos conocerles como comunistas del Passeig de Grácia, que es una de las grandes avenidas burguesas de Barcelona. Fui perdiéndoles de vista y ahora me encuentro abruptamente con el Sr. Carreras, que se ha afincado nada menos que en Ciutadans, partido conservador y antinacionalista dirigido por un chico muy presentable que ha hecho su propaganda electoral con un cartel en el que aparece en pelotas, si no es que confunda al personaje. Al parecer el Sr. Carreras es el ideólogo de Ciutadans y comparte protagonismo con gente como Albert Boadella, Felix de Azúa, Ivan Tubau, Felix Ovejero y un barroco decandentista a lo francés que firma sus papeles periodísticos como Arcadi Espada.
Y ahora hablemos algo de las frases anotadas ut supra.
Alegar que el derecho a decidir no existe en ningún ordenamiento jurídico es planear sobre un formalismo absurdo. El derecho a decidir es uno de los componentes esenciales de la democracia, llamémoslo derecho o facultad, pues estamos ante un concepto moral, o lo que es igual, muy superior a la legalidad, puesto que al fin la causa y la legitima. Hablamos obviamente del derecho a decidir como expresión básica de la soberanía ya sea individual o colectiva. No es un derecho constituido y consignado legalmente, sino una permanente capacidad vital del ser humano para crear algo; es, si cabe decirlo así, un hecho constituyente, eso que molesta tanto al Sr. Aznar, que abandera lo constituido como intocable, siempre, todo hay que decirlo, que lo constituido sea lo suyo. De no ser así cabe pensar en una nueva situación de alzamiento, como sucedió en 1936.
Decir que el llamado derecho a decidir, tal como suena, no está consignado en ninguna constitución es de una simpleza llamativa. Es como si afirmásemos, a contrario sensu, que el derecho a respirar es dudoso por no figurar entre las facultades cuya práctica protege la ley o la costumbre inmemorial. La existencia constituye un largo e insobornable proceso de decisiones, desde las más elementales hasta las más sofisticadas. Si se exige que la voluntad de decidir políticamente necesita un previo y rígido soporte legal habremos postulado la más cruel e inhumana de las dictaduras. Si esta voluntad fuera amortizada por no estar inscrita en la ley desaparecería el ser humano, lo que ahora, sea dicho sobre la marcha es extremadamente habitual. La vida crea el derecho y no al contrario.
Los catalanes nacionalistas, que forman una clara mayoría, luchan precisamente para lograr su reconocimiento como tales; es decir, para adquirir todas las dimensiones y poderes de una nación. Esto que digo se apoya en una facticidad primigenia que al parecer no es admitida por el Sr. Francesc de Carreras. Sospecho que en tal aspecto el Sr. Carreras debía explicar un Derecho Internacional muy estático, dogmático y antipático. Un derecho elaborado por un taxidermista.
En cuanto a la segunda frase –la que expresa la necesidad de que, llegados al punto del referendum, han de votar la autodeterminación catalana todos los españoles porque estaríamos ante una secesión– me parece constituir una encerrona revestida de lógica perversa, ya que el término secesión empuja al tratamiento de la autodeterminación como si fuera un delito. Veámoslo. En su verdadero significado la secesión «es el acto de separarse de una nación parte de su pueblo y territorio», cosa que sucedió en la guerra civil norteamericana, pero eso no sucedería así en la autodeterminación que solicita Cataluya, ya que no sería un pueblo el que se rompería sino que serían dos pueblos que se separaban, no en el seno de una nación, sino en el marco de un Estado, que no es más que una pura estructura jurídica.
Nota buena. Digo que estamos ante una encerrona de lógica pervertida porque además una votación positiva de los españoles sobre el referendum, al que consideran un delito, y más un delito que les dañaría directamente, constituiría un ejercicio propio de un delirio psicopático, pues no se puede abrir las urnas para que la gente vote la pérdida de lo que considera suyo, aunque eso «suyo» lo sea ilegítimamente.
El Sr. Carreras debiera encarrilar sus reflexiones por un camino totalmente distinto al que traza idealmente en sus declaraciones sobre la autodeterminación de los catalanes. En realidad de lo que se trata en esta situación es de la negociación serena y razonable sobre la voluntad catalana de expresarse como nación con todas sus consecuencias políticas. Ni secesión ni vainas. Los catalanes quieren consultarse sobre ellos mismos, cosa en la que no pueden intervenir los de Huelva o Ciudad Real, ya que la lógica tiene sus exigencias insoslayables. Lo que pueden hacer los españoles, alcanzado el paroxismo, es negarse a hablar más del asunto y enviar a Catalunya dos o tres tercios de la Guardia Civil, lo que no sería propio de un Estado de derecho. Una vez acabada la toma del Reino de Granada no parece adecuado que la reconquista continúe ahora por Catalunya o Euskal Herria. La historia ha recorrido ya mucho camino para que la razón haya de concluirse con el tricornio puesto.
A mí me da la impresión, dada la historia política del Sr.Carreras, que se va posando como una mariposa ora en una flor roja ora en una de color más sugestivo. Su vuelo, como el de la mariposa, es incierto y se alegra con las distintas situaciones del sol. Como es imaginable, lo que resultaría más serio no es que el Sr. Carreras se produzca como unionista español aunque con toda su biografía catalana sobre los hombros, sino que declare sin ambages que es español y que lo de su catalanidad constituye un reborde administrativo. Proceder con tal claridad le evitaría su complicado discurso sobre algo tan simple como dejar que los catalanes aclaren su verdadera ambición como pueblo y una vez decidido el camino se encuentren amistosamente con una España sin síndromes imperiales por medio. Pau, sempre pau.